Emmanuel Macron está muy debilitado en Francia. Pedro Sánchez se encuentra en una posición igualmente complicada en España, sin capacidad de sacar adelante unos Presupuestos y señalado ya en Bruselas por las reticencias de su Gobierno a elevar la inversión en Defensa. Y Giorgia Meloni mantiene su cercanía al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mientras el magnate plantea una guerra comercial a Europa y adelanta que la seguridad de la UE ya no es una prioridad para su Administración. Los máximos responsables de tres de las cuatro mayores potencias europeas tienen muchos problemas y condicionantes para convertirse en unos los líderes políticos que Bruselas busca desesperadamente, por lo que en la capital comunitaria se espera con ansia la llegada del próximo canciller alemán y, sobre todo, se espera que sea capaz de tener una voz fuerte. Mucho más que la que tuvo Olaf Scholz, aunque para ello es necesario que Friedrich Merz sea capaz de formar un Gobierno sólido.
Porque en la ciudad de las instituciones europeas el nuevo canciller tendrá que abordar numerosos retos, empezando por la inversión militar. La Comisión Europea ya trabaja en una propuesta para flexibilizar las reglas fiscales europeas, activando la cláusula de escape para las inversiones en Defensa y facilitar así que los países gasten mucho más. Además, se contempla la posibilidad de emitir deuda europea y que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) que preside Nadia Calviño eleve significativamente su esfuerzo en este ámbito. Un conjunto de actuaciones, en definitiva, en las que la postura de Alemania no sólo será muy importante sino que será vital para que salgan adelante.
El país es, además, uno de los pocos que tienen una industria de Defensa, y el plan de la Comisión es que el ingente gasto que se va a llevar a cabo en esta materia tenga un impacto positivo sobre las compañías europeas. Que sea una fuente de innovación y que impulse la maltrecha economía del conjunto de la UE y de Alemania.
El futuro de Ucrania será otro de los puntos trascendentales en los próximos meses. Porque aunque la Unión Europea no esté en las negociaciones que Estados Unidos y Rusia ya están teniendo para un posible proceso de paz, Europa sí tendrá que afrontar de manera directa las consecuencias de estas conversaciones. Igualmente relevante será el papel europeo en la reconstrucción del país y, directamente vinculado con la Defensa, las misiones militares para asegurar que no se enciende de nuevo el conflicto.
Sobre esto último no hay todavía una postura clara, pero los medios británicos publicaron ya la pasada semana que Macron y el premier británico, Keir Starmer, van a presentar a Trump una propuesta que incluye el despliegue de 30.000 soldados en territorio ucraniano así como el uso de los cazas Typhoon. Alemania se ha quedado fuera de esta propuesta, pero se espera que el canciller tenga su propia posición.
La guerra comercial, por supuesto, será otro punto importante en la apretada agenda de Merz en Bruselas. Para presionar con medidas que ayuden a Europa pero, también, para actuaciones que protejan a la industria alemana. Uno de los casos más claros es el de la automoción, sobre la que Trump ya ha adelantado que impondrá un arancel del 25% a partir del próximo mes de abril. El comisario de Comercio, Maros Sefcovic, estuvo el pasado miércoles en Washington tratando de negociar una rebaja de las tarifas anunciadas por el presidente de EEUU a cambio de reducir las que la UE impone a los vehículos estadounidenses, pero por ahora no ha habido una respuesta oficial. Va a hacer falta mucho más y, sobre todo, contundencia. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ya ha afirmado que así será. Que los "impuestos" que el presidente norteamericano imponga al comercio "no quedarán sin respuesta". Pero, una vez más, cualquier medida o actuación que tenga el apoyo de Alemania, será más fuerte.
Y en términos puramente nacionales, Merz tendrá en la transición verde uno de los principales puntos de negociación con Bruselas. La mencionada industria de la automoción alemana se encuentra en un momento muy delicado, la pérdida de competitividad es sangrante y acumula miles de despidos. Sólo Volkswagen ya ha pactado con los sindicatos la salida de 30.000 trabajadores hasta 2030. El nuevo canciller ya ha dicho que quiere retrasar el fin de los motores de combustión que está previsto para 2035 y que buscará espacio fiscal para elevar las inversiones industriales, pero los grandes fabricantes exigen más.
Las reuniones con Von der Leyen ya han comenzado, la propia Comisión reconoce que es necesario una "flexibilización" y ser "pragmáticos" en la descarbonización para no perder todavía más terreno respecto a EEUU y China, y también el líder del PP Europeo, Manfred Weber, presiona para que las compañías no tengan que pagar sólo este año 15.000 millones de euros en multas por incumplir los objetivos climáticos. Eso no sólo impediría a las compañías invertir en innovación sino que podría, incluso, provocar que las firmas se deslocalizasen. Que se fueran del territorio alemán y europeo. "Las políticas determinarán si las futuras inversiones se realizarán en Alemania, si las innovaciones se desarrollarán aquí, creando nuevos puestos de trabajo, o en otro lugar", avisan desde la patronal alemana de la automoción.