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El ruedo ibérico

Ajedrez geopolítico

Gukesh, durante su acto de celebración.
Gukesh, durante su acto de celebración.HOW HWEE YOUNGEFE
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Rusia dispone de unas 6.000 cabezas nucleares. No puede utilizar ninguna por excesiva e injustificable en un conflicto convencional. También posee ingentes recursos naturales y energéticos que le sirven de sobra para financiarse, pero no para prosperar. Un maniatado, contradictorio, inabarcable coloso en decadencia en manos de un autócrata-dictador "pálido, frío y viscoso" (Madeleine Albright "dixit"). Por los medios clásicos no ha podido aplastar militarmente a Ucrania ni, exigido en su lucha contra Kiev, mantener un segundo frente y sostener a Bashar al Asad.

Sancionado, ha desaparecido del mapa del deporte por reincidente turbiedad en asuntos de dopaje y, desde 2022, por invasor de un territorio soberano. Sus representantes, cuando son autorizados a competir, según diferentes y siempre controvertidos acuerdos federativos de aquí y allá, lo hacen en calidad de neutrales, poco menos que apátridas, sin el uniforme, la bandera y el himno nacionales. Así ha sucedido en el recién finalizado Campeonato del Mundo de Natación en Piscina Corta.

En el escenario arlequinado de las 64 casillas se aprecia especialmente el crepúsculo ruso. A lo largo del tiempo, ningún país ha dominado tanto un deporte de difusión y raigambres planetarias como la Unión Soviética-Rusia el ajedrez. Una pasión popular, una asignatura escolar, una imagen de marca. Sólo Bobby Fischer rompió, en la época cenital de la Guerra Fría, y en unas partidas de interpretación, trascendencia y repercusiones ideológicas, la preponderancia de los jugadores del otro lado del Telón de Acero.

La pujanza de China e India

La URSS recuperó el cetro. Pero, tras su disolución oficial, su jaque mate, el 26 de diciembre de 1991, debilitada, expiró como reina con su peón Vladímir Krámnik en 2006. A partir de entonces, la corona fue pasando por las sienes del indio Viswanathan Anand y los ex soviéticos Ruslán Ponomariov (ucraniano) y Rustam Kasimdzhanov (uzbeko). Luego por, de nuevo, las de Anand, Magnus Carlsen (noruego) y Ding Liren (chino). Anand frenó a un tenaz y epilogal Krámnik. Carlson y Liren, a Sergei Kariakin y Yan Nepómniashchi, los últimos rusos aspirantes a restaurar el dominio rojo.

Liren acaba de perder el título ante otro indio, Dommaraju Gukesh, de 18 años, el campeón más joven de la historia. Ambos, vencedor y vencido, han dado la razón a Garri Kaspárov, que sostiene que el predominio ajedrecístico personal está asociado al momento que vive el mundo. Liren y Gukesh representan a las dos naciones más pobladas de la Tierra, máximos exponentes del desplazamiento hacia esa zona del centro geopolítico, geoestratégico y económico del Globo. Son un símbolo y una metáfora. Nunca antes habían dirimido el título dos asiáticos y, además, a mayor abundancia del significado, en Singapur, esa pujante ciudad-Estado.

Rusia ha roto relaciones y amarras con la legalidad internacional. Pero no está aislada. Tiene privilegiadas relaciones con China e India. Los surte de petróleo, recibe su apoyo político y forma un bloque tripartito que se enfrenta, en una "Guerra Templada", a Occidente. Ésas son las Grandes Piezas de las Grandes Partidas que se juegan en el Gran Tablero del mundo.