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La pregunta es, básicamente, cuántas películas más de mafiosos estamos dispuestos a soportar. ¿Acaso no tenemos bastante con lo que diariamente nos ofrecen las noticias? Una segunda cuestión que no somos capaces de resolver es por qué la mafia resulta tan atractiva cuando está de sobra probada su inclinación a todo lo atroz. Un restaurante de por ahí invita a los comensales a degustar los productos típicos italianos bajo el rótulo La mafia se sienta a la mesa. ¿Alguien imaginaría una cadena que acudiera a la oficina de registros con el nombre ETA prepara la ventresca de bonito como nadie? El caso es que desde mucho antes de El padrino, que siempre se vendió a sí misma como una reflexión sobre la familia, a mucho después de Érase una vez en América, que quiso ser una pautada lectura de la herida del tiempo, la mafia y el cine se niegan a romper su pacto de sangre. Y en medio, y de forma irremplazable, Robert de Niro.
The Alto Knights sería la última entrega de esta alianza estratégica entre negocios. Aunque en verdad, y por ser justos con la propuesta del muy veterano Barry Levinson, se trata más bien de un homenaje a esa larga y muy fructífera tradición con el aire nada disimulado de un fin de fiesta algo desganado. La edad pasa factura. No solo el guion es de un experto en la materia como Nicholas Pileggi, autor también de los libretos de Uno de los nuestros y Casino de Martin Scorsese, sino que, y como máxima atracción, Robert de Niro da vida no a uno sino a los dos personajes principales como protagonista y antagonista, y viceversa, en un alarde de narcisismo tan poco pudoroso como divertido y, sin duda, fuera de control. Sí, el argumento suena caduco, la historia se antoja de un perezoso que abruma y, reconozcámoslo, el actor De Niro no atraviesa su mejor momento... pero qué más da. Lo que hace y propone Levinson es un reencuentro feliz y sin prejuicios con todas las historias de mafiosos que han hecho posible que un restaurante nos siente a la mesa al lado de un asesino sanguinario. Es terrible, pero quién se resiste.
La película cuenta la historia de dos capos del crimen organizado de Nueva York: De un lado, Frank Costello y, del otro, Vito Genovese. De Niro es lo dos. Uno, tramposo, malencarado, colérico y violento; el otro, calculador, estratega y político. Dos formas de enfrentar la vida, la misma manera de relacionarse con la muerte. La película, como todas las del género, encara el relato como si de una tragedia griega se tratara. En verdad, lo que se ventila no es más que un duelo entre hermanos de modales casi bíblicos que se diría tan perfectamente predecible como cansino incluso. Pero muy simpático.
Desde aquí, desde la presentación del mito, Levinson se las arregla para componer un entretenido, eso sin duda, juego de referencias cruzadas. No importa tanto la historia tal cual y en sí, como la historia para sí (que decía Hegel). Es decir, lo relevante es la relación por fuerza íntima de cada espectador con la leyenda que han forjado tantas películas y tan emblemáticas sobre lo mismo. Buena parte del metraje se alimenta del sentimiento que Sergio Leone imprimió a su saga sin renunciar a cada uno de los tropos que Coppola o Scorsese o hasta Ferrara elevaron a la categoría de referencia cinematográfica obligada y obligatoria. No es exactamente una parodia, pero un poco sí; no es comedia, pero hace gracia; no es tragedia, ni lo pretende. Y así. Digamos que es cine clásico que se sabe tan perfectamente clásico que acaba por ser lo contrario. Levinson, que ya tiene 82 años, siempre ha demostrado su muy irreverente capacidad y gracia para reírse de su edad y de la de todos.
El resultado es De Niro. No estamos delante de la mejor de sus interpretaciones, pero estamos con él. Porque en verdad De Niro no da vida a dos mafiosos como nos quiere hacer creer el guion, sino que De Niro interpreta simplemente el papel de De Niro. Sí, De Niro es Frank y De Niro es Vito, pero lo que en verdad es De Niro es Johnny Boy, Corleone, Noodles, James Conway, Sam 'Ace' Rothstein, Frank Sheeran y todos los personajes italo-americanos más o menos mafiosos que a lo largo de su carrera ha encarnado, que no solo interpretado. De Niro es un trozo de nuestra retina. Y lo sabes. Aunque, la verdad, De Niro ya empieza a ser demasiado.
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Director: Barry Levinson. Intérpretes: Robert De Niro, Debra Messing, Cosmo Jarvis, Kathrine Narducci. Duración: 120 minutos. Nacionalidad: Estados Unidos.