Cuesta mucho convencer a las empresas de que la fotografía es un elemento esencial de su narrativa. Contar con un equipo de profesionales en plantilla es transmitir al público (a veces, un público tan selecto como el resto del Ibex) un aura, un mensaje, una manera de liderar. Venido a menos, como tantos otros oficios vinculados de forma más o menos directa a la cultura, el género fotográfico gana cuerpo aquí gracias al retrato.
Un buen retrato dependerá siempre de al menos tres factores: la luz disponible (natural o artificial), la pericia compositiva del fotógrafo y el material utilizado. En realidad, la cámara importa menos que el objetivo, y objetivos hay tantos que es muy fácil perderse en la inmensidad. En esta lista se incluyen siete que cubren todos los estilos, aunque siempre con un ojo puesto en el valor diferencial, en la plasmación de esa imagen imbatible que convierte al CEO en algo más que un directivo.
Leica 75mm Summilux f1.4
Para muchos se trata de la mejor lente de retrato de la historia. Es imperfecta, ya no se fabrica y una buena unidad de segunda mano no baja de los 2.500 euros, pero los resultados son espectaculares, casi pictóricos, con una transición perfecta entre el área enfocada y las zonas fuera de foco. La ventaja de la montura M de Leica es que puede adaptarse fácilmente a cualquier sistema, incluidos Nikon, Canon y Sony.
Mitakon 80mm f1.6
La marca china fabrica este objetivo de enfoque manual para los sistemas de medio formato de Fujifilm y Hasselblad. Más que la nitidez clínica, su fuerte es la tridimensionalidad, esa característica que permite que el sujeto flote y se eleve por encima del contexto. En contra juega su peso, a favor tanto su precio (799 euros) como su carácter vintage.
Nikon 58mm f1.4 G N
Perteneciente a la generación réflex de Nikon, esta herramienta ha envejecido como pocas. En su día fue altamente venerada y todavía hoy se adquiere tanto nueva como de segunda mano (entre 700 y 900 euros en este segundo caso) y es compatible con la montura más reciente de la marca nipona (Z) gracias al adaptador FTZ. El 58mm produce uno de los mejores bokeh de la historia.
TTartisan 75mm f1.5 Swirly Bokeh
Clon del mítico Zeiss Biotar a un precio de risa (349 euros) y en montura de rosca M42, es decir, de nuevo utilizable en cualquier plataforma con el adaptador correspondiente. No todo el mundo apreciará la naturaleza heterodoxa del TTartisan, pero quien lo haga contará en la colección con un sello inconfundible de identidad. El swirly bokeh es un desenfoque nervioso especialmente reconocible cuando el fondo de la foto es un entorno boscoso o vegetal.
Fujifilm GF 110mm f2
Una propuesta moderna que no está reñida con cierto halo artístico. El medio formato digital, con sensores de 44x33 milímetros, brilla en el contexto de la fotografía de estudio. Con el esquema adecuado (por ejemplo la infalible iluminación Rembrandt) el sujeto adquirirá el aire de un retrato de Velázquez o Goya. La única pega: el enfoque automático es menos fiable que el manual.
Leica 90mm Summicron f2
Otra vieja gloria de la era Mandler (1922-2005), el ingeniero alemán también responsable del 75mm citado en este listín. En el mercado de segunda mano, un ejemplar impoluto rondará los 1.200 euros, una auténtica ganga si se atiende a su rendimiento, similar en blanco y negro al dibujo que se haría con carboncillo.
Meyer Optik 75mm Primoplan f1.9 II
La escuela alemana se hace notar con esta pequeña compañía fundada en 1896. El Primoplan firma el bokeh más original del septeto, a medio camino entre el nerviosismo del Biotar/TTartisan y un burbujeo muy peculiar. Se fabrica a mano para once monturas diferentes (incluyendo las de Canon, Sony, Nikon, Fujifilm, Pentax y Leica) y se vende nuevo por 999 euros.