Las tensiones desatadas desde el 7 de octubre en la frontera entre Israel y el Líbano podrían culminar en la apertura de un nuevo frente de guerra, tras un grave aumento de las hostilidades en ambos bandos. En los últimos días el partido chií libanés Hizbulá ha incrementado sus ataques en el norte de Israel, mientras que Tel Aviv ha abierto un nuevo escenario de tensión con un ataque con drones en Beirut, que terminó con la vida del número dos del brazo político de Hamas, Saleh al Arouri.
Se trata del primer ataque que lleva a cabo Israel contra miembros de la organización palestina en el extranjero, desoyendo las advertencias y amenazas de líderes de la región. Durante la mañana del miércoles se produjeron protestas en Beirut contra el ataque israelí, al tiempo que Hizbulá advirtió que la muerte de Arouri no quedará "sin respuesta o castigo". Las fuerzas de paz de la ONU desplegadas en el sur del Líbano tras la guerra de 2006, señalaron que su organización está "profundamente preocupada" por las "consecuencias devastadoras" de una posible escalada.
El goteo constante de enfrentamientos en la frontera desde el inicio de la ofensiva en Gaza, si bien no es considerado un frente de guerra, ha causado ya 161 muertos, entre ellos 21 civiles. Desde octubre, Israel ha evacuado a más de 60.000 civiles de pueblos a lo largo de su frontera, mientras que en el lado libanés otras 75.000 personas han sido desplazadas por los combates, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (IOM). Grupos de derechos humanos han acusado a Israel de usar proyectiles con fósforo blanco en zonas fronterizas libanesas, quemando cientos de hectáreas e hiriendo a civiles.
Recientemente Israel amenazó con intervenir en el Líbano si Hizbulá no cesa sus ataques. "Si el mundo y el gobierno libanés no actúan para impedir los disparos contra los residentes de Israel y para distanciar a Hizbulá de la frontera, el Ejército israelí lo hará", señaló Benny Gantz, miembro del gabinete de guerra israelí. "Solo hay dos opciones: una solución política o una operación militar. Lo que existía antes del 7 de octubre ya no existirá. Concederemos un cierto tiempo para la solución política. Pero si no se logra, todas las opciones están sobre la mesa", señaló Eli Cohen, ministro de Exteriores israelí, tras una visita en la frontera norte de Israel.
Tel Aviv aspira a que los militantes de Hizbulá se retiren a unos 30 kilómetros dentro de su territorio, tal y como exige la resolución de la ONU 1701, pactada con Israel tras la guerra de 2006. Dicha resolución solo permite la presencia de fuerzas estatales libanesas y fuerzas de Naciones Unidas en esta zona de amortiguamiento.
Sin embargo, el gran arraigo de Hizbulá entre las poblaciones chiíes del sur del país y la falta de poder de las fuerzas armadas libanesas -derivada de una profunda crisis institucional y económica- ha facilitado la presencia de militantes en esta zona. "La situación actual, como todo el mundo sabe, es tensa", señaló la semana pasada en un encuentro con la prensa en Beirut el general Aroldo Lázaro Sáenz, el oficial español que dirige la misión de paz de la ONU en la región fronteriza.
Funcionarios occidentales temen que cuanto más dure la guerra, mayor es el riesgo de una escalada regional por un error de cálculo, por lo que han iniciado contactos diplomáticos con ambas partes para evitar la escalada bélica. Según revelaron funcionarios estadounidenses al Wall Street Journal, Washington y París están llevando a cabo negociaciones secretas para persuadir a Hizbulá para que se retire de esta franja de 30 kilómetros en la frontera con Israel. Estados Unidos ha propuesto un acuerdo para resolver las diferencias territoriales fronterizas, que habría sido rechazado por la milicia libanesa. Mientras, Francia baraja fortalecer las fuerzas de la ONU estacionadas en el sur del país o incluso dar al ejército libanés un papel más importante en el área, para que esta fuerza ejerza de amortiguador entre los militantes de Hizbulá y el ejército israelí.
El refuerzo del Ejército libanés requiere una gran transferencia de financiación y recursos para poder operar en esta región. El cuerpo militar arrastra problemas desde hace años por la falta de financiación y la caída de la libra libanesa, que ha provocado centenares de desertores en sus filas por los recortes salariales. El sectarismo político además, dificulta la capacidad del gobierno de encontrar una postura común para hacer frente a Israel y también, al partido más votado del país, Hizbulá, cuyo brazo armado tiene más recursos que el propio ejército nacional.