Un panfletillo ludita de ayer en el periódico asegura que «la comprensión lectora disminuye cuando los alumnos leen un texto en una pantalla» y que «escribir a mano favorece un aprendizaje más profundo, el desarrollo de la memoria y las habilidades motrices». Ningún estudio que así pueda llamarse ha probado sandeces semejantes. Ni esas ni el resto de afirmaciones en pompa que se usan para que las pantallas desaparezcan del aprendizaje. Habiéndose escrito a mano y leyéndolo yo bellamente impreso en papel Munken Print Cream, no sé cómo los autores del artículo tienen la audacia de sostener tales tesis, refutadas en el mismísimo momento de intentar probarse. La base científica de los trogluditas es la de aquellas pobres madres que arrancaban a sus hijos los libros de las manos, ¡te vas a dejar los ojos y a volver loco con tanto libro! Dulces madres cervantinas. Como cualquier ser retroiluminado comprende, no hay ni puede haber diferencias cognitivas entre leer en papel o en pantallas. La diferencia de comprensión solo tiene que ver con el ruido que en una y otra superficie se genera. Esto se comprueba en muchos de los comentarios a los textos de las webs noticiosas. Leer esta columna mientras emergen pop-ups como pin-ups da los resultados que da y que cualquiera puede comprobar pinchando en el botón correspondiente. La tarea de la autoridad educativa es la de trabajar con las empresas tecnológicas para producir softwares cada vez más rigurosos y útiles —la extremada pobreza de ebooks es el contraejemplo— y para conseguir que la inevitable disciplina de la escuela se extienda fluidamente al ámbito digital. Sin embargo, para eso hay que pensar y trabajar y no prohibir perezosamente. El apoyo de los grupos de padres whatsapp —gran ejemplo de insalubridad tecnológica— a las iniciativas populuditas tiene una triste explicación, y es el consuelo que han encontrado las familias ante el fracaso escolar. Harían bien en ponerle luces largas al desconsuelo. El fracaso escolar importa menos que el de la vida. El Foro Económico Mundial cifra en cerca de un 60% los empleos que necesitarán de una sustancial mejora en las competencias digitales (inteligencia artificial, macrodatos, ciberseguridad, etcétera) de los trabajadores. El tipo de cifras que tienen en cuenta los colegios privados a la hora de organizar sus estrategias digitales. La amenaza de una nueva brecha de desigualdad educativa es evidente. Un artículo de este febrero en el Economist (How AI will divide the best from the rest) señala que los que vuelan alto volarán más alto: «En lugar de reducir las disparidades, es probable que la IA amplíe las divisiones en la fuerza laboral, al igual que las revoluciones tecnológicas del pasado». Así, solo cabe imaginar el futuro de estos trabajadores segregados desde la escuela. Como estamos en guerra iba a escribir carne de cañón. Pero las guerras se han sofisticado demasiado.
¡Quia!
El futuro que preparan los trogluditas a sus hijos
La tarea de la autoridad educativa es la de trabajar con las tecnológicas para producir softwares cada vez más rigurosos y útiles y para conseguir que la inevitable disciplina de la escuela se extienda fluidamente al ámbito digital
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