- Monarquía Naruhito, entronizado como 126 emperador de Japón
- La mirada del corresponsal Una princesa sin derecho al trono ni título seguro
- Dinastía El serio peligro de extinción de la familia imperial japonesa
No todos los días alcanza una edad tan significativa como las 65 primaveras el emperador de Japón. Así que miles de ciudadanos del país del sol naciente se han agolpado este domingo ante el Palacio Imperial de Tokio para vitorear a Naruhito cuando se ha asomado -como es tradición en ocasiones tan señaladas- al balcón del salón de recepción del imponente edificio con motivo de su cumpleaños.
El soberano ha estado acompañado en su esperada aparición por su mujer, la emperatriz Masako, y también en dos extremos de la balconada por su única hija, la princesa Aiko, así como por su hermano Akishino y la mujer de éste, la princesa Kiko.
En su mensaje al pueblo, ha expresado su esperanza de un mundo en paz, en un año en el que se cumple también el 80º aniversario del bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki, informa Efe. Naruhito se refirió a las muchas vidas perdidas en estas dos ciudades y en la batalla terrestre en el archipiélago de Okinawa y destacó la importancia de transmitir historias y lecciones del pasado y dijo que tenía la esperanza de que las generaciones más jóvenes trabajen activamente para aprender sobre la guerra.
En un momento en que el mundo enfrenta a la guerra y a otras crisis, dijo el respetado soberano, "se requiere una mayor cooperación y colaboración en el escenario internacional para crear un mundo pacífico, así como una sociedad que respete los diferentes valores". Un mensaje que bien se puede interpretar como una llamada al multilateralismo y al respeto del Derecho internacional en un momento en el que sin ir más lejos la llegada de Trump a la Casa Blanca cuestionan las reglas de la sociedad de naciones ante conflictos como el de Ucrania.
Joven reinado
El jefe del Estado nipón no piensa ni mucho menos en una jubilación a la que sus conciudadanos tienen derecho a esta edad, entre otras cosas porque la Constitución vigente y las rígidas leyes de la Casa imperial no contemplan la abdicación del soberano. Basta recordar lo complicadísimo que resultó que el padre de Naruhito, el ex emperador Akihito, pudiera dar un paso atrás en 2007, a la edad de 85 años y con una salud más que debilitada que le impedía seguir asumiendo con las fuerzas necesarias las exigentes tareas de su cargo. Lo consiguió con una enmienda legal ad hoc tras meses de intensos debates políticos que supusieron una complicada crisis institucional.
Naruhito, en todo caso, es un hombre joven todavía, con suficientes energías para seguir al frente del país. Y, además, muy consciente de que no se puede permitir signo de flaqueza alguno como monarca al menos hasta que la irresponsable clase dirigente de Japón consiga ponerse de acuerdo para aprobar las reformas que espanten de una vez el preocupante fantasma del peligro de extinción de la familia imperial. Tal cual. Como suena.
El trono del crisantemo lo ocupa desde hace 2.000 años la misma dinastía -126 emperadores ya-. Pero en las últimas Constituciones del reino se ha decretado la ley sálica que sólo otorga derechos sucesorios por vía exclusivamente patrilineal. Y ese un gran problema cuando, como si de una maldición se tratara, la familia imperial se está quedando sin varones. Hoy los únicos sucesores posibles de Naruhito son su hermano Akihito, actual principe heredero, y el único hijo varón de éste, el príncipe Hisahito, de 18 años recién cumplidos y que en apenas unas semanas protagonizará su propia ceremonia de coronación, un hito con el que el país festejará tanto su mayoría de edad como su incorporación plena a las tareas de representación de la Monarquía vigente más antigua de la Tierra. Por lo pronto, Hisahito ofrecerá su primera conferencia de prensa este próximo 3 de marzo, una ocasión muy esperada.
Reforma dinástica pendiente
El asunto es tan inquietante que desde hace varios años las dos cámaras del Parlamento, la de Representantes -homologable a nuestro Congreso de los Diputados- y la de Consejeros -Senado- mantienen discusiones, con la participación de distintos paneles de expertos, con el objeto de modificar la Ley de la Casa Imperial para asegurar el futuro de la Monarquía. Hasta ahora, todo en vano. Porque los sectores conservadores más recalcitrantes que hoy dominan la política japonesa -a pesar de que casi el 90% de los ciudadanos se muestra favorable a que las mujeres puedan ocupar el trono- ponen freno a todas las propuestas sobre el tapete.
Lo de acabar con la desigualdad por razón de género en el acceso a la más alta magistratura del Estado no acaba de ser aceptado por la élite gobernante. Pero tampoco se termina de dar el visto bueno a otras fórmulas que se barajan desde hace años, como la de permitir que las princesas puedan seguir siéndolo tras contraer matrimonio y que se les otorgue la capacidad de transmitir a sus hijos derechos sucesorios -con ello al menos sí se podría garantizar la continuidad dinástica-, o la de que los actuales miembros de la dinastía puedan adoptar a descendientes varones de antiguas ramas de la familia imperial que perdieron su estatus con la Constitución de 1947.
Más allá de esta preocupación, Naruhito cumple 65 años con una alta popularidad. En torno al 75% de los japoneses respalda sin fisuras el mantenimiento de su Monarquía, un dato incluso superior al que logra la institución en otras democracias occidentales como el Reino Unido o la misma España.