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Todos los años es la misma historia. Bajan las temperaturas y, más tarde o más temprano, nuestra garganta se resiente. ¿De dónde viene ese dolor tan intenso que, prácticamente, nos impide tragar? El doctor Julio Maset, especialista de Cinfa, nos lo explica. "Las causas más frecuentes son dos infecciones: la amigdalitis y la faringitis. La primera es la inflamación de las amígdalas palatinas, coloquialmente conocidas como anginas, y se trata de una de las enfermedades más comunes en la infancia. En cambio, la faringitis es la inflamación de la mucosa de la faringe o garganta, que es la cavidad que se extiende desde la parte posterior de la nariz y de la boca hasta el inicio de la laringe y el esófago. A menudo, además, la faringitis está asociada a la inflamación de amígdalas, en cuyo caso se la denomina faringoamigdalitis", explica.
Ambas infecciones, prosigue Maset, "pueden ser agudas o crónicas —si el proceso inflamatorio se repite a menudo o persiste en el tiempo—y pueden estar provocadas tanto por virus (entre el 70-80% de los casos de faringitis y el 60% de los de amigdalitis) como por bacterias. Las infecciones más frecuentes son por causa de virus (más de 200 cepas diferentes, siendo los más habituales los adenovirus, rinovirus, influenza, coronavirus -distinto del SarCov-2-, virus respiratorio sincitial...). En un 30%, las infecciones pueden ser bacterianas, que suele ser más frecuentes entre los cinco y los 15 años de edad".
¿Cómo 'nos llegan' los virus y las bacterias? "La mayor parte de los virus y bacterias se contagian por las gotas de saliva emitidas al hablar y, sobre todo, al toser o estornudar. En una persona enferma, la saliva y la mucosidad del árbol respiratorio contienen el patógeno (virus o bacteria). Al toser o estornudar, se proyectan unas microgotas (gotas de Flugge) que pueden alcanzar una distancia de hasta más de dos metros y permanecen unos 30 minutos en suspensión o hasta 10 minutos en superficies. Al respirar, el aire contaminado o tocar una superficie contaminada (por ejemplo, dando la mano a quien anteriormente se tapó la boca con las manos al toser) y llevarnos las manos luego a nariz, ojos o boca, se produce la infección".
El doctor Maset subraya la importancia de distinguir si nos encontramos ante un virus o una bacteria. "Es fundamental diferenciarlos, porque, si bien ambas enfermedades suelen manifestarse con síntomas similares, el cuadro y el tratamiento varían en función de si están provocadas por un virus o una bacteria".
Si el origen es vírico, "además de la inflamación de amígdalas y/o faringe, hay dolor de garganta —sobre todo al tragar—, fiebre baja, tos, mucosidad o congestión nasal y malestar general". Y, si la causa es bacteriana, "la fiebre puede ascender a más de 38 grados, el malestar general y el dolor en la garganta son más intensos —hay dificultad para tragar—, los ganglios del cuello se inflaman de manera más llamativa y pueden aparecer las famosas placas de pus blancas en las amígdalas", detalla.
¿Es cierto eso de que, si nos quitan las amígdalas, estamos menos 'menos protegidos' contra las faringitis? "La evidencia científica hoy nos dice, que tras la extirpación de las amígdalas, no hay una merma de la función del sistema inmunitario contra las infecciones. No obstante, se trata de una técnica quirúrgica y, por tanto, solo debe estar indicada en los casos de amigdalitis recurrentes o con abscesos y en unas otras pocas patologías. En la era preantibiótica, la intervención tenía sentido en los casos de 'anginas' recurrentes, pero en la actualidad no es la primera línea de tratamiento".
El primer factor de riesgo es el contagio. "En invierno, nuestro comportamiento social cambia. Tendemos a estar más tiempo en espacios interiores compartidos con otras personas y con menos ventilación que en verano, lo que favorece el contagio. Además, las microgotas duran algo más en el aire antes de desecarse (por la humedad ambiental) y los virus sobreviven mejor a estas temperaturas y con poca insolación".
¿Influye salir a la calle con el pelo mojado para ponernos malos o cubrirnos la garganta para evitarlo? "No hay evidencia de que salir con el pelo mojado nos haga más proclives a sufrir una infección de garganta. Pero cubrirse la garganta contribuye a que nuestro cuerpo no pierda calor, lo que sí está relacionado con la actividad de las células que nos protegen en el tracto respiratorio, y hace que respiremos más con la boca cerrada, lo que permite que el aire entre por la nariz, se caliente y se humedezca, evitando resecar la garganta.
Este especialista nos cuenta que "lo habitual es padecer de dos a tres resfriados al año (los menores, algo más). Hay personas que no enferman o lo hacen esporádicamente y otras que lo hacen con mayor frecuencia. Si el resfriado se hace crónico o si se enferma más de cuatro o cinco veces al año por resfriado sería conveniente comentarlo con el médico/a para verificar que nuestro estado inmunitario y nuestro tracto respiratorio están bien. También hay que evitar confundir con resfriado lo que en otras ocasiones es una rinitis alérgica, sobre todo en primavera-verano".
