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La mañana del viernes, mientras Carles Puigdemont comparecía ante la prensa desde el Press Club en Bélgica, Pedro Sánchez se encontraba en La Moncloa. Sin agenda pública, afrontaba una jornada de despacho, con lecturas de informes y documentos, además de reuniones con su equipo. De fondo, la televisión encendida. Información y tertulias. El ultimátum del líder Junts monopolizando las opiniones. «Mucha normalidad», así trasladan desde el equipo del presidente del Gobierno cómo viven el órdago de los independentistas. El mensaje y la estrategia del Ejecutivo es trasladar que la vida sigue, que ellos van a continuar gobernando pase lo que pase y, en ese marco, que su propósito sigue siendo presentar unos Presupuestos para 2025. Pero, ante las amenazas de Junts y la debilidad parlamentaria de la coalición, ya se allana el camino para gobernar con una nueva prórroga de las cuentas de 2023: «No se acaba el mundo». «No es ningún drama».
El viernes era un día marcado en rojo en el calendario del Gobierno. «Un día importante». No se aprobaba nada. No se anunciaba nada. Se escuchaba a Puigdemont. La intervención del prófugo de la Justicia, imponiendo una suspensión de las negociaciones sectoriales con el PSOE, pero evitando la ruptura, provocó alivio en el Ejecutivo. El hilo que une La Moncloa con Waterloo se tensaba, pero no se rompía. De ahí que el ímpetu de Sánchez sea, a día de hoy, el querer presentar unos Presupuestos para 2025, aunque ya no sea «en tiempo y forma» como prometió. «Nosotros queremos unos Presupuestos y vamos a trabajar para que los haya», exponen en La Moncloa. «La prioridad es que salgan adelante. Presentar los Presupuestos sigue siendo el propósito», constatan en Hacienda.
Que Puigdemont no decretase la ruptura con Sánchez deja una luz al final del túnel en la que el Gobierno quiere creer ver que todavía hay opciones de tener unas Cuentas Públicas. Para ello, necesitaría el apoyo de sus socios de gobernabilidad, que ninguno votara en contra. Y en ese bloque hay sensibilidades más conservadoras como las de Junts o PNV y más de izquierda como Podemos, ERC, EH Bildu o BNG. «Es verdad que hay que hacer un ejercicio de realismo. La situación política es la que es», explica un ministro sobre la complejidad de aunar todos los apoyos y de que Junts forme parte de ese bloque. «La dificultad está ahí, en la configuración del Congreso. Pero creemos que con diálogo todo se puede sacar adelante», reflexionan desde el equipo de Sánchez. Pensaban en Hacienda que la reforma fiscal -que se aprobó in extremis- había sido «un buen entrenamiento» y que los Presupuestos serían más fáciles y factibles.
Sánchez mantiene viva la llama de los Presupuestos porque no ha habido portazo de Junts, porque Puigdemont dejó fuera del congelador la negociación para el traspaso a Cataluña de las competencias en inmigración -un pacto en esta materia puede suponer que Junts se abra a negociar las cuentas- y porque la negociación con algunos grupos está, o estaba, adelantada desde 2024, cuando finalmente se decidió no presentarlos. Debido a las Navidades ha habido un parón en los contactos con los grupos. María Jesús Montero quiere acelerar ahora las conversaciones. Pero primero hay que llevar al Congreso la senda de estabilidad que Junts tumbó en julio. Y la titular de Hacienda está dispuesta sólo a hacerlo «con una perspectiva de que haya Presupuestos, si no, no tiene sentido». Así que ésa será la prueba del algodón. Junts, en este caso, pide cumplir con la ejecución presupuestaria para Cataluña y más margen de endeudamiento para las comunidades.
Ocurre, sin embargo, que no ha habido negociación como tal con Junts y que Puigdemont se niega, en estos momentos, a hablar de los Presupuestos. Y sin los votos de esta formación, no hay aritmética posible. Esta tensión, la impredecibilidad de Puigdemont, la fragilidad parlamentaria y las exigencias de otros grupos -Podemos ha expuesto líneas rojas en asuntos como Israel o la vivienda, avaladas por su militancia- hace que haya voces en el Gobierno que apuesten por prorrogar las cuentas de 2023 y no desgastarse en una negociación ahora cuando después del verano hay que reiniciar todo el proceso para los Presupuestos de 2026. Esto es, voces partidarias de poner el foco en la negociación para el próximo año y dejar pasar la de éste.
"No impide gobernar"
Ese discurso, el de allanar unos presupuestos prorrogados para todo el año, el desdramatizar no tener cuentas nuevas, lleva semanas abriéndose paso en el Gobierno. Pedagogía. «Para nosotros es importante aprobar unos nuevos, sobre todo en consonancia con las cifras económicas que en este momento tiene nuestro país. Pero creo que también es importante recordar que el actual presupuesto -que en este momento estamos trabajando ya con ese presupuesto prorrogado-, es un presupuesto de este Gobierno, no es como lo que hemos visto o vivido en otros momentos», anticipó ya antes de Navidad Pilar Alegría, portavoz del Gobierno. En el Ejecutivo recuerdan que 2020, el año de la pandemia por la Covid se afrontó con unos presupuestos prorrogados.
«No es lo deseable, no es la mejor opción, pero no impide gobernar ni trazar una hoja de ruta de gobierno», dijo hace unos días Óscar Puente, ministro de Transporte. La cuestión es que haya o no Presupuestos, Sánchez está decidido a tirar hacia delante con la legislatura. No se plantea, al menos ahora mismo, adelantar elecciones. «Vamos a seguir gobernando», es el mensaje que lanzan los ministros. El Gobierno se parapeta en el hecho de que hay comunidades del PP como Castilla y León, Murcia o Baleares que han tenido que prorrogar sus cuentas, lo que, dicen en La Moncloa, inhabilitaría las críticas de Alberto Núñez Feijóo -Sánchez también pidió elecciones a Rajoy porque no aprobaba los Presupuestos-.
En el Ejecutivo, según exponen varios ministros, sí hay un consenso. Si los Presupuestos no logran aprobarse en este primer trimestre -Hacienda estaría dispuesta a apurar algo más siempre que hubiera opciones de sacarlos- no habría razón para esperar más. «Hay un punto en el que no tendrían ya sentido», exponen fuentes del Gobierno. En el recuerdo, la situación surrealista de 2018, cuando en junio María Jesús Montero, ministra de Hacienda del PSOE, defendió en las Cortes los Presupuestos de Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda del PP, que acababa de aprobar las Cuentas, pero su Gobierno fue desalojado del poder por la moción de censura que impulsó Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy.
En todo caso, en el seno del Ejecutivo asumen que no poder aprobar unas cuentas no va alterar el propósito de Sánchez de «seguir avanzando en su hoja de ruta» y tratar de ir aprobando norma a norma para seguir gobernando, pero sí sería una muestra «de la debilidad y la aritmética parlamentaria». Por ejemplo, el informe político que abordó la Coordinadora Federal de Izquierda Unida, formación integrada en Sumar, considera que aprobar unos Presupuestos con un claro componente social es «crucial» y «condiciona la pervivencia» del Gobierno.