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Cuatro años después, Francisco Camps vuelve a intentar mover los hilos del PP valenciano entre bambalinas. Ya lo hizo en 2021, cuando el partido se preparaba para celebrar el congreso regional del que saldría elegido Carlos Mazón con el beneplácito de una Génova que entonces habitaban Pablo Casado y Teodoro García Egea. El ex presidente valenciano maniobró para presentar una candidatura alternativa a Mazón mientras se postulaba públicamente para la Alcaldía de Valencia a la que entonces aspiraba María José Catalá.
Cuatro años después, las piezas sobre el tablero de juego siguen siendo las mismas, aunque la partida no tenga nada que ver y las reglas hayan cambiado por completo. El PP valenciano debería celebrar este verano un congreso que, de no haber existido la trágica dana, sería el de la ratificación de Mazón como líder de los populares. Pero el 29 de octubre lo cambió todo para el presidente de la Generalitat, cuyo liderazgo se tambalea en pleno debate sobre su sucesión y con todos los ojos puestos sobre Catalá.
Es lo que ha provocado la activación de la vieja guardia del PP valenciano, que a su vez ha resucitado las guerras pasadas: la de campistas contra zaplanistas (a Mazón se le considera heredero político del ex presidente Zaplana) y la del viejo PP contra el nuevo PP.
De hecho, cuando Catalá asumió las riendas del PP de Valencia ciudad se esforzó por recomponer las relaciones con la familia de la malograda Rita Barberá, la amiga íntima de Camps a la que su propio partido repudió en un intento de pasar página al capítulo negro de la corrupción.
En el actual PP, por cierto, se recuerda ahora que el partido «se equivocó cediendo entonces a la presión mediática» para dejar caer a Camps y a Barberá. El argumento sirve para apuntalar la tesis de que Mazón debe resistir si el PP no quiere «suicidarse» en una convocatoria de elecciones anticipadas. Porque la renuncia de Mazón necesita también del aval de Vox al candidato que aspire a suceder al actual presidente de la Generalitat. A diferencia de la operación para forzar la salida de Camps, el PP no tiene ahora mayoría absoluta en las Cortes Valencianas. Vox entraría necesariamente en la ecuación.
De ahí que si en algo coinciden todas las fuentes consultadas es que los últimos movimientos de Camps no son casuales. El ex presidente, como ya hizo en 2021, trata de influir ante un hipotético proceso de renovación del PP valenciano. La diferencia es que ahora reaparece tras haber sido absuelto de todas las causas que le salpicaron.
Se ve a sí mismo con tanta fuerza que, aprovechando que está de promoción de su libro, organiza comidas y encuentros con centenares de militantes, en los que suelta frases como esta: «Voy dando pasos hacia delante porque noto vuestro cariño y vuestra cercanía. Os prometo solemnemente que no haré otra cosa que seguir hacia delante».
Lo que signifique «seguir hacia delante» no lo dice, pero si algo ha demostrado Camps es su capacidad para rodearse de fieles que le animan a presentarse para liderar el PP. Él se deja querer mientras se rodea de históricos del partido (y de las crónicas de tribunales) como el ex presidente de la Diputación de Castellón Carlos Fabra o la ex alcaldesa de Alicante Sonia Castedo.
Su último movimiento ha sido reclamar abiertamente la celebración del congreso ordinario del PP valenciano en julio, a pesar de que Génova lo ha dejado en suspenso en pleno cuestionamiento de Mazón. En una entrevista en Levante-EMV, el ex presidente afirmó que un congreso es siempre «la mejor manera de relanzar un partido». Afines a Camps lanzaron recientemente un manifiesto para reclamar también el congreso «tal y como marcan los Estatutos» del partido, y con el objetivo de «reunificar» al PP valenciano.
¿Preocupa Camps a la actual dirección del partido? Las fuentes consultadas aseguran que no: «Camps es consciente de que no puede presentarse». Y, de hecho, su maniobra se atribuye a su animadversión por Catalá. Es más, los detractores de la alcaldesa de Valencia creen que una hipotética designación por Génova como sucesora de Mazón daría aún más alas a Camps para seguir buscando protagonismo.
El otro factor en contra que tiene Catalá es que se asume que no sería del agrado de Vox. O, al menos, no tanto como lo es Mazón. De ahí que el nombre de Juanfran Pérez Llorca haya sonado también como posible recambio para Mazón. El número dos de Mazón en el partido y portavoz en las Cortes Valencianas cumple con el requisito de ser diputado y es precisamente quien negocia con Vox.
En el partido se apunta a Esteban González Pons como el muñidor de la «operación Catalá». Sin embargo, la alcaldesa, que tras la dana estuvo más de dos meses sin compartir un solo acto con Mazón, ya ha trasladado que ahora no quiere ser la alternativa. En su entorno asumen que el salto a la Generalitat es «demasiado arriesgado» para el PP (y para ella), pues no habría que descartar que el resultado fuese la pérdida de las dos principales instituciones valencianas que gobiernan los populares.
La propia Catalá ha querido evidenciar su apoyo a Mazón en las últimas semanas para ahuyentar cualquier debate sucesorio. Si bien ambos no han coincidido aún en el balcón del Ayuntamiento para ver una mascletà de las Fallas, en las últimas dos semanas han protagonizado hasta cuatro actos distintos, lo cual no ha pasado desapercibido.