En este escenario de sobreabundancia de información -no siempre veraz-, Maset aclara que "no hay evidencia científica de que haya alimentos (como muchas veces se ha comentado sobre el ajo) o vitaminas capaces de prevenir el resfriado. La vitamina C parece que, tomada antes de resfriarnos, podría acortar la duración de los síntomas ligeramente. En la actualidad, se están haciendo estudios con probióticos, pero la evidencia no es todavía determinante. Muchas medidas como la hidratación, las gárgaras con agua salada tibia o la miel, tienen más importancia para 'suavizar' los síntomas, pero no para prevenir el contagio".
Tampoco hay evidencia de "la efectividad del jengibre, lo que sí es cierto es que si se toma en infusión, el hecho de hidratarnos con una solución (que no debe estar demasiado caliente) puede aliviar los síntomas de sequedad y molestias de la garganta". Ni del propóleo, la jalea real o la equinácea. "La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) no considera que haya evidencia sólida de que exista una causa-efecto entre la jalea real, equinácea o el propóleo y las propiedades que se les atribuyen. La miel y los caramelos aumentan la cantidad de saliva en la boca, lo que facilita tragar y reduce las molestias derivadas del catarro, al igual que las infusiones".
¿Son buenos los humidificadores? "Por el uso de la calefacción en invierno, el ambiente de la casa puede llegar a ser muy seco. Usar un humidificador incrementa la humedad ambiental, lo que puede ayudar a aliviar una congestión nasal y facilitar la expectoración. Eso sí, es importante que sea un humidificador de vapor frío, usarlo para llegar a humedades del 40 %-50 % y no más y, sobre todo, seguir las instrucciones del fabricante para mantenerlo limpio. También puede ser útil, si se tienen radiadores, colocar sobre ellos toallas húmedas, que harán que al evaporar el agua, incremente la humedad ambienta"l.
Lo habitual es que, después de un dolor de garganta fuerte, llegue una tos horrible, ¿qué hacemos? "La mejor medida es una hidratación correcta (al menos, dos litros al día) y si es agua (no muy fría) o infusiones (dejándolas templar), mejor. Si la tos se hace muy molesta, además de gárgaras con manzanilla tibia o agua salada tibia, podemos recurrir al profesional farmacéutico para que nos aconseje cuál es el mejor producto en función del tipo de tos y de si hay más síntomas.
Y, para acabar (por hoy), ¿en qué situaciones tenemos que ir al médico? "Si se trata de bebés o niños muy pequeños y se observa deshidratación o fiebre alta (más de 38º) o esta dura más de tres días, debemos acudir. En adultos sanos, se debe acudir si han pasado más de 10 días del inicio de lo síntomas y estos no mejoran o empeoran, o si la fiebre sube o si afecta a nuestra capacidad de alimentarnos más de 48 horas (en ocasiones, el catarro puede acompañarse de diarrea o vómitos).
Diez consejos para prevenir o afrontar la faringitis y la amigdalitis
1. Protégete y protege a los demás. Tápate la boca y la nariz al toser o estornudar, usa pañuelos desechables y lávate con frecuencia las manos con agua y jabón para prevenir el contagio. Además, mantén los espacios comunes del hogar bien ventilados, sobre todo, cuando un miembro de la familia esté contagiado.
2. Fortalece tu garganta con una dieta rica en vitamina C. Los cítricos, las uvas y la miel reforzarán tu organismo y te ayudarán a mantener tu garganta en buen estado.
3. Huye de los cambios bruscos de temperatura. Los ambientes demasiado secos debido a la calefacción o demasiado fríos a causa del aire acondicionado, así como la ingesta de comidas muy calientes o bebidas excesivamente frías, pueden lesionar la mucosa de la faringe.
4. La bufanda, tu mejor complemento este otoño. En otoño e invierno, abrígate bien antes de salir de casa: cúbrete la garganta con una bufanda o pañuelo o bien elige una vestimenta que te tape suficientemente el cuello.
5. Evita los ambientes muy contaminados. Si respiramos aire con exceso de contaminación, podemos fomentar que los virus y las bacterias acumuladas en él penetren en nuestro cuerpo y provoquen la aparición de faringitis.
6. Si te pones enfermo, guarda reposo. Sobre todo, en el caso de que tengas fiebre. El sueño es fundamental para que el sistema inmune pueda hacer frente a las infecciones bacterianas y víricas.
7. Evita el consumo de sustancias irritantes. El alcohol y el tabaco pueden empeorar los síntomas. Este segundo es, además, factor de riesgo para desarrollar faringitis.
8. Asegúrate de estar bien hidratado. Beber agua es indispensable para eliminar toxinas y recuperar el líquido que hayas podido perder durante el proceso infeccioso, así que es conveniente que aumentes tu ingesta de líquidos. Elige bebidas frías o tibias y evita las excesivamente calientes, ya que pueden irritar todavía más tu garganta.
9. Calma el dolor haciendo gárgaras con agua salada. Existen soluciones ya preparadas de agua de mar que pueden ayudarte a aliviar el dolor y la irritación de garganta. También, puedes hacer gárgaras con manzanilla o con agua tibia con sal.
10. Reduce las molestias al tragar con una dieta blanda. Puré, pasta o arroz son una buenas opciones al inicio de la enfermedad si la deglución te resulta dolorosa. Posteriormente, se recomienda ir realizando una progresión gradual en la ingesta de alimentos hasta volver a la dieta habitual.