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Análisis | Guerra de Ucrania

Zelenski no tenía cartas y Donald Trump las enseña antes de jugar

Vladimir Putin, coherente con el viejo manual de negociación soviética, demora los plazos y sólo acepta el tipo de tregua que más le conviene

Zelenski, Trump y Putin.
Zelenski, Trump y Putin.AFP
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Si nos ceñimos a las narrativas y los comunicados pomposos de los equipos de prensa de la Casa Blanca y el Kremlin, el compromiso de Vladimir Putin y Donald Trump con la paz es inequívoco y estamos más cerca del final de la guerra. Si leemos entre líneas, estamos en el mismo punto que hace unas semanas. Si traducimos el documento presentado por EEUU al lenguaje del mundo real, Vladimir Putin rechazó ayer, por segunda vez, la propuesta de alto el fuego que acordaron Estados Unidos y Ucrania en Arabia Saudí hace ya dos semanas. Zelenski aceptó una tregua total. Putin, no.

En su estrategia habitual, el Kremlin transformó una propuesta de parar la guerra en una simple y descafeinada tregua energética y de infraestructuras (esto último, sólo se lee en el comunicado de EEUU, no en el de Rusia), lo que significa que va a poder seguir bombardeando ciudades ucranianas durante los próximos 30 días sin ningún problema. Anoche mismo, mientras se emitían los comunicados, Rusia lanzaba una oleada de drones y misiles, como cada noche.

Esta llamada de ayer incluye un nuevo truco para ganar tiempo que no alcanza ni la blanda propuesta de Emmanuel Macron de hace un mes, que añadía una tregua naval y de medios aéreos en todo el cielo ucraniano. Rusia sigue con sus posturas maximalistas, como si en realidad hubiera arrasado en su Operación Militar Especial que iba a durar tres días y estamos ya en el cuarto año de esta pesadilla.

El Kremlin, en su versión del comunicado, mucho más sincera que la estadounidense, admite que no acepta la propuesta de Trump porque «un alto el fuego de 30 días exige que Ucrania detenga la movilización de sus fuerzas armadas y su rearme, y que cese la asistencia militar extranjera y la cooperación en materia de inteligencia». En esencia, lo que Rusia exige es una capitulación de Ucrania.

Sin exigencias a Rusia

Seguimos esperando de Trump exija algo a Rusia, a pesar de que su propuesta ya ha sido rechazada dos veces mientras que para Ucrania todo ha sido humillación, líneas rojas y renuncia.

No sabemos nada de los territorios ocupados por Rusia, ni de la central de Zaporiyia, ni de las garantías de seguridad, ni nada de lo que hace unas horas parecía decisivo repartirse y que ahora ni aparece en los comunicados. Rusia y EEUU se comprometen a poner en marcha «negociaciones técnicas para la implementación de un alto el fuego marítimo en el Mar Negro, un alto el fuego total y una paz permanente». Más allá de la motivacional frase de la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, la realidad es que esto podríamos haberlo leído hace un mes, cuando el secretario de Estado Marco Rubio y el ministro de Exteriores Sergei Lavrov se reunieron en Arabia Saudí.

Además, la tregua energética también beneficia a Moscú. Los ataques en profundidad a las desprotegidas refinerías están haciendo un daño considerable a la industria del petróleo y el gas rusos, al mismo nivel que los bombardeos de Moscú a las centrales de distribución de energía de Ucrania, que han provocado apagones en todo el país a veces de tres o cuatro días enteros.

Max M. Kampelman, que ya pactó los tratados de armamento de Washington con Moscú, dejó escrito que, «para tratar con negociadores soviéticos es decisivo estar dispuesto a permanecer en la mesa de negociación un día más de lo que ellos hubieran estado dispuestos a permanecer». El tiempo es clave y corre a favor de Putin. Trump, con su idea de una paz rápida para Ucrania, ha mostrado su propia posición de debilidad con su verborrea. Le dijo a Zelenski en la bronca del despacho Oval que no tenía cartas para negociar, pero el propio Trump ha enseñado las suyas a Putin antes de comenzar la partida.

Ahora el autócrata ruso sólo tiene que demorar los plazos, algo básico en el viejo manual soviético de negociación, para que Trump se canse y acabe presionando a Ucrania para que acepte lo que sea o que le retire de nuevo la ayuda militar. Ese objetivo, que EEUU se enfade y rompa con Ucrania, sería otra gran victoria para el Kremlin.

Masaje de ego

Putin, un viejo agente del KGB experto en leer las mentes de sus rivales, ha demostrado que sabe manipular a Trump masajeando su ego y jugando con bagatelas imaginarias como los «miles de soldados ucranianos que salvaron la vida solo gracias a Trump».

El analista alemán Nico Lange afirma que «Putin está frenando a Trump y manteniendo sus posiciones máximas. El nuevo grupo de trabajo entre EEUU y Rusia sobre Ucrania continúa sistemáticamente convirtiendo a Ucrania y Europa en destinatarios de los acuerdos de los grandes. Trump venderá este desequilibrio como un éxito, y Putin podrá estar satisfecho».

El profesor de Estudios Estratégicos de Saint Andrews, Phillips P. OBrien, asegura que «Trump y Putin están repartiéndose Ucrania y tomando decisiones fundamentales sobre el futuro de Europa, y ningún líder europeo participa en la conversación».

Trump y Putin también acordaron celebrar partidos de hockey en EEUU y Rusia, como si hablaran de un nuevo combate entre Iván Drago y Rocky Balboa.