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Una hora de exposición y foco para intentar retratar y trasladar la España que quiere proyectar y vender La Moncloa. Profusión de datos y optimismo. Crecimiento interanual del PIB del 3,3%; déficit público en el 1,8% a final de legislatura; la actividad exportadora, que en los últimos seis años ha aumentado un 40%; España ha creado 400.000 nuevos puestos de trabajo, más que Alemania e Italia juntos; 21,3 millones de afiliados a la Seguridad Social; subida del 2,8% de las pensiones no contributivas; récord de plazas de Formación Sanitaria Especializada convocadas, con más de 11.900...
Son los datos que dibujan la España que quiso presentar ayer Pedro Sánchez en una comparecencia en La Moncloa como balance del año. «Hoy no se habla de una España en crisis, se habla de una España que lidera. Nadie habla de que España se rompe, hablan de los récords que rompemos»; «No caigamos en el fatalismo que paraliza» ni en el «pesimismo injustificado e interesado». Sin embargo, el Gobierno llega a final de año con un cerco político, en el que sus socios aprietan la soga y evidencian fisuras en el bloque de gobernabilidad, y un cerco judicial, ya que las investigaciones de la Justicia se suceden -caso Koldo, filtración de los datos de la pareja de Isabel Díaz Ayuso, las investigaciones a la mujer y el hermano de Sánchez...- y La Moncloa ha decidido ir al choque criticando y censurando decisiones judiciales, llegando algún ministro a acusar a algunos magistrados de «prevaricación».
Este contexto opaco difumina la España que quiere presentar Sánchez. Un hecho que lamentan en el seno del Ejecutivo. Existe la percepción dentro de la coalición de que la acción de Gobierno no llega porque los casos judiciales y la exigencia de cesiones por parte de los socios acaparan la actualidad. El «ruido» del que son conscientes y lamentan en el complejo presidencial.
El propio Sánchez evidenció ayer ese lamento. «Todo lo que he mencionado son datos, no son opiniones, son datos. Hechos contrastables, realidad empírica, por mucho que algunos se empeñen en distorsionar. En el ruido actual, a menudo resulta difícil conocer estos datos».
Sánchez ha pedido hace tiempo a los suyos, en el Gobierno y en el partido, hacer didáctica y vender la acción de Gobierno, sabedor de la dificultad de que su mensaje cale. De que se abra hueco. «Que no nos desvíen y despisten de nuestro principal objetivo que es mejorar la calidad de vida de la gente», fue la arenga que, de nuevo, lanzó el presidente del Gobierno.
En ese ejercicio de presentar la España que quiere trasladar el Gobierno, Sánchez se topa con las exigencias y presiones de sus socios de gobernabilidad, con torpedos que derriban ese castillo de medidas que construye La Moncloa. En la antesala de una hipotética negociación de los Presupuestos, todos elevan la puja. ERC, Podemos, PNV, Bildu, Junts... Especialmente beligerante se muestra la formación de Carles Puigdemont, que exige que el PSOE cumpla todo lo prometido -traspaso integral de las competencias de inmigración, la oficialidad del catalán en Europa, mayor margen de gasto para Cataluña, que el Gobierno aplique políticamente la amnistía...-.
El jefe del Ejecutivo lanza guiños, tratando de rebajar la tensión, en el propósito de mantener unido un bloque de gobernabilidad donde las diferencias entre los partidos de izquierda y los conservadores provoca importantes grietas, como se ha visto en la reforma fiscal que salvó in extremis el Gobierno o el impuesto a las energéticas.
El presidente del Gobierno mantiene su propósito de reunirse con Puigdemont, huido a Bruselas, toda vez que el Tribunal Supremo decidió que el delito de malversación no era amnistiable y, por tanto, el líder de Junts no podía beneficiarse. Para Sánchez, y pese a las críticas de Junts de que el PSOE no ha aplicado políticamente la amnistía, ésta está en vigor «desde el momento en que está avalada por las Cortes». El guiño, en un momento en el que los independentistas amenazan con zarandear la estabilidad del Ejecutivo, fue claro y directo: «A efectos políticos esa amnistía ya se aplica».
Después de las elecciones generales de julio de 2023, La Moncloa se vio obligada a sumar a Junts a su bloque de gobernabilidad. Y Puigdemont, con sus siete votos en el Congreso, se convirtió en la figura política que podía exhibir tener la sartén por el mango. Y eso hace. Aprieta al Gobierno y amenaza con no dar estabilidad y convertir la legislatura en un camino de piedras. La propuesta de que Sánchez se someta a una cuestión de confianza es un buen ejemplo. También los acuerdos en materia fiscal con el PP.
Ante este escenario, y siendo Junts clave para que los Presupuestos de 2025 puedan salir adelante, el presidente del Gobierno contestó a las críticas de los independentistas. «Es obvio que el Gobierno español no ha aplicado la amnistía políticamente. El PSOE no ha aplicado políticamente la amnistía», se quejó Míriam Nogueras, vicepresidenta de Junts en una entrevista con EL MUNDO.
El propio Puigdemont censuró en una entrevista en TV que Sánchez «se resiste» a ir a verlo a Waterloo. «A mí me tratan como el Supremo, como un delincuente».
La promesa de reunión con Carles Puigdemont y Oriol Junqueras no es nueva. Ya se mostró dispuesto hace un año. Tiene la importancia de que reitere ahora ese compromiso, en plena escalada de tensión con Junts. «No tengo ningún problema. No sé exactamente cuándo me reuniré, pero me reuniré con los líderes de Junts y ERC». Eso sí, no es capaz de dar una fecha ni lugar, ni tan siquiera será en el marco de los Presupuestos o antes de que se le pueda aplicar el perdón al prófugo de la Justicia.
Sánchez, pese a la crítica, trata de lanzar el mensaje a Junts de que su parte del pacto se ha cumplido. «Nosotros entendemos que la amnistía se produce en el momento en el que está avalada por las Cortes. El Gobierno ha sacado adelante legítimamente su hoja de ruta. Hay instituciones que han planteado recursos ante el Tribunal Constitucional, pero a efectos políticos esa amnistía ya se aplica», reflexionó en una comparecencia en La Moncloa en el marco del balance del año.
Para hacer ver que su política respecto a Cataluña y Junts tiene éxito, Sánchez pone de ejemplo al PP. Considera que las alianzas en material fiscal que han protagonizado en las últimas semanas en el Congreso PP y Junts son el mejor ejemplo de que la amnistía «se aplica». «Se aplica por parte del PP que votan juntos».