ACTUALIDAD ECONÓMICA
Negocios arrasados

De la pizzería de Miguel al bar de Edi: "Llevo días sin dormir echando cuentas y no sé si volveré a abrir. Hace falta muchísimo dinero para reconstruirlo todo"

Las pequeñas empresas sepultadas por la gota fría en la Comunidad Valenciana exigen rapidez a la Administración y que lleguen "ayudas a mansalva"

Pizzeria l'Antiga, propiedad de Miguel Angel y Guillermina, que tuvieron que salir buceando al llegar el agua hasta los dos metros destruyendo todo el negocio.
Pizzeria l'Antiga, propiedad de Miguel Angel y Guillermina, que tuvieron que salir buceando al llegar el agua hasta los dos metros destruyendo todo el negocio.FOTOGRAFÍAS: Alberto Di Lolli
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El outlet de Sandra en Sedaví era desde hace más de 20 años la tienda a la que todos los jóvenes de Valencia iban a comprarse unos levis cuando no podían pagarse unos levis sin outlet en Valencia. Hoy los 501 están amontonados bajo un amasijo de barro, mugre y restos de cañizo. Los maniquíes están rebozados en fango y el local, de unos 600 metros cuadrados, está arrasado por las inundaciones que asolaron la provincia la semana pasada. Como el suyo hay otros 5.000 comercios destruidos por la DANA.

Justo cuando Pedro Sánchez anunciaba el primer plan de ayudas del Gobierno para las víctimas de las tormentas, Sandra sacaba una pila de pantalones, camisas y chaquetas empapadas en lodo.

- ¿Sabes ya cuánto has perdido?

- Claro que lo sé... Hemos perdido toda una vida.

Sandra es la mujer del propietario de la tienda. Tienen un local similar en el centro comercial Bonaire, en Aldaia, y otro en el centro comercial MN4, en Alfafar. Bueno, tienen... Tenían. Porque ya no queda nada. "Es un desastre absoluto", se lamenta. "Pasar la pandemia ya fue muy duro, nos endeudamos, pedimos tropecientos avales, y ahora nos pilla esto... ¿Cómo hago yo para seguir adelante? Nuestro año era ahora. El Black Friday, la campaña de Navidad, lo teníamos todo a tope y mira cómo está".

El Gobierno aprobó ayer la primera fase de un plan dotado con 10.600 millones de euros que contempla ayudas a los ciudadanos, las empresas y las instituciones locales. Además, prometió eliminar las trabas burocráticas para que las ayudas puedan llegar lo antes posible.

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"Si no llegan ayudas a mansalva, no vamos a salir de esta", admite Sandra. "La tienda entera está para tirar, no se puede recuperar nada y hay muchas familias detrás. Si al menos puedo salvar el local para reflotar el negocio...".

En la puerta de la tienda hay una montaña de ropa destruida y cientos de perchas apiladas. También algún resto de los audis que salieron despedidos desde el concesionario que hace esquina a unos 200 metros. Allí se refugió Gema, la encargada de la tienda la noche del pasado martes cuando la riada sepultó la zona comercial de Alfafar y Sedaví. "Era un tsunami", recuerda ahora mientras carga en un carrito de supermercado los brazos amputados de un maniquí. "Cuando empezaron a advertir que venía el agua, la corriente ya me llegaba a mí por la cintura. Cuando me llegaron las alertas al móvil, la tenía por aquí". Y se pone la mano en el pecho. "Corrí hasta la hamburguesería y de ahí fuimos hasta la planta alta del concesionario".

Los comercios empiezan a calcular los daños de la DANA: "He perdido un millón de euros"

El local de Audi es hoy el apocalipsis. Los vehículos están amontonados como si fueran coches de juguete, las ventanas están reventadas y todos los accesos bloqueados por toneladas de residuos. "Fue una pesadilla, una masacre", dice Gema, que pasó la noche en el centro comercial tras intentar escapar sin éxito por la V-31. No salió del concesionario hasta las ocho de la mañana del día siguiente. "Lo que vi por la mañana era la ruina absoluta. Todo lo que la gente ve por la tele no se parece en nada a lo que puedes sentir aquí".

Justo enfrente de su local está el restaurante de una cadena de hamburguesas. Hoy están tirando cientos de panes y yogures en un montón de basura en el que se adivinan aún los juguetitos que te regalan con el menú infantil. Todo está cubierto de barro. Johana es la encargada y ayer estaba tratando de achicar agua del establecimiento. Ella también durmió entre audis junto a los 20 clientes que tenía esa tarde. "Lo perdimos todo", dice. "Toda la maquinaria, la comida, hasta el dinero de la caja... Salimos por patas".

El camino que separa Alfafar de Sedaví se puede cubrir saltando de sofá en sofá. En la esquina de la calle Valencia hay una señal enorme que dice: "Sedaví, cuna del mueble". Es la primera industria del municipio y hay decenas de negocios que ahora están devastados. Las calles están inundadas de butacas, colchones, escritorios, estanterías y cientos de sofás desperdigados por cualquier rincón como si un tornado los hubiera lanzado por los aires.

Begoña es la propietaria de tres negocios. También ha perdido los tres. Su almacén, en Massanassa, desapareció bajo tres metros y medio de agua. Aunque las cámaras que tiene en su interior le salvaron la vida. Cuando vieron que el almacén se empezaba a inundar, desalojaron las tiendas por la vía rápida.

