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En menos de un mes, las abundantes lluvias que han caído en muchos puntos de España han cambiado por completo tanto el estado de las reservas de agua como la situación del campo y de las zonas forestales. Espacios naturales como Doñana o las Tablas de Daimiel están recobrando su esplendor tras muchos años en estado crítico. "Estas lluvias de marzo, que han sido muy significativas en muchas zonas, son excepcionalmente buenas para la naturaleza, pues han empapado bien el terreno", explica José Ramón González Pan, vocal del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales de Madrid.
"Embalses gigantescos como La Serena, en la provincia de Badajoz, o el de Alcántara, en Cáceres, han aumentado sus hectómetros cúbicos en una semana de manera brutal. Con los ríos a rebosar, no sólo en cabecera, el agua está fluyendo y llegando incluso a zonas áridas. Y eso es fantástico para la vegetación", resume este experto, que recuerda que venimos "de un otoño e inicio del invierno relativamente seco, en el que las escasas lluvias han hecho que los bosques o la superficie arbolada y de matorral tuvieran pocos recursos".
Pero estas variaciones, advierte, pueden tener consecuencias negativas de cara a la temporada de incendios, por lo que hay que estar vigilantes. Abril está a punto de comenzar y, aunque el verano puede parecernos aún lejano, "hay que empezar ya a tomar medidas de prevención", advierte.
De hecho, vivimos una situación parecida en 2022, uno de los peores años de incendios, con 57 grandes fuegos forestales (aquéllos que afectan a más de 500 hectáreas), y un total de 267.940 hectáreas arrasadas, frente a las 89.000 hectáreas calcinadas en 2023 y las 43.655 hectáreas que ardieron en 2024 (hasta septiembre). "En abril de 2022 llovió de manera muy significativa, no tanto como ahora, pero bastante. Y lo que ocurre es que si en abril la precipitación es muy alta, propicia que el banco de semillas que tienes en el suelo se active. Hay especies que viven todo el año, como las hierbas o matorrales, y otras que sólo aparecen en un periodo concreto, como las que están en zonas muy áridas o de alta montaña, que aprovechan dos meses para completar todo su ciclo biológico, buscando su oportunidad para desarrollarse y volver a tirar la semilla", expone.
De cara a este verano hay dos escenarios: "Si sigue lloviendo, las plantas se mantienen verdes y quizás resistan como barreras antifuegos; pero si se secan, arderán con facilidad". A partir de junio, "el agostamiento o la falta de agua suele ser significativa, y muchas de estas plantas verdes se irán convirtiendo en combustible, en una densa capa de vegetación que hará que si se desata un fuego, no tenga discontinuidad y siga propagándose porque tiene más superficie que quemar", señala González Pan.
"Se ha comprobado que los años con primaveras muy lluviosas, sobre todo en las zonas con vegetación herbácea, que tiene un ciclo anual y se seca en verano, es muy fácil que se propague el fuego hacia otras zonas limítrofes y hacia las cubiertas de vegetación", coincide Francisco Lloret, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) e investigador del CREAