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Plazo de enmienda

Se enciende la alarma: vamos como un cohete pero no sabemos hacia dónde

El fiscal general se entrega a la destrucción de pruebas, el Falcon es como un taxi y a los menores inmigrantes se les trata como sacos de patatas que nadie quiere

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.Borja Puig de la Bellacasa
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Desde finales del mes de febrero vivimos anegados. Un tren de borrascas nos azota inmisericorde. Una detrás de otra, sin pausa. Los ríos se desbordan y los bajos se inundan, el 112 rula a toda mecha y las alertas, esta vez sí, pitan en los móviles. En cualquier caso nada que ver, menos mal, con lo padecido por los valencianos aquel fatídico 29 de octubre. Aquella tromba de agua que devastó la Huerta Sur, a diferencia de los temporales actuales, no tiene un nombre sino muchos: los de las 227 personas que perdieron la vida entre la riada y la ineptitud política.

Frente a la tormenta se toman ahora medidas; frente a la ruina política seguimos igual, arrastrando lastres en un laberinto de espejismos, trampantojos y mentiras. Una pura ficción ideada para entretener y despistar y, sobre todo, para que algunos, mientras tanto, puedan resistir consumiendo balones de oxígeno.

Prácticamente nada de lo que se nos propone para consumo de debate público es verdad. Ni habrá Presupuestos -¿de verdad alguien creyó en algún momento que los habría?-, ni habrá ley Begoña para amordazar la acusación popular, ni tendremos un compromiso nítido para contribuir más en Defensa, ni habrá cesión de política migratoria a Cataluña, ni concierto singular, ni financiación autonómica, ni nada de nada. Los números se han revolucionado y no dan. Es posible que España vaya como un cohete, el problema es que no sabemos hacia dónde.

El devenir político ha entrado súbitamente en estado de ruina. No se da una a derechas. Tampoco a izquierdas. El deterioro es constante en las formas y también en el fondo. Nadie está en su lugar.

Los terrenos de acuerdo tornan de inmediato en campos de batalla. Los lazos se rompen y los pilares se resquebrajan. Los aliados se convierten en enemigos. El Gobierno hace oposición y la oposición se disfraza de Gobierno. Se pregunta por manzanas y se responde por peteneras. Hablan de prensa independiente mientras mueven los hilos y los millones para controlarla. Lo coyuntural prima sobre lo estructural. Y las rencillas y las venganzas campan a su libre albedrío. Una moción tritura al Gobierno y tres enmiendas dinamitan una Agencia Estatal.

A los jueces se les pinta como delincuentes y a los delincuentes, como personas honradas. La Mesa del Congreso troca en alfombra gubernamental. El debate es un griterío. La OTAN, como hace 40 años, el enemigo a batir. Un prófugo es el interlocutor y un mediador salvadoreño, el árbitro. Las dos Cámaras, en guerra: Senado contra Congreso; Congreso contra Senado. Mazón de tapadillo en la Cremà; Felipe VI, con los vecinos en Torrent.

El fiscal general se entrega a la destrucción de pruebas. El Falcon es como un taxi y los menores inmigrantes, sacos de patatas que nadie quiere. Aldama dispara, la UCO se equivoca, Ábalos se disfraza de víctima y sus amigas cobran sin trabajar. El dinero público se marea de aquí a allá, de arriba abajo, sin control: ¿en qué cubilete está la bolita? Nadie lo sabe. Nadie sabe nada.

Estamos en descomposición y el tufo ya no lo camufla ningún ambientador. ¿Es posible aguantar en estas condiciones? En La Moncloa dicen que sí. Táchenme de ceniza, pero sospecho que esto también es una mentira más.