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La caída en picado de Keir Starmer en menos de 80 días

La popularidad del 'premier' toca fondo por el escándalo de los regalos personales

Keir Starmer y su mujer, Victoria, embarcan en un avión en Essex, Inglaterra, el pasado julio
Keir Starmer y su mujer, Victoria, embarcan en un avión en Essex, Inglaterra, el pasado julioS. RousseauPOOL
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En menos de 80 días, la popularidad del laborista Keir Starmer ha caído casi tan bajo como la que tenía su predecesor, el conservador Rishi Sunak. El escándalo de los regalos personales o freebies, la sensación de descontrol en Downing Street y una serie de medidas impopulares -de la puesta en libertad de presos por la congestión de las cárceles a la supresión de las ayudas a los pensionistas para pagar la calefacción- le han hecho caer en picado en las encuestas.

El 46% de los británicos tiene una opinión "desfavorable" de Starmer, frente al 33% que aprueba su labor, según un sondeo de Survation para The Daily Mail. Otras encuestas le sitúan ya en menos de tres meses por debajo del listón del 30% de popularidad, en contraste con los 1.082 días que tardó Tony Blair en tocar fondo o con los 676 días de Margaret Thatcher.

Starmer llega este domingo a Liverpool, a la Conferencia Nacional del Partido Laborista, con la obligación de dar un volantazo al turbulento arranque de su mandato, lastrado desde el inicio por las manifestaciones antiimigración y por rebeliones de sus propios diputados o disputas internas, como la causada por la filtración del sueldazo de su jefa de Personal, Sue Gray (200.000 euros al año).

"Tengo el control", llegó a decir esta semana Starmer, ante la sensación de caos en Downing Street, comparable a la que rodeó a Boris Johnson. Su promesa de acabar con el amiguismo que distinguió a los gobiernos tories ha caído en saco roto con el escándalo de los regalos personales: de sus gafas de diseño a sus trajes y los de su esposa Victoria, más las entradas para ver al Arsenal y a Taylor Swift.

Starmer y su equipo de Gobierno se vieron forzados el viernes a asegurar que no recibirán más freebies a manos de donantes millonarios como lord Waheed Alli. Se estima que los miembros de su equipo de Gobierno han podido recibir en cuatro años un total de 375.000 euros en regalos, incluidas estancias y vacaciones pagadas (algo por lo que también se distinguió Boris Johnson).

El 58% de los británicos estima que el premier no debería haber aceptado los regalos y el 60% considera que ha incumplido de entrada su promesa de "limpiar la política", según el sondeo de Survation. El 64% considera entre tanto que "no es apropiado" que asesores como Sue Gray (que dirigió en su día la investigación interna del Partygate) cobren más que el primer ministro.

Sus decisiones políticas también le están pasando factura. Más de 50 diputados se rebelaron contra su propuesta de eliminar los subsidios a millones de pensionistas para pagar las facturas de la calefacción en invierno (con la excusa de ahorrar 1.500 millones de euros de las arcas públicas). En la conferencia de Liverpool, los sindicatos aspiran a subir la presión y forzar a su líder a dar marcha atrás en la impopular medida.

El reciente encuentro de Starmer con la primera ministra italiana, Georgia Meloni, y la "admiración" por su política migratoria han reactivado las suspicacias del ala izquierda del Partido Laborista ante el viraje hacia la derecha de su líder, después de haber cancelado de entrada el controvertido plan Ruanda.

Entre los diputados más moderados cunde entre tanto la inquietud por la insistencia de Starmer en el "agujero fiscal" dejado por los tories y en la necesidad de "medidas duras". Su discurso en el jardín de Downing Street se interpreta a estas alturas como un mala señal a los británicos, que siguen sin tener un atisbo del "cambio" prometido y con el que logró la mayoría absoluta.

"Change begins" ("El cambio comienza") es precisamente el lema elegido para la conferencia laborista. Pero lo cierto es que la sensación de alivio y moderado optimismo que arropó a la mayoría absoluta de Stamer se ha esfumado en tiempo récord. El líder laborista, que no destaca precisamente por su capacidad de infundir entusiasmo a los votantes, tiene la misión imposible de resetear su Gobierno después de un turbulento arranque.