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Elisenda Pascual, psicóloga, psicoterapeuta y escritora: "La ansiedad es una aliada que nos dice que algo no está en su lugar"

"A menudo el cuerpo habla lo que no queremos percibir", asegura la autora de Amor de piel adentro. El arte de revisar patrones para quererse bien (Diana)

Elisenda Pascual Martí es psicóloga, psicoterapeuta y escritora con 15 años de experiencia profesional acompañando a familias y parejas adultas.
Elisenda Pascual Martí es psicóloga, psicoterapeuta y escritora con 15 años de experiencia profesional acompañando a familias y parejas adultas.©Wijkmarkphoto
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"No conozco a ningún iluminado. Absolutamente todas las personas tenemos alguna herida a revisar". Elisenda Pascual (Lleida, 24 de noviembre de 1981) ha elegido exponerse en primera persona pese a ser psicóloga, psicoterapeuta, escritora y fundadora del centro Acompanyament Familiar con más de 15 años de experiencia. En su nuevo libro Amor de piel adentro. El arte de revisar patrones para quererse bien (Ed. Diana) muestra cómo del dolor de una herida nacen las grandes inspiraciones.

"Cuando estaba a punto de cumplir 42 años se me volvió a romper el corazón. Esta vez, a diferencia de las anteriores, fue un dolor punzante, pero también vino acompañado de serenidad", explica acerca de su historia personal, en la que se permitió desplomarse para renacer. "Tendemos a idealizar a las profesionales que estamos detrás de la cámara o en redes sociales y no somos seres perfectos", admite de esta primera parte en la que se abre en canal, para después pasar a un cuaderno terapéutico con ejercicios prácticos hablando de tú a las personas. "A menudo el cuerpo habla lo que no queremos percibir".

Cada vez se conocen más los estilos de apego en la crianza y cómo nos influyen en la edad adulta. ¿Qué les diría a quienes responden ante esta nueva educación psicológica que antes no había tanto miramiento con los niños y, sin embargo, aquí estamos?
Siempre que me hacen comentarios así pienso si esa persona que cree que no estamos tan mal realmente está viendo el mundo en el que habitamos. Es importante la perspectiva de que la generación actual no hemos pasado por ninguna carencia grande, como pudieron pasar nuestros abuelos y abuelas. Es decir, aunque hay guerras en el mundo y muchos traumas, estos discursos nacen desde un lugar privilegiado. Me pongo como ejemplo: soy una mujer, blanca, europea y mi energía está volcada en el autoconocimiento porque mis necesidades básicas en la pirámide de Maslow están cubiertas. Por eso mi curiosidad se vuelca en cuestionarme otros aspectos de la vida, que tal vez, no tuvieron tiempo de interrogarse en otras generaciones. Ellos, simplemente, hicieron lo que pudieron con la realidad que tenían. La nuestra es otra. Es parte de la evolución humana y no hay que compararse. Nosotros tenemos que hacer nuestro propio camino.
¿La personalidad se conforma en la primera infancia?
Yo siempre les digo a las familias que ponemos los ingredientes del pastel, después los vamos a amasando para que, en la edad adulta, nos comamos el pastel que tenemos. Eso no significa que no lo podamos decorar, añadiéndole flores o nata. Para eso está la terapia. Nos permite redefinir y reprocesar: explicarnos distinto cómo elaboramos nuestro pastel. Pero los ingredientes nos vienen dados en la infancia. Por eso a veces las psicólogas somos tan pesadas de volver a mirar esa parte de nuestra historia, que no tiene por qué ser densa ni negativa. Siempre intento poner mucha luz a todo el proceso de revisión de la narrativa personal, confío en la capacidad transformativa de las personas acompañadas de una buena terapeuta.
En el libro explica que preferimos un patrón seguro, aunque nos haya maltratado o despreciado, a quedarnos solos. ¿Por qué seguimos atrayendo a personas que encajen en nuestro puzle pese a detectar que no es lo que merecemos?
