Los propietarios reales no son los propietarios del sentimiento, son los dueños del dinero. Escuchar a uno de los prohombres del dinero, Florentino Pérez, decir que es necesario convertir a los socios del Real Madrid en los «propietarios reales» del club es abrir una nueva era que hasta ahora era considerada anatema, sacrilegio, puesto que el mecanismo para hacerlo es crear una sociedad mercantil y añadir a la condición de socio la de accionista. La única forma de hacerlo sin el riesgo de perder el control ante una OPA hostil es dividir el valor del club en dos y destinar a esa sociedad no más del 49%. Con esa hoja de ruta primigenia, según la cual el 51% pasaría a la Fundación del club, trabaja el Madrid, a la espera de su desarrollo y presentación ante los socios en una Asamblea Extraordinaria. El calado de la transformación, sin embargo, llevaría la decisión final más allá de los compromisarios, a un referéndum.
Florentino únicamente esbozó en la Asamblea las razones de la iniciativa, sin ofrecer detalles. Lo planteó como una medida defensiva frente a los peligros, en su opinión, que supone la gestión de Javier Tebas en la Liga, invasiva con los recursos de los clubes, y los posibles cambios en la legislación en el futuro. Después de mostrar unos ingresos récord la pasada temporada, de 1.073 euros, Florentino desvinculó la iniciativa de los problemas en torno al nuevo Bernabéu, como la cancelación de conciertos por los ruidos o la paralización de las obras del aparcamiento anexo, ya que, según el presidente, su impacto en la economía del club es mínimo. La realidad es que antes de esas adversas circunstancias, el dirigente ya había pensado en un cambio que no sólo proteja al club, sino que permita mayores ingresos mediante, por ejemplo, las ampliaciones de capital, en un contexto de gastos crecientes. Los problemas del nuevo Bernabéu, si acaso, han hecho esa transformación más acuciante.
Real Madrid, Barcelona, Athletic y Osasuna pudieron eludir la obligatoriedad de convertirse en sociedades anónimas deportivas, supuestamente en base a sus balances económicos pasados, aunque la realidad es que la excepcionalidad respondía de facto a un pacto político. Una excepción que quedó congelada, sin auditarse en el tiempo. En una palabra, una chapuza. Son, pues, jurídicamente asociaciones sin ánimo de lucro, aunque es difícil apreciar mayor lucro que en el salario de sus estrellas. No existe un reparto de dividendos a accionistas, es cierto, pero existe un dispendio en materia salarial. Para sus dirigentes ha resultado históricamente cómodo, porque es mucho más sencillo manejar asambleas de compromisarios ad hoc que asambleas de accionistas que se juegan su dinero.
SA, de problema a solución
La naturaleza jurídica de la asociación permite tener una fiscalidad amortiguada, pero los beneficios son irrelevantes frente a los problemas que implica para el crecimiento. Cuando los recursos habituales ya no son suficientes, la deuda lastra, como ocurre en el Barcelona, o los planes de nuevas fuentes de ingresos colapsan, lo que le ocurre al Madrid, lo que antes se consideraba prohibido, la sociedad anónima, se convierte en solución para poder capitalizarse.
Florentino y Joan Laporta han dicho alto y claro que Madrid y Barcelona jamás serán propiedad de un jeque, y para eso es necesario mantener una fórmula que impida comprar a sus clubes. De hecho, Mansour bin Zayed, propietario del Manchester City, se interesó por el Madrid antes de adquirir el paquete mayoritario del club inglés. Cuando le dijeron que no se podía, no lo entendió. En su lógica, todo se puede comprar.
Un valor de 6.000 millones
Blindarse contra la tentación de un jeque, metáfora de los grandes inversores, y disponer de mecanismos para capitalizarse, exige fórmulas nuevas, ingeniería societaria y financiera. Sobre la base del 49-51%, como cotas de máximos, el Madrid pretende ambas cosas. Con un valor de unos 6.000 millones para la mayoría de organismos especializados, si el Madrid destinara algo menos de 3.000 al reparto accionarial, es de suponer que entre los socios con abono, ello supondría un valor superior a los 25.000 euros por socio, con mecanismos que impidieran la especulación, como podría ser la obligatoriedad de que su transmisión se produjera en el ámbito familiar, siempre que no lo impida la ley. La sociedad mercantil podría ir a ampliaciones de capital, aunque ello podría implicar aumentar el valor de la parte de la Fundación, y dar entrada en el capital a grandes corporaciones. La condición de su presidente, como uno de los grandes empresarios del IBEX, y el prestigio de la marca Real Madrid lo facilitarían.
Mientras que la anterior Ley del Deporte exigía la fórmula de las sociedades anónimas deportivas al fútbol profesional, con la excepción de los cuatro clubes mencionados, el nuevo texto, en vigor desde 2022, liberaliza la naturaleza jurídica para poder competir, apoyada en el criterio europeo. Una fórmula híbrida, como la que podría adoptar el Madrid de prosperar los planes del club, abre interrogantes sobre los mecanismos de control, al ser dos sociedades en paralelo.
Las empresas y el Bayern
Existen modelos similares en el fútbol y los casos más claros están en la Bundesliga, sometida a la '50+1 Regel', la regla del 50+1, según la cual los clubes profesionales deben tener al menos el 51% por ciento de sus derechos de voto en manos de sus socios. Fue una medida proteccionista adoptada en 1998 para evitar el abordaje de los grandes inversores extranjeros. De hecho, la norma respeta a las empresas que tradicionalmente se habían vinculado ya como propietarias o grandes accionistas de clubes de fútbol, como la Bayer en el caso del Bayer Leverkusen. El 51% de los derechos de voto no significa el 51% del capital social, pero la capacidad de decisión reside en los socios. Eso mismo conservaría el Madrid.
El Bayern Múnich, de hecho, conserva el 75% en manos de sus socios, pero la fórmula le ha permitido vender el otro 25% a empresas como Allianz, clave en la construcción de su estadio, a partir de 2001, Adidas y Audi, cada una de ellas con el 8,33% del club. Empresas referenciales de la economía alemana que no suponen una agresión a la identidad.
El debate del Barça
Al modelo Bayern ya aludieron dirigentes como Sandro Rosell o hasta uno de sus principales enemigos, el empresario Jaume Roures, que acudió en ayuda de las palancas de Laporta, dada la desorbitada deuda del Barça, por encima de los 1.000 millones. La sociedad anónima se convirtió, pues, en una amenaza real y el club llegó a preguntar a sus socios por ese aspecto en una encuesta en 2023.
«El modelo del Bayern es equivocado. Lo podemos hacer a través de Barça Vision, Barça Hub o BLM (Barça Licensing & Merchandising)...», decía Laporta. De hecho, sus palancas ya suponen una ampliación de capital, al crear divisiones nuevas y vender sus derechos de futuro en lugar de segmentar el club. La potencialidad, sin embargo, es incomparable, por lo que si Florentino saca adelante su plan, el Barça no podrá eludir el debate.