INTERNACIONAL
Guerra en Europa

Rusia, frente a las conversaciones de Riad: una paz como instrumento para purgar a todo el Estado ucraniano

Vladimir Putin espera que un hipotético acuerdo con Trump le permita lograr todos sus objetivos

Vladimir Putin asiste a la ceremonia de colocación de una corona de flores en la Tumba del Soldado Desconocido junto al Muro del Kremlin el pasado febrero.
Vladimir Putin asiste a la ceremonia de colocación de una corona de flores en la Tumba del Soldado Desconocido junto al Muro del Kremlin el pasado febrero.POOL
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Estos días Moscú ha contemplado con una mezcla de expectación e incomodidad cómo Washington le presiona para un alto el fuego en Ucrania. Como si fueran dos elementos químicos que se vuelven inestables al mezclarse, la prisa recurrente del líder de EEUU hace reacción sobre la ambición desbordada del presidente ruso: el magnate quiere avanzar en el tiempo, el espía quiere progresar en la otra magnitud, la del espacio. Trump ha manifestado su deseo de negociar una tregua lo antes posible, Putin parece estar buscando más concesiones. Éstas incluyen la exigencia de que Ucrania deje de movilizar nuevos soldados y entrenar tropas. Y sobre todo, que se deje de entregar armas a Ucrania mientras dure la pausa en los combates.

En cambio, Trump se ha mostrado dispuesto a reanudar de inmediato la ayuda militar y el suministro de datos de inteligencia a Ucrania, que había suspendido tras la tormentosa reunión entre ambos países en la Casa Blanca. Moscú no quiere que el presidente norteamericano desande el camino de abandono progresivo de Kiev. Su plan es abrir una brecha entre Ucrania y Estados Unidos.

La propuesta de alto el fuego ha puesto a Putin en una postura algo más complicada que de costumbre. Una vez que ha recuperado claramente la iniciativa en el campo de batalla, Putin está todavía más lejos de renunciar a su plan de lograr una aplastante victoria en Ucrania. Quiere mantener vínculos estrechos con Trump, el presidente más proKremlin que se ha visto jamás, que incluso ha estado haciéndose eco de un argumento del Kremlin que culpaba a Kiev de iniciar la guerra.

Putin se ha referido recientemente a las "causas originales" de la guerra, señalando que no dejará de luchar hasta obtener una promesa de que Ucrania no se unirá a la OTAN y que la alianza reducirá su presencia en Europa central y oriental, dejando desprotegidos a países como Estonia, Letonia, Lituania o Polonia, cuyos liderazgos fueron controlados por Moscú durante toda la existencia soviética de Putin. Cuando el líder ruso habla de «causas», presenta su invasión como una respuesta digna e inevitable a algo injusto que no le gusta: el rumbo que había tomado Ucrania, los partidos a los que votan los ucranianos, los cambios culturales y la actitud receptiva de Occidente ante los programas políticos de Zelenski o del hombre al que Zelenski que derrotó, Petro Poroshenko.

Para encontrar lo que busca Putin en esta guerra hay que ir al artículo que publicó el verano antes del inicio su gran invasión: sugirió que «rusos y ucranianos eran un solo pueblo» desde finales del siglo IX. El año pasado lo repitió ante el presentador de televisión estadounidense Tucker Carlson: "Ucrania es un estado artificial". La materialización de esas ideas supremacistas está en el plan original trazado para esos días de febrero de 2022: cuando el presidente ruso ordenó el envío de 200.000 soldados a Ucrania, su objetivo era invadir la capital. En cuestión de días, quería derrocar al gobierno y devolver Ucrania a la esfera de influencia de Rusia.

Medios para lograr fines

Lo que ha sucedido después -anexión de territorios con tropas sobre el terreno, destrucción en las ciudades grandes, socialización del sufrimiento a través de cortes de luz o calefacción- no son fines sino medios para lograr los mismos objetivos de siempre. Su objetivo era y es «desmilitarizar y desnazificar» Ucrania. Es un medio para ir a por más: un ejército ucraniano insignificante liberaría a las sobredimensionadas fuerzas rusas para nuevas conquistas, la citada "desnazificación" es el nombre con el que el autoritarismo ruso se refiere a la limpieza que quiere hacer en el estado ucraniano, mediante purgas, detenciones, asesinatos o deportaciones.

En febrero de 2022, las tropas rusas hicieron dos intentos de asaltar el complejo presidencial. Moscú sabe que Zelenski cuenta con un extendido apoyo, y que sus rivales tienen opiniones similares a él respecto a las ambiciones rusas. La depuración va mucho más allá del magnicidio o la liquidación del círculo presidencial. Es una de las razones por las que los ucranianos, aunque maldicen la guerra, siguen estando dispuestos a luchar. Porque no es una guerra que hayan elegido, sino una invasión que quiere pasarles por encima.

La guerra se ha convertido en la herramienta de Putin para controlar el país. También ha propiciado un reparto de recursos hacia las provincias (donde se produce armamento y a donde vuelven mercenarios con dinero o sus cadáveres con indemnizaciones) y hacia nuevas cohortes de la élite (con la rapiña de empresas abandonadas por Occidente).

Justo antes de reunirse días atrás con Steve Witkoff, enviado especial de Trump a Oriente Próximo, Putin insistió en que "hay cuestiones que debemos discutir, y creo que debemos hablarlas con nuestros colegas y socios estadounidenses". La conversación entre ambos hombres duró entre tres y cuatro horas. No se revelaron detalles, pero Witkoff afirmó que ambas partes habían "reducido sus diferencias". Un clima muy distinto a la bronca que propinó su jefe a Zelenski en el Despacho Oval. Todo ello hace que la reunión de este lunes en Riad entre EEUU y Rusia despierte tanta expectación.