- Sección oficial Málaga se rinde al barroquismo grave, lírico, duro y emocionante de Los Tortuga, la deslumbrante confirmación de Belén Funes
- Sección oficial La buena letra: Celia Rico registra con precisión la herida de la mujer en el franquismo
- Entrevista Julio Medem: "La única manera de acabar con el trauma de la Guerra Civil es celebrar juntos una ceremonia del perdón"
Dice el cineasta Enrique Palacio que lo importante no es lo que vemos sino lo que no vemos cuando miramos. Lo dice delante de Santiago Sierra y éste asiente. Y se come una almendra. La idea no es proponer un acertijo, aunque quizá también, sino definir el sentido último de la obra del más internacional de los artistas conceptuales nacidos en España.
El hombre que en los medios pasa demasiadas veces por provocador, en verdad se limitaría a señalar con su trabajo lo que de provocador y terrorífico tiene la propia realidad. De paso, el enigma vale igual para definir su documental recién presentado en el Festival de Málaga que atiende al nombre de Santiago Sierra. El dedo en la llaga y que, a su modo, está ahí para que veamos lo que normalmente no vemos cuando nos enfrenta y se nos planta delante una de las obras del creador.
"Lo que hace Santiago es cambiarnos el contexto y enfrentarnos a lo absurdo del mundo que vivimos", explica el director con gesto didáctico. La película sigue uno de los mil posibles recorridos a través de un corpus tan coherente como extenso que ha viajado y viaja por todo el mundo. Un coro de voces que va desde la galerista recientemente fallecida Helga de Alvear al director del Reina Sofía, Manuel Segade, pasando por el conservador jefe del MUAC Cuauhtémoc Medina o tantos otros reconstruyen la oportunidad y hasta el sentido de la obra del rostro siempre oculto del primer artista que rechazó el Premio Nacional de Artes Plásticas (2010) y que fue también el primero en ser censurado en la feria Arco por su serie fotográfica Presos políticos. Ahora es el propio Santiago Sierra (Madrid, 1966) el que se explica. Y se come otra almendra.
- ¿Por qué no aparece en ningún momento en la película?
- Intento desviar la atención hacia donde tiene que estar, que es la obra, no mi cara. Me pasa mucho con los periódicos que lo primero que me piden es una foto. ¿Para qué? Mi cara es como tantas otras con dos ojos y una nariz. ¿Cuál es la gracia? Por otro lado, ahora que no sucede nada, no me importa que salga mi rostro. Pero en cuanto hay algún problema, ahí está la foto de marras con el titular: el artista provocador. Además, por los lugares en los que trabajo, prefiero que no sepan quién soy. Prefiero apartarme un poco.
- ¿Cómo se lleva con el adjetivo provocador al que tanto se le asocia?
- Para la prensa en general todo lo que tiene algún interés es una provocación. La sexualidad es una provocación; el cuestionamiento de este régimen absurdo que nos hemos dado es una provocación; no aplaudir a su majestad el rey es una provocación. Todo lo que me resulta obvio acaba por ser una provocación. Imagino que para vender periódicos todo tienen que ser soflamas que exciten a la audiencia.
- La película se abre con un cita que en sí misma es una contradicción: "El arte puede ser muy poderoso y depende de cómo lo utilices. Es la herramienta favorita de la política, el Estado y el capitalismo... Nosotros somos artistas. Debemos encontrar la manera de enfrentarnos a todo eso"...
- En realidad, casi todo el arte está con el poder, está con la propaganda. El arte, como dice la cita, es lo que sostiene a la Iglesia Católica. El papa sin la basílica de San Pedro no es nada. Y los partidos políticos sin sus banderitas de colores y sus argumentaciones fantasiosas tampoco serían nada. A veces, se califica lo que hago como arte político. Y tampoco me gusta. Lo que hizo Leni Riefenstahl es arte político igual que lo de Juan de Ávalos o cuando Miguel Bosé cantó delante de Pinochet. Para definir lo que hago, prefiero hablar de arte libertario, de un arte emancipatorio y, por tanto, de contrapropaganda para definir. El arte que me interesa es un gesto de contrapropaganda a un régimen que me parece notoriamente absurdo, violento y caótico. Es más, lo que hago es mostrar lo opuesto. Es arte por ausencia. Hablo de la libertad mostrando su falta. Cuando hablo de la belleza de la vida muestro la rudeza. Se trata de que echemos de menos la belleza. No enseño lo que me gusta, sino lo que no me gusta.
- Por los episodios de censura que ha pasado, ¿diría que España es una territorio hostil con el arte?
- Sí, se trabaja con mucha dificultad, con mucha sospecha. El problema es que España tiene muchos muertos en el armario. Tiene muchas dificultades para revisar su historia. Que el día de la Hispanidad sea el 12 de octubre es como si los alemanes celebraran el día de la Germanidad en el aniversario de la Noche de los cristales rotos. Guste o no, ese día fue el inicio de una rapiña y un robo masivo de un país a otro. Y luego tenemos problemas con la Guerra Civil, con la sucesión monárquica... Son todo problemas que no se afrontan. Y eso se traduce también al arte, porque a la burguesía ilustrada que promovió el arte en otros países, en España fue expulsada. Eso hace que ahora mismo si no eres un cortesano no entras en el coleccionismo institucional y, por tanto, estás fuera. Pero en una sociedad así, estar fuera de ese sistema es un orgullo y no me voy a quejar.
- El documental hace hincapié en la dimensión internacional de su obra, que es una forma de subrayar la hostilidad patria de la que hablábamos...
