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Cancelando a J.K. Rowling

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J.K. Rowling, la escritora de Harry Potter.
J.K. Rowling, la escritora de Harry Potter.GTRES

Como Perra de Satán (no, no voy a entrar en ese asunto) tras el polémico ¿Quién se ríe ahora? de RTVE, J.K. Rowling se ha quitado de en medio. No literalmente, tranquilos, pero sí de una manera absolutamente espectacular: el esperadísimo programa especial que celebraba los 20 años de la primera película de Harry Potter cuenta con ella de manera anecdótica, testimonial y mínima. Está pero como si no estuviera. Sólo le falta entrar en el plató en modo holograma proyectado por R2D2, como la princesa Leia en La guerra de las galaxias.

Sus controvertidas (y sacadísimas de quicio) declaraciones sobre las mujeres trans han convertido a la autora británica en una apestada en determinados círculos. En un alarde de justicia poética (cabrona pero poética) esos círculos pertenecen en su mayoría a las generaciones que se han criado con las historias de Harry Potter. Rowling, la creadora del universo fantástico más fructífero (esto es, rentable) de las últimas décadas, es ahora persona non grata para muchos de los que han crecido leyendo volumen tras volumen de su niño mago. Su ausencia en el especial que, en resumen, la celebraba a ella, es tan ridícula como ilustrativa de los tiempos que vivimos.

Se han tendido la trampa perfecta a ellos mismos: tras años dando la barrila con la necesidad imperiosa de invisibilizar las obras de genios como Woody Allen o Polanski (el primero un señor de moral dudosa, el segundo un delincuente) a modo de castigo para sus autores, se enfrentan con una creadora cuya obra veneran pero cuya personalidad y opiniones les parecen detestables. Incapaces de arrebatarle la titularidad de Harry Potter y todo lo que le rodea (sólo faltaría), los que clamaban por la cancelación de numerosos escritores, cineastas y músicos entienden ahora de primera mano cómo funciona lo de separarlos de sus obras. Potter sí, Rowling no.

Las pseudo-explicaciones sobre la espantada de la autora de su propio especial son vagas, pero tampoco se puede pedir más: la señora Joanne Rowling, una de las artistas más ricas de la historia, no tiene ni ganas de dar explicaciones ni la necesidad de demostrarle a nadie que la jefa de todo lo que huela a Hogwarts es ella. Todo lo que existe en ese maravilloso mundo es de su invención y propiedad.

¿Qué hacemos ahora? ¿Nos enfadamos y no respiramos? ¿Renegamos de todos los libros, películas, juguetes, videojuegos y puñetitas de Harry Potter con la cabeza bien alta y la superioridad moral bien afilada? ¿Colocamos los lomos de los libros y DVDs al revés en la estantería, junto a los discos de Miles Davis (maltrataba a su mujer), los poemas de Gil de Biedma (se lo hacía con chavales) o las películas de Leni Riefenstahl (era pelín nazi)? ¿Ganará esa absurda concepción de la moral artística que tanto se estila ahora o la sensatez de toda la vida?

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