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Geopolítica

¿Será China la próxima gran potencia estabilizadora global?

China ha intentado durante todo 2024 presentarse como la próxima gran mediadora global, como una potencia que puede ocupar los espacios dejados por los fracasos de Estados Unidos

El presidente chino, Xi Jinping, pronuncia un discurso en el aeropuerto internacional de Macao el pasado 18 de diciembre.
El presidente chino, Xi Jinping, pronuncia un discurso en el aeropuerto internacional de Macao el pasado 18 de diciembre.GONÇALO LOBO PINHEIROEfe
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Hasta en ocho ocasiones, China usó su poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para bloquear sanciones contra el régimen sirio de Bashar Asad. Pero, a diferencia de Rusia e Irán, que formaban una alianza estrategia con Asad, en Pekín veían al dictador como un socio importante en una región clave para el ambicioso proyecto de infraestructuras e inversiones bajo el paraguas de la nueva Ruta de la Seda, la piedra angular de la política exterior del líder chino Xi Jinping.

Con un Asad fuerte en Damasco, Xi se aseguraba la protección de las inversiones chinas a largo plazo en petróleo y gas, a la vez que mantenía lejos a los combatientes uigures -minoría musulmana asentada en el noroeste de China- que lucharon junto a Al Qaeda contra el Gobierno sirio en la guerra civil.

En el gigante asiático, algunos de los analistas de cabecera del gobernante Partido Comunista vieron la caída del régimen de Asad como un pequeño golpe para los intereses de Pekín, sobre todo porque había llevado mucho tiempo construir unas sólidas relaciones bilaterales con Siria, que atravesaban su mejor momento después de que, el año pasado, Asad visitara China por primera vez en dos décadas para firmar con Xi lo que llamaron una "asociación estratégica".

En los últimos días, desde la superpotencia asiática, que al principio mantuvo bastante distancia ante los repentinos cambios en una Siria ahora controlada por los grupos rebeldes, se ha empezado a ofrecer ayuda para la reconstrucción del país. "China está dispuesta a desempeñar un papel constructivo para ayudar a Siria a restablecer la paz y la estabilidad", ha manifestado recientemente Geng Shuang, representante chino en la ONU.

China intentó durante todo 2024 presentarse como la próxima gran mediadora global, como la potencia estabilizadora que va a ocupar los espacios dejados por los muchos fracasos diplomáticos de Estados Unidos. Intentó venderse como tal tras la invasión rusa de Ucrania, pero más de dos años después, lo único que ha conseguido por ahora en ese escenario es ampliar la desconfianza de Occidente por continuar apoyando económicamente al régimen de Vladimir Putin. A finales de año, Pekín se llevó una reprimenda del líder ucraniano Volodimir Zelenski por trazar un plan de paz sin contar con Kiev. En una entrevista en diciembre, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, sorprendió diciendo que esperaba que Pekín desempeñara un papel clave en la mediación de la paz entre Rusia y Ucrania.

Oriente Próximo, África y América Latina son las principales piezas del tablero geopolítico en las que China lleva años ampliando significativamente su huella económica y política. En las dos últimas, la expansión china ha arrasado por feudos que antes estaban dominados por la influencia estadounidense, de potencias coloniales europeas o incluso de Rusia. En el convulso Oriente Próximo, que acapara en estos momentos parte del foco mediático, los funcionarios chinos presumen de la rapidez con la que han extendido su influencia, sobre todo entre los países árabes. Aseguran que esto se debe a que, a diferencia de las potencias occidentales, ellos nunca dan lecciones a los líderes regionales sobre cómo tienen que gobernar sus países.

China no disimula cuando tiene que hacer piña con la sancionada Irán, a la que lleva años proporcionando un salvavidas económico comprando el 90% de sus exportaciones de petróleo. Y se apuntó el tanto de la reconciliación entre Arabia Saudí e Irán, rivales regionales desde hace más de siete años. Las potencias musulmanas suníes y chiítas, dominantes en el Golfo Pérsico, se reunieron en Pekín para firmar la reapertura de sus misiones diplomáticas.

China, antes de que todo estallara tras el ataque de Hamas a Israel del 7 de octubre de 2023, se ofreció para mediar entre Israel y Palestina, incluyendo una propuesta para sentar en una misma mesa en Pekín al líder israelí Benjamin Netanyahu y a Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina. El pasado julio, Pekín albergó conversaciones entre las dos mayores facciones palestinas rivales, Hamas y Fatah.

El Gobierno de Xi mantiene buenas relaciones con todos estos actores palestinos, al igual que tradicionalmente tenía fuertes vínculos con Israel. Los volúmenes comerciales entre estos dos países se duplicaron entre 2013 y 2022. China se convirtió en el segundo socio comercial de Israel, con la tecnología jugando un papel clave en las relaciones bilaterales: muchas empresas israelíes se acercaron a los gigantes tecnológicos chinos.

Pero la relación se comenzó a torcer antes de que estallara el conflicto regional por la presión en 2019 del Gobierno estadounidense de Donald Trump para que Tel Aviv investigara el flujo del dinero chino que se movía dentro del país. Con la Administración Biden, Israel acordó en 2022 que notificaría a EEUU cualquier acuerdo importante, sobre todo en materia tecnológica, al que llegara con China.

China siempre ha apoyado públicamente la causa palestina, defendiendo que la solución del conflicto pasa por la creación de dos estados, y ha evitado públicamente llamar grupo terrorista a Hamas. Fue el principal apoyo de Palestina para que este Estado se convierta en miembro pleno de la ONU y no ha dudado en acusar al Gobierno de Netanyahu de provocar una crisis humanitaria con la masacre en Gaza y de criticar las incursiones del ejército israelí en Líbano.

"Con el paso de los años, China ha asumido un papel cada vez más importante en diversas tareas internacionales de mantenimiento y consolidación de la paz, pero esto aún no ha sido apreciado por Estados Unidos y Occidente, que a menudo consideran que los esfuerzos de China son una conducta egoísta para promover sus intereses geopolíticos", opina el profesor de sociología y analista político Lau Siu-kai, comentarista habitual en los medios estatales chinos.

"A medida que el estatus y la influencia internacionales de China siguen aumentando, su papel como pacificador se vuelve cada vez más prominente. En el conflicto palestino-israelí, Estados Unidos y Occidente han apoyado o colaborado con las matanzas en gran escala y los desastres humanitarios en la región de Gaza, mientras que China ha optado por trabajar con la comunidad internacional para ejercer presión política y moral sobre Israel", asegura Lau.

"Las actuales guerras en Oriente Próximo exponen los dobles estándares de Estados Unidos en materia de derechos humanos", dijo en unas declaraciones recientes el jefe de la diplomacia china, Wang Yi. "Si EEUU se preocupa tanto por los derechos humanos de los musulmanes, ¿por qué sigue provocando o apoyando guerras en Oriente Próximo y otras regiones, causando un gran número de víctimas musulmanas inocentes? ¿Por qué hace la vista gorda ante las injusticias históricas que ha sufrido el pueblo árabe y no apoya que Palestina se convierta en miembro de pleno derecho de la ONU?".

Durante los paseos de los últimos meses de altos diplomáticos chinos por la región, estos han evitado normalmente hacer escala en Israel, donde no olvidan que Pekín no condenó el sangriento ataque de Hamas que tomó cientos de rehenes y dejó 1.200 israelíes muertos. Desde Tel Aviv, al igual que su aliado de Washington, opinan que la superpotencia asiática se ha vendido como mediador únicamente ante las naciones árabes.