Si España golea a su rival en su debut, diremos que somos claros favoritos -que ya lo había dicho usted, que lleva mucho fútbol visto en el sofá con el chándal y el Marlboro- y miraremos el cuadro de la competición para ver quién nos toca en semis. Si España pierde con su rival en su debut, diremos que ya se veía venir el desastre, que vaya convocatoria de lisiados -que ya lo había dicho usted, que lleva mucho fútbol visto en el sofá con el chándal y el Marlboro-, que vaya entrenador calvo y con gafas que tenemos.
Si Morata falla un uno contra uno, empezaremos con el debate del 9 desde el primer día. Y si mete un hat-trick, que cómo es que había dudas con Morata. Si Morata tiene cosas de Van Basten. Si atraviesa el mejor momento de la temporada. Si nunca está en fuera de juego Morata.
Si nos meten gol en el minuto 1 es que tenemos un problema de falta de concentración (cosa de los jóvenes). Y si es en el 85, es que tenemos un problema de falta de forma física (cosa de los viejos).
Si gana la Francia de Mbappé, sabremos que ha ganado Florentino. Si gana la Inglaterra de Bellingham, diremos que ha ganado Florentino. Si gana la Croacia de Modric, escucharemos que ha ganado Florentino. Si gana la Alemania de Kroos, que ya no está en el Madrid, lo mismo. Y si gana Bélgica -un suponer-, leeremos que a su zurdito revelación ya lo tiene medio atado Florentino.
Entonces -si sabemos lo que viene- para qué nos quedamos a vivir un mes entero frente al televisor.
Si a los 4.590 minutos de los 51 partidos les sumas cinco de añadido por encuentro y media docena de prórrogas, serán unos 5000 minutos de fútbol. Como si te tirases tres días y medio sin hacer nada más -ni trabajar ni comer ni dormir- que ver la Eurocopa.
Cuando tu pareja pasa por el salón y te pregunta que por qué -si tan listo eres- estás viendo un Georgia-Turquía, la tienes que querer igual.
Vemos un Georgia-Turquía porque lo mismo ahí está en nuevo fichajazo del Leganés y tú no lo estabas viendo venir. Porque igual acaban empate a cinco y tú habías preferido salir a dar un paseo. Porque cada vez suceden menos cosas imprevistas en un partido y tú quieres estar ahí, por si las moscas, como fedatario de la historia. No tanto por si ocurre la maravilla de un gol imposible o de un regate inventado. Sino para sentirte como ese niño que ve pasar una estrella fugaz. Y después decir: yo estaba allí ese día, fue en la Euro de 2024, yo lo vi, adónde demonios estabas mirando tú.