- Vamos a ver, yo tenía profesores en la universidad de Madrid que habían participado en la construcción del Valle de los Caídos. Eran profesores que creían que el minimalismo eran cosas chiquitas. Era gente realmente impresentable. Y claro, cuando salí de ahí, no volví. Te encuentras que en Alemania tienes auténticos profesionales con una carrera que están exponiendo en todo el mundo y van a la facultad a dar clases. Aquí las clases magistrales eran para aprender a pintar una uva. Y te dices: ¿Acaso soy un pintor del siglo XVI de Sevilla?
"El arte es lo que sostiene a la Iglesia Católica. El papa sin la basílica de San Pedro no es nada. Y los partidos políticos sin sus argumentaciones fantasiosas tampoco serían nada"
- Otro de los asuntos que ocupa un lugar central en su trabajo es el colonialismo que en España es materia de polémica.
- Sí, es un tema que está oculto en España. Nunca se habla de Madrid como una capital esclavista. No se dice nada de que Carlos III, que tiene el monumento en la Puerta del Sol, tenía 20.000 esclavos. Y parece que hemos olvidado que el Palacio de Cristal era un invernadero para recrear las condiciones climáticas de Filipinas, porque ahí tenían a filipinos expuestos en un zoo humano. No hay ni siquiera una placa que lo recuerde como tampoco la hay en la calle de las Negras, donde había un mercado de negros. Nada se cuenta. No se cuenta tampoco que uno de los primeros edificios de plantas que se construyó en la capital era un depósito de esclavos o que muchas de las fortunas de hoy nacieron con el esclavismo, un esclavismo en el que se involucró la propia monarquía.
- ¿Qué opina de la descolonización de los museos que pretende el Ministerio de Cultura?
- Es urgente porque las mentalidades coloniales siguen presentes. En Latinoamérica la discriminación hacia los descendientes de los indígenas por parte de los herederos de los europeos existe aún. Los museos son templos dedicados al robo. El mismo Museo del Prado tiene las bodegas llenas de arte que no exhibe porque, dicen, es de mala calidad. Si no les gusta, que lo devuelvan entonces. Tenerlo encerrado en una bodega es hasta cruel. Descolonizar es reconocer tu Historia y solo si reconoces tu Historia, el pueblo agredido puede empezar otra etapa nueva.
"Nunca se habla de Madrid como una capital esclavista. No se dice nada de que Carlos III, que tiene el monumento en la Puerta del Sol, tenía 20.000 esclavos"
- Una de las obras que se echa en falta en el documental es Colas del hambre en las que se veía a la gente esperando su turno para comer tras la pandemia. Ahora que se cumple el quinto aniversario del confinamiento, ¿qué nos queda de aquello?
- Aquello fue un liberticidio y me asombra que los únicos que hablaron de ello fueron voces de la derecha. ¿Dónde está la izquierda que no protesta por detención en casa de una manera oscura y sin ninguna justificación médica? Desde luego, a una generación se le han cortado las alas completamente; se les ha acostumbrado a estar delante de una pantalla como única conexión con el mundo. Y ahí siguen. Y, sobre todo, ¿cómo podemos obedecer hasta ese punto? Me pareció como una prueba de un 'sumisiómetro', a ver si lo pasábamos o no. Ese es el principal problema que tenemos como como especie: la sumisión y la candidez.
- En una de las últimas obras citadas en el documental arde la palabra Futuro. La obra se refería a la degradación del barrio del Cabañal en Valencia, pero, por otro lado, la imagen es demasiado poderosa para no llevarla más allá.
- Nuestro territorio de actuación es el presente. El futuro es la muerte. Se vende mucha la idea de un futuro en el que todo estará mejor. Pero no es más que una distracción.
- ¿Qué le sugiere el movimiento de la extrema derecha triunfante en todo el mundo?
- Es un movimiento viril, militarista, para cabrear a la gente y para que estemos listos para la guerra. Lo que pasa es que también ha habido una anestesia muy grande en estos años. No creo que los europeos estén dispuestos a partirse la madre por los intereses de Estados Unidos en Ucrania. Pero hay una cosa de lenguaje que es extremadamente fuerte por la violencia que emplean y que asusta. Da bastante miedo porque suena a guerra. Da la impresión de que quieren la guerra. Y no parece que haya alternativa. ¿Cómo se va a presentar como solución los valores de Occidente cuando solo hay cuatro países en el mundo que se han librado de ser invadidos por Europa y que son Corea, Liberia, Japón y Etiopía?
"Es muy duro que gente que son descendientes de Auschwitz estén aplicando lo mismo ellos con el pueblo palestino. Israel parece tomada por los bárbaros completamente"
- Helga de Alvear y el director del documental se quedan con la obra 245 metros cúbicos, en la que llenó una sinagoga con los gases emitidos por tubos de escape de varios coches como la más emblemática. ¿Cómo recuerda aquella acción que finalmente fue suspendida ante las protestas?
- Lo que no tiene sentido es recordar el Holocausto con flores. Una intervención que pretenda la memoria de ese horror tiene que ser contundente y efectiva. La obra hablaba de la cotidianidad con que se puede montar una cámara de gas y se relacionaba con las matanzas que en ese momento se estaban produciendo en Irak a cuenta del petróleo. No era solo sobre el Holocausto era sobre el presente.
- ¿Qué reflexión le sugiere el genocidio de Gaza?
- Estoy horrorizado. Es de en un salvajismo y una crueldad inusitados. Es muy duro que gente que son descendientes de Auschwitz estén aplicando lo mismo ellos con el pueblo palestino. Israel parece tomada por los bárbaros completamente.