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Era una de las imágenes más esperadas de la jornada en Siria y en el conjunto de la comunidad internacional. El líder de los rebeldes que han derrocado el régimen de Asad, Abu Mohamed al Jolani, ha llegado a Damasco a primera hora de la tarde. Y de inmediato se dirigió a la histórica Mezquita de los Omeyas, donde aseguró ante los suyos que el derrocamiento del presidente sirio supone "una nueva historia para toda la región".
"Esta victoria es una nueva historia para toda la umma (nación) islámica y para toda la región. Asad ha dejado a Siria como una finca para las ambiciones iraníes, y propagó el sectarismo y la corrupción", subrayó Jolani en una breve alocución dentro de la mezquita.
La visita es un acto simbólico que recalca la victoria de la alianza insurgente, liderada por Hayat Tahrir al Sham (HTS), contra el régimen sirio instaurado en 1971 por Hafez Asad, padre del mandatario derrocado, perteneciente a la secta alauí. "Hoy se ha limpiado Siria, gracias a Dios y a los muyahidines (combatientes)", mientras sus seguidores le interrumpían con gritos de "Dios es grande, Dios es grande".
El mundo entero se pregunta quién es Jolani. Una figura que disparó su perfil el pasado miércoles en la ciudadela de Alepo, mientras una multitud intentaba fotografiarse con él.
En el vídeo de ese día ya destacaba la bandera de la revolución siria -que pretendía unificar a toda la nación- y la ausencia de símbolos islamistas. El acto era parte de una estrategia de comunicación muy estudiada para validar su contienda y alejarse de su pasado como militante fundador de la rama de Al Qaeda en Siria, conocida como Frente al Nusra.
Temible pasado
Las declaraciones de Jolani contrastan con el origen de HTS, formado en 2017, una organización repleta de combatientes yihadistas más o menos extremistas, que se escindieron de la filial de Al Qaeda en Siria, creada a su vez tras una ruptura con el Estado Islámico.
La trayectoria de Jolani le ha valido un puesto en la lista de terroristas por los que Estados Unidos ofrece una recompensa por su captura. Sin embargo, desde que lanzó la ofensiva el 27 de noviembre, ha dado pasos alentadores: ha establecido una línea telefónica de atención al público en Alepo para presentar denuncias, animado a las fuerzas oficialistas a desertar sin represalias y perseguido intentos de saqueo por parte de facciones rebeldes que participan en la ofensiva.
Estas acciones siguen la estela de la estructura de gobierno que el HTS estableció en Idlib, donde tras aplastar a otras facciones yihadistas y salafistas de la zona se ha convertido en la mayor fuerza opositora contra Asad.
Jolani creó el Gobierno de Salvación Sirio, una suerte de estructura de seguridad que trata de brindar unos servicios públicos mínimos en una ciudad que acoge a cerca de tres millones de desplazados. La institución cuenta con ministerios que supervisan la salud, educación segregada por sexos, así como academias militares que han profesionalizado sus fuerzas.
El proyecto no ha estado exento de acusaciones de violaciones de derechos humanos, persecución contra los críticos y manifestaciones contra la autoridad de Jolani.
"El HTS ha tratado de demostrar un nivel de pragmatismo necesario para competir con sus rivales más tradicionales. Utiliza su viejo argumento de que está combatiendo la corrupción y poniendo fin a las divisiones, pero a ojos de Jolani, cuanto mayor sea su control, más segura será su posición", asegura en un análisis del grupo militante Charles Lister, analista del Middle East Institute en Washington.
Sin embargo, Jolani dio un impulso de apertura política en Idlib mucho antes de la ofensiva actual contra Asad. En 2022 se reunió con las minorías cristianas para escuchar sus preocupaciones, al tiempo que empezó a explicar su proyecto a la prensa extranjera. En una entrevista con el medio público estadounidense PBS, Jolani se desmarcó del extremismo islamista que supuso una amenaza más allá de las fronteras de Siria.
"Lo primero y más importante es que [Idlib] no representa una amenaza para la seguridad de Europa y Estados Unidos", declaró. No obstante, no se desmarcó de los métodos usados por grupos armados extremistas, como los atentados suicidas. "Sí, en algunas batallas hemos usado mártires. ¿Qué significa esto? Es un arma. No tenemos aviones para utilizar en la lucha contra el enemigo", aseguró.
Jolani no admite la autoría de algunos actos que cometieron las organizaciones que él ha liderado, como los asesinatos de población de la minoría alauí, aunque no reniega de su pasado militante en dichos grupos. Cita el ataque del 11 de septiembre de 2001 como un acto que le provocó un gran impacto de joven, cuando empezó a mantener contacto con grupos islamistas en Damasco.
Nacido en 1982 como Ahmed Hussein al Shara en el seno de una familia profundamente panarabista, Jolani se radicalizó durante la adolescencia hasta finalmente romper con su familia y viajar a Irak durante la invasión estadounidense en 2003.
Allí se unió a un grupo yihadista en Mosul que juró lealtad a Abu Musac al Zarqawi, líder de Al Qaeda en Irak. Poco después fue encarcelado y liberado en 2010, meses antes de la revolución siria. Ante el levantamiento contra Asad, Jolani creó la filial de Al Qaeda en Siria y poco después se separó de aliados como el Estado Islámico y luego la propia Al Qaeda, antes de consolidar con otras facciones el HTS en 2017.
Tras estas divisiones y cambios de marca, Jolani intenta presentarse como un líder pragmático que ha dejado atrás su tiempo en Al Qaeda. Promete que ha abandonado la yihad global y que ahora solo quiere centrarse en derrocar el régimen de Asad para establecer un gobierno islámico en Siria.
Parte de su estrategia de lavado de imagen pasa incluso por un cambio de aspecto, de los turbantes a un pelo y barba recortadas, junto con camisas que le dan un aspecto alejado de la imagen internacional de un combatiente extremista.
El tiempo dirá si son reales las promesas de un gobierno de transición civil o si se trata de la enésima metástasis del yihadismo que ha padecido Siria y que se presenta con una nueva imagen, como hace tres años hicieron los talibanes en su regreso a Afganistán.
Los líderes de Kabul prometieron unas políticas abiertas a los derechos de la ciudadanía, en cambio las mujeres se enfrentan ahora su destierro total del espacio público, incluyendo la prohibición de acceso a la educación y mercado laboral.