La guerra en Yemen llega a su fin, gracias a China. La estabilidad en el Cuerno de África es una realidad, gracias a China. En Ucrania, Rusia retrocede y frena la invasión, gracias a China. Por su parte, Israel y Palestina llegan a un histórico acuerdo de paz, gracias a China. Y más al este de Asia, en Corea del Norte, Kim Jong-un decide dejar de jugar con sus peligrosos misiles balísticos y sentarse en la mesa de negociación para un acuerdo nuclear, gracias a China.
¿Es viable que esto ocurra o simplemente es una burda utopía publicitaria que venden desde Pekín? "Mientras que la tradicional mediación de Estados Unidos, líder hegemónico en caída libre, solo ha provocado más guerras y muerte, la de China busca realmente la estabilidad global. Nuestra histórica postura de no intervención en los asuntos internos de otros países nos da una privilegiada posición neutral para ayudar a resolver conflictos de larga data. Y ahora que somos una superpotencia mundial, tenemos que actuar con responsabilidad como tal, haciendo de este mundo un lugar más seguro para todos".
Esto es lo que opina un alto funcionario del Ministerio de Exteriores de China sobre el pretendido papel del régimen de Xi Jinping de alzarse como el gran pacificador en un nuevo orden mundial más multipolar que nunca.
"Como todos los países poderosos, nosotros también movemos nuestra diplomacia según intereses comerciales, políticos o militares. Eso es evidente y sería estúpido decir lo contrario. Pero si logramos mediar para llevar la calma a esas regiones que están en constante conflicto, seremos los primeros en aprovecharnos luego de las oportunidades de negocio que se presenten, además de repercutir buena imagen internacional fuera de los países que no están bajo la pesada influencia de la angloesfera", continúa el funcionario, quien conoce bien los movimientos de la política exterior china porque participa en los comités de bienvenida a las delegaciones extranjeras en la capital.
Al cumplirse un año de la invasión rusa de Ucrania, desde Pekín lanzaron un plan de paz centrado en 12 puntos en los que se pedía el respeto a la soberanía de todos los países y un llamamiento al alto al fuego, a la vez que en otro apartado cargaban contra las sanciones internacionales a Rusia y se consideraban legítimas las preocupaciones de seguridad de Vladimir Putin sobre la expansión de la OTAN hacia Europa del Este. El plan fue bien acogido por el presidente ucraniano Volodimir Zelenski, aunque dijo que solo sería aceptable si conducía a que Moscú retirara sus tropas de todo el territorio ucraniano ocupado.
Oriente Próximo
Un mes después de la publicación de una hoja de ruta que, según Pekín, habría que seguir para resolver lo que sigue llamando la crisis de Ucrania, los funcionarios chinos sorprendieron al mundo al lograr restaurar las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudí e Irán, rivales regionales desde hace más de siete años. Ambos avanzaron hacia la reconciliación como parte de un acuerdo negociado por China, quien vendió su éxito diplomático como un logro que reduciría los conflictos de poder en Oriente Medio, como el de Yemen.
A principios de abril, el ministro de Exteriores saudí y el iraní, con el canciller chino, Qin Gang, de testigo, sellaron su acercamiento en una reunión formal en Pekín, donde las potencias musulmanas suníes y chiíes dominantes en el Golfo Pérsico confirmaron la reapertura de sus misiones diplomáticas.
Tras su acercamiento, en todos los foros internacionales se comenzó a hablar de que el fin de la cruenta guerra de casi una década en Yemen, con un bando respaldado por Irán y el otro por los saudíes, estaría más cerca que nunca de producirse. De ocurrir, muchos analistas destacan la posición aparente de China como enlace entre Riad y Teherán, en contrapeso con la ausencia total de EEUU en la negociación, a quien el gigante asiático parece que está robando el papel como principal intermediario diplomático en la región.
Sin salir de Oriente Medio, el siguiente movimiento de mediación de Pekín apunta hacia el eterno conflicto entre Israel y Palestina. Esta semana, el ministro chino Qin Gang mantuvo conversaciones en llamadas separadas con sus homólogos israelí y palestino para decirles que China, quien guarda buenas relaciones con los dos territorios, estaba lista para negociar conversaciones de paz.
"Qin alentó a dar pasos para reanudar las conversaciones sobre la base de la implementación de una solución de dos estados", reza un comunicado de la agencia oficial china Xinhua, que señalaba la preocupación de Pekín ante la escalada de tensiones tras los enfrentamientos en la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén a principios de este mes.
Estallido en Sudán
Tras el ofrecimiento de mediar entre Israel y Palestina, el foco internacional de Pekín giró hasta Sudán, sumido en el caos por los combates entre el ejército y los paramilitares. En China, rápido se pronunciaron, pidiendo el alto al fuego y que las dos partes dejen las armas y avancen hacia una transición política.
El continente africano -más concretamente la zona del Cuerno de África- es una de las partes del planeta que se encuentran bajo la creciente influencia china, sobre todo comercial. El año pasado, el enviado chino para el Cuerno de África, Xue Bing, dijo que su país desempeñaría un papel activo para tratar de lograr la estabilidad en la región, lo que significó otra señal de que Pekín está preparado para rivalizar con Washington como mediador de conflictos internacionales.
De África a Corea del Norte. El presidente Xi Jinping llamó el martes al dictador norcoreano Kim Jong-un, a quien aseguró estar dispuesto a fortalecer la "comunicación estratégica" entre ambos países. Después de que se hiciera pública la charla, en algunos corrillos diplomáticos chinos señalaban que igual era hora de que Pekín metiera mano también para rebajar el nivel de las tensiones alrededor de la Península de Corea.
La ofensiva diplomática china, ahora disfrazada con planes de paz, va recorriendo la geografía, mientras a las puertas de su casa, con la mirada siempre puesta en Taiwan, continúa movilizando a su armada, lanzando simulacros de invasión que nada tienen que ver con el perfil pacifista que la segunda potencia mundial pretende vender al resto del mundo.
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