"Es la ruina total", reconoce dentro de una de sus locales, decorado aún con las ofertas de Halloween. "Ahora sí que da miedo de verdad", bromea en medio del caos, cubierta de barro hasta las cejas. Su marido calibra unas pérdidas de más de un millón de euros. "¿Qué ayudas me van a dar mí que compensen eso?", se pregunta Begoña. "Con que me dieran la mitad ya me daría con un canto en los dientes".

Toda la zona es una ruta de desgracias. Adivinamos que la clínica veterinaria de Rafa es una clínica veterinaria porque hay un gatito en la única ventana que queda en pie. Dentro no sobrevivió nada. En su otro local, en Massanassa, no aguantaron ni las paredes. "Recuperar esto sería más de 200.000 euros", admite él, que escapó de milagro la noche del pasado martes junto a su hijo y la auxiliar de su empresa. "Si nos encerramos en la clínica, nos aplasta el agua". La riada les pilló en la carretera y escalaron hasta una primera planta amarrados a un cable de luz y a una tira de sábanas como si fuera una liana. "Mi hijo no paraba de gritar: ¡Nos vamos a morir! ¡Nos vamos a morir! Tengo su voz grabada", cuenta Rafa. "Yo le tranquilizaba y le decía que no, pero en el fondo sabía que no iba a ser fácil".

- ¿Cómo se recupera uno de esto?

- Tardaremos un poco, pero volveremos a abrir.

En Massanassa, un municipio a 15 kilómetros de Valencia, la imagen es todavía más dantesca. Cada escena es peor que la anterior. Aquí las ventanas están reventadas, el fango es más líquido y se cuela por todas las rendijas. Las marcas de la inundación son terroríficas. Miguel mide 1,80 y la marca del agua en su pizzería le saca una cabeza. El martes salió de su restaurante buceando por un agujero de su persiana. Literalmente. "Aquí llueve mucho y a lo mejor se inunda un poco algún garaje, pero no esto", explica. Su negocio cumpliría seis años en dos semanas. Lo ha perdido. "Si entre los seguros y las ayudas no tenemos que hipotecarnos mucho, lo reconstruiremos todo. Si al final de la película, tengo que endeudarme otra vez, me buscaré otra faena".

Miquel calcula que ha perdido cerca de 50.000 euros. Sólo el horno donde cocina las pizzas valía 20.000. Su casa, también en el pueblo, la compró hace cinco meses. 180.000 euros más. También se la tragó el agua, como a Juan, el vecino del bazar chino. "Aquí ya no queda nada".

María Jesús Viguer tiene una farmacia en Catarroja... O tenía también. El local hace esquina en una de las zonas arrasadas por la DANA. Al otro lado del teléfono, encuentra algo de cobertura con dificultad y define con la voz entrecortada el que era su lugar de trabajo como un escenario "catastrófico". No sólo el suyo. "Todos los negocios están totalmente destruidos", lamenta. En su local, de 800 metros cuadrados, el agua llegó a un palmo del techo.

Viguer compró la farmacia que lleva por nombre su apellido en 1981 y, 43 años después, asiste a la debacle con una mezcla de tristeza e impotencia que le invade, como a todos sus vecinos, pero no le permite parar. Acumula días de limpieza y noches en vela. "No duermo echando cuentas", asegura. A bote pronto, calcula más de un millón y medio de euros en pérdidas... "Y me quedo corta", afirma mientras trata de recopilar: 200.000 euros por cada robot... y tenía dos, todas las máquinas del laboratorio, ordenadores, el material del centro de estética... Sólo en stock acumulaba más de 400.000 euros.

"Es terrorífico", sentencia Viguer. A sus 70 años, empezar de cero no es una opción. Ya se ha puesto en contacto con el consorcio de compensación de seguros, pero vaticina que la cobertura será insuficiente para cubrir las pérdidas y remontar el negocio: "Es muchísimo dinero lo que nos va a hacer falta para reconstruirlo todo, necesitamos ayudas a fondo perdido, más allá de los ERTE. Y, aun así, no sabemos si vamos a poder reabrir dentro de cinco o seis meses".

A escasos 400 metros de la farmacia de Viguer está el Edi's Bar, un establecimiento hostelero que durante horas se convirtió "en una lavadora", según describe su copropietario, Edison Tanasa. El relato impresiona: "Entraba el agua por la puerta y salía por la ventana, se movía todo... las neveras acabaron encima de la barra y el barril de cerveza sobre la máquina de tabaco". Mercancía, maquinaria, mobiliario... Lo da todo por perdido. Y lo que no se echó a perder por la fuerza del agua se lo robaron después.

A Gema, en el outlet de los levis, también. "A la desesperación por la ruina se añade la mala fe de la gente", se lamenta. Las pocas prendas que se salvaron del barro se las llevaron los ladrones. Ahora tienen el escaparate vallado con palés como en una peli de zombis.

¿Qué le piden los pequeños empresarios a la Administración? "Que sean rápidos", urge ella cargada de aquellos vaqueros enfangados. "Que sean rápidos en las ayudas porque ganas de salir adelante a nosotros no nos van a faltar. Eso nadie nos lo puede quitar".