Las personas prefieren un mal acompañamiento a la ausencia, pero este maltrato nunca puede generar un patrón seguro. El sistema de caricias nos dice que las personas, como seres altriciales y mamíferos sensibles, necesitamos ese contacto humano. Somos seres sociales. En el siglo XIX, se documentaron casos de alta mortalidad infantil en orfanatos y hospitales, a menudo atribuidos a una condición que se denominó "marasmo". Posteriormente, se descubrió que había bebés que morían por falta de afecto y de presencia de la madre, no por falta de comida, sino de contacto afectivo. Necesitamos esa vinculación con la especie y la buscamos de la manera que sea. Preferimos que nos griten o insulten a que no nos vea, porque llevamos enraizado que si tu tribu no te ve corres riesgo de morirte. Para sobrevivir una busca la manera de ser vista: la rebelde, la que se salta los límites, la que complace...
Expone que estamos inmersos en un estoicismo emocional. ¿Qué consecuencias tiene mantenerse en el hacer, hacer y hacer sin parar a observar cómo nos sentimos?
Cada vez hay más desconexión precisamente de ese punto de abundancia. Nos hemos pensado que el éxito es tener cuatro coches, una mansión, 34 hoteles y muchos, muchos ceros en el banco. Pues bien, mucha gente tiene todo eso y se siente interiormente carente. Yo trabajo con gente muy "bienestante" y sus muchos ceros en el banco no llenan esa parte: tienen heridas, carencias y miedos como el resto. El hacer nos desconecta del ser, cuando tú más haces, más sobrevives. Haces de una manera reactiva, porque hay miedo de que si no haces, algo te va a faltar. No es que tengas que rascarte la barriga en el sillón, pero la voluntad no tendría que ser constantemente querer más y más. La bulimia de crear, hacer y poseer nos dice que ni somos, ni hacemos, ni tenemos nunca suficiente. Aprender a parar es difícil, para mí la primera, pero es importante valorar lo que tienes y quién eres para, desde ahí, creerte que ya tienes lo suficiente antes de salir al mundo a buscar más cosas.
¿Es cierto que tapamos carencias internas con objetos materiales?
Sacan un iPhone y al año ya hay otro nuevo. ¿Cómo podemos digerir toda la oferta que nos da la sociedad? Cuando esa carencia no existe porque la llenas de valor eres menos manipulable con el consumir, con el hacer, con el correr. Eso es un trabajo personal.
¿Qué es el egoísmo madurado y en qué se diferencia del egocentrismo?
Para mí el egoísmo es el poder de ponerte a ti como protagonista de tu vida y que eso no te genere culpa. Pero diferenciándolo de la inmadurez ególatra. Cuando tú vas por el mundo pensando que todo el mundo se tiene que adaptar a ti es una actitud muy infantil. El "es que yo soy así y el mundo me tiene que aceptar o a mí me gusta esto y a todo el mundo le tiene que gustar". Pero eso no significa que me tenga que poner atrás o como actor secundario de mi vida por complacer tus necesidades constantemente o lo que se espera de mí. Hay un punto en el que tenemos que saber parar. Buscar ese egoísmo maduro.
Critica el perfeccionismo. ¿Es una manera de sentirnos eternamente insatisfechos?
Es la zanahoria del caballo. Es esta idea que también se está usando a nivel de manipulación y de construcción de la estructura social para hacerte sentir que cada vez necesitas más. Más fuerte, más joven, más delgada, con más títulos y más dinero. A nivel psicológico nos conecta con ese afán de, cuando éramos pequeños o pequeñas, conquistar la atención de mamá o de papá. Ese mecanismo de siempre buscar más está muy activado y el cerebro tiende a reproducir lo que conoce. La autoexigencia es un suicidio lento, porque nunca llegas y te consume la vida.
La queja y la crítica se han instalado en el discurso interno. ¿Cómo dejamos de echar balones fuera y empezamos a responsabilizarnos de nuestra rueda?
La crítica es un deporte nacional, que no está mal, porque el pensamiento crítico ayuda, pero siempre que vaya acompañada de una propuesta de transformación. De lo contrario, se queda en un vacío infértil. Si sólo critico, sólo espero que alguien de fuera venga a cambiar lo que a mí no me gusta. Eso me hace dependiente y es un comportamiento infantil. Cuando no nos han dado lo que necesitábamos durante las etapas en que tocaba se nos queda ese patrón de vida y seguimos esperando del mundo y creyéndonos con el derecho de llorar. Ahí perdemos la voluntad, nuestra capacidad humana de transformar. De generar un cambio real.
¿Por qué últimamente se escucha tanto eso de que estamos todos fatal?
Hay un factor que tiene mucho que ver con la estructura social y política en la que vivimos. A las nuevas generaciones les va a costar mucho estar en bienestar. Hasta la generación de nuestros padres, si trabajabas era algo bastante exponencial y llegaba un punto en el que mejorabas. Ahora hay una realidad social y estructural que nos está colocando cada vez más también en una conducta de indefensión aprendida. Tú trabajas y no puedes acceder a un alquiler y todo sube. Ves que nadie hace nada por ti y piensas para qué voy a gastar tanta energía, si no puedo cambiarlo. Quizá haya que revisar la manera en que estamos funcionando como sociedad. A mí se me ponen los pelos de punta cuando oigo eso de que tú puedes conseguir lo que te propongas. A veces sí, pero otras no. Tenemos mucho más poder personal del que nos enseñan y del que creemos, pero también es importante comprender que no lo podemos hacer solas ni todo depende de nosotras. Hay que tener red: un sostén y sentir que el mundo en el que tú estás viviendo también te cuida.
¿Por qué dice que viviendo desconectados cada vez somos más esclavos de nuestra herida?
El cerebro se está programado para sacarnos de los problemas. La herida es la que va constantemente a activar nuestro patrón de vida, así que si yo no reviso cómo está mi cuerpo, el síntoma, no veo lo que se esconde detrás. Cuando te duele el pie, no puedes caminar y vas al médico. ¿Por qué tapar un problema de salud mental? Porque es incómodo e implica una voluntad. En la sociedad del hedonismo, donde todo tiene que ser placer, lo más cómodo es tomar un ansiolítico y tapar la sintomatología. La ansiedad es una aliada que nos dice que algo no está en su lugar. Si no la atendemos, no podremos ver qué está fuera de lugar en nuestra vida. Es la piedra en el zapato que no quitas y, cuando llegas a casa, te ha hecho un boquete en la piel.
¿Por qué invita a alejarse de tanta negatividad?
Lo sensacionalista es lo que más vende y, por tanto, lo que más sale. Siempre digo que en el mundo hay más bueno que malo, de lo contrario, nos extinguiríamos como especie. Lo positivo no se valora, se da por hecho. Un ejemplo lo tenemos en las buenas notas o en el trabajo. Pero si siempre te centras en lo negativo empiezas a ser eso también. Sin embargo, si ves los avances sociales, la preocupación por la ecología, ves que hay posibilidad de cambio y que tú puedes tener un papel en ello. Si no, ¿para qué estás aquí? ¿Has venido a cambiar de jeans? No hay que perder el sentido de vida, aunque nos quiten la filosofía de los colegios. Si no cultivamos el pensamiento crítico acabamos como autómatas.
¿Cómo baja a tierra la herramienta de la gratitud, ahora tan de moda?
Es un trabajo de neurociencia: empezar a mirar lo que sí funciona en mi vida. Porque por más depresiva y más difícil que sea, siempre hay algo que funciona, si no, no estarías viva. Si eso que funciona lo valoras, vas sumando canicas al bote de lo que nos suma en la vida, y el cerebro va a entrenarse para mirar eso. No es que no exista lo que se pone cuesta arriba, pero la gratitud nos ayuda a construir un bienestar y una paz mental, haciendo del cerebro nuestro aliado.