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Probablemente el sentido mismo de cualquier forma de arte es abrir caminos en la realidad que conduzcan al otro lado. No se trata tanto de acabar con la realidad sino de crear códigos nuevos que desborden los límites mismos del lenguaje. Alain Guiraudie, como alumno aplicado de Buñuel antes que de Claude Chabrol, lo sabe y su cine se planta ante el espectador como un misterio extraño por demasiado cotidiano y hasta reconocible, como una invitación a perderse por los caminos de siempre. El suyo es un cine perfectamente realista que se diría de estructura y aspecto banal. Y, sin embargo, a medida que avanzan sus historias se reconfiguran ante la mirada del espectador como un enigma a la vez lejano y extremadamente familiar. Suena extraño y, en verdad, no es otra cosa que el más brillante ejercicio de funambulismo cinematográfico en la línea exacta del fuera de juego, allí donde los peligros muerden la planta de los pies.
Misericordia presenta el aspecto, textura y rigor de uno de esos thrillers rurales que tanto gustan a los parisinos. El protagonista regresa a su pueblo natal para asistir al funeral del que fuera su jefe, quizá su amante, cuando trabajaba como panadero. La nostalgia o algo mucho más turbio hace que se quede unos días sin que nunca se llegue a entender del todo para qué ni por qué, aunque la sospecha esté ahí. Las motivaciones como los sueños y el viento soplan donde quieren. Pronto, para desesperación del hijo, el recién regresado entablará algo más que solo amistad con la viuda que se niega a perder al que fuera su compañero, aunque sea en otro cuerpo. Y pronto también, la extraña desaparición del hijo de antes hará que lo que en un principio resultaba sospechoso acabe por ser sencillamente insoportable. De por medio, un cura enamorado, un crimen que ocultar que también es un pecado que perdonar y, por encima de todo, el deseo transfigurado en muerte en la densidad de la noche.
Suena tremendo y, en verdad, es todo de una sencillez casi pueril. La maestría de la desordenada puesta en escena de Guiraudie tiene mucho de azar, de encuentro fortuito, de secreto hallado por casualidad. Los personajes se mueven por el escenario irreal y casi mítico de un bosque que muta ante los ojos del espectador como una pesadilla. Todo es reconocible y, sin embargo, se antoja muy fácil extraviarse por una narración que reta la mirada del espectador en cada plano, en cada escena de sexo, en cada diálogo por fuerza y por puro capricho absurdo.
Definitivamente, si el sentido de cualquier obra de arte es crear formas nuevas de nombrar la realidad para transformarla, para desbordarla, para ponerla en cuestión, pocos ejemplos tan resplandecientes y enigmáticos como Misericordia. ¿Puede un sacerdote encubrir un asesinato por la sencilla razón de que el deseo así se lo dicta? ¿Puede acaso ese mismo deseo justificar la más cruel de las venganzas? ¿Y qué es eso del deseo? Sin duda, un fascinante, atmosférico, sonámbulo y muy turbio paseo por los límites de la más evidente de las realidades.
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Dirección: Alain Guiraudie. Intérpretes: Félix Kysyl, Catherine Frot, Jacques Develay, Jean-Baptiste Durand. Duración: 102 minutos. Nacionalidad: Francia.