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Los mercados energéticos respiran al compás del ojo por ojo entre Estados Unidos y China. El país norteamericano lidera el comercio internacional de crudo y gas natural licuado (GNL), y la potencia asiática es el mayor comprador mundial de ambos combustibles. Por ello, la escalada arancelaria que de facto hace inviable el intercambio comercial entre Washington y Pekín está sacudiendo el orden energético mundial, incluidos los flujos marítimos. Buques cargados de gas made in America han empezado a buscar alternativas a Asia, y todas las miradas señalan a Europa que, además, ha llegado a primavera con los almacenamientos bajo mínimos.
El índice holandés TTF, principal referencia europea para el precio del GNL, el gas que se transporta congelado por barco, se ha desplomado casi un 40% desde que arrancó el fuego cruzado entre Donald Trump y Xi Jinping hace apenas dos meses. En concreto, desde el pasado 10 de febrero, cuando entraron en vigor los aranceles chinos de hasta el 15% a productos estadounidenses como el gas, el petróleo y el carbón. Desde el 1 de abril, la víspera del Día de la Liberación, cuando el presidente estadounidense anunció su particular fórmula arancelaria, el TTF acumula una rebaja del 19%. En el lado del pretróleo, el barril de Brent ha caído más de un 18% desde la toma de posesión del líder republicano el 20 de enero, si bien a ese desplome, además del efecto Trump, ha contribuido la reciente decisión de la OPEP y Rusia de abrir las compuertas del crudo a partir de mayo.
Además del principal exportador del mundo de GNL, Washington es, con 19,63 millones de barriles diarios de crudo, el primer productor de petróleo del mundo. Del mismo modo, Pekín es, además del mayor comprador mundial de GNL, el primer importador de crudo del mundo, con más de 11 millones de barriles diarios. A ojos de los trader de la energía, la suspensión de los aranceles recíprocos de 90 días de la Casa Blanca no cambia nada. Ni el previsible parón en la adquisición de combustible estadounidense por parte de China, uno de sus mejores clientes, ni el riesgo de recesión económica mundial que amenaza con recortar la demanda de combustible, lo que llevaría a una situación de sobreoferta.
Más que el ultraproteccionismo de la Casa Blanca, es la reacción del gigante asiático lo que ha sorprendido al mercado y lo que está trastocando las curvas de precios energéticos. «La reacción de China no se esperaba porque es altamente dependiente del combustible del exterior», explica Pedro Antonio Merino, director de Estudios y Economista Jefe en Repsol. A nivel internacional, la guerra arancelaria ha reforzado los temores de un exceso de oferta de combustible. Ayer mismo, la Agencia Internacional de la Energía (IEA), el brazo energético de la OCDE, recortó en un tercio la previsión de consumo de petróleo para este año por el impacto de la guerra comercial.
«China ha respondido a los aranceles de Estados Unidos con barreras significativas y, en consecuencia, ese GNL que de forma natural podría llegar al continente asiático empieza a estar más disponible para otros lugares», expone Raúl Yunta, presidente de Mibgas, el mercado gasista ibérico. «El gas que no entre a China por los aranceles se dirigirá a Europa», concreta Merino.
Hace días que el mercado da por descontado que una oleada de GNL estadounidense inundará el continente europeo. En parte, porque a estas alturas del año, el único lugar donde se puede almacenar el gas que no se haya vendido en los meses fríos es la Unión Europea, donde Bruselas sigue obligando a los Veintisiete a llegar al invierno con las reservas al 90%.
Históricamente, los contratos internacionales de compraventa de gas incluían cláusulas de take or pay (compra o paga), que penalizaban a cualquiera de las partes por cambiar los términos de suministro, o que prohibían la reventa de combustible a terceros países. «Son prácticas que en la UE están prohibidas, pero que existían, si bien cada vez son más frecuentes contratos a corto plazo con fórmulas más flexibles», explica Yunta, quien afirma que esta creciente elasticidad de los acuerdos de compraventa estaría propiciando esa redirección hacia Europa del producto que China está dejando de comprar por los aranceles.
No es casual que los almacenamientos de gas de la UE hayan pasado de un nivel de llenado promedio del 33,56% a finales de marzo, tras arrasar con sus reservas a un ritmo acelerado este invierno; a situarse hoy en el 35,6%. El caudal ha dejado de bajar, ahora sube.
"China está revendiendo sus cargamentos de GNL estadounidense, y deprimiendo los precios del GNL en la región", corrobora a este diario Robert Rozansky, analista especializado en GNL de Global Energy Monitor, organización no gubernamental con sede en San Francisco que cataloga proyectos de combustibles fósiles y energías renovables en todo el mundo. Aunque asegura que aún es pronto para saber cómo evolucionará el mercado, Rozansky avanza que la guerra comercial de la Administración Trump con China, y los aranceles en general, han elevado el riesgo financiero asociado a los proyectos de GNL proyectados en EEUU. "Es probable que los costos de construcción aumenten debido al encarecimiento de los materiales y, potencialmente, a la inflación", expone.
'Drill, baby, drill'
La curva de precios del gas en Europa está reflejando un efecto estacional que se traduce en una bajada de su coste a medida que la temperatura se templa, pero a ello se ha sumado el temor a una recesión económica. Así lo apunta Óscar Barrero, socio responsable de Energía en PwC España: «El mercado teme que la guerra comercial afecte a la economía global y, por consiguiente, a la demanda de energía y a sus precios. A esto hay que añadir que la política de Trump pasa por doblar la capacidad de producción de gas de Estados Unidos, lo que supone meter presión de oferta al mercado internacional de gas».
Desde el divorcio de la UE y Rusia, la potencia norteamericana se ha alzado como uno de los principales aliados energéticos de los Veintisiete. En 2024, suministró el 45% del GNL importado por el bloque comunitario. Bruselas, de hecho, arrancó 2025 con la previsión de una mayor demanda de gas por barco tras descontar el final del flujo de combustible ruso a través de Ucrania, y gracias al inminente aumento de capacidad exportadora de Estados Unidos, Catar o Australia.
También Washington comenzó el año con buenas perspectivas. Como botón de muestra, la multinacional Cheniere, un coloso del gas con sede en Houston (Texas), destacó en su última presentación anual de resultados que en 2024 sus exportaciones de GNL batieron récord, con 646 cargamentos, y ratificó ante inversores su intención de pulverizar esta marca de nuevo en 2025. Las propias previsiones del Departamento de Energía de Estados Unidos han puesto cifras al drill, baby, drill (perfora, nena, perfora) de Trump: su previsión es que las exportaciones brutas de GNL autóctono aumenten un 19% este año y otro 15% para 2026.
A pesar de la mejora en el precio del gas en el mercado europeo, que ahora es mucho más competitivo que el asiático, el idilio energético entre Washington y la UE se enfrenta, por un lado, al titubeo de inversores e industrias hasta conocer cómo queda la foto arancelaria. Ello amenaza con anestesiar la demanda. Por otro lado, el nuevo escenario de desconfianza mutua podría trastocar las previsiones de ambos bloques económicos. "Estados Unidos puede convertirse en el gran proveedor energético de la Unión Europea. Veremos cómo encaja en la política arancelaria de Washington contra Europa", reflexiona el socio de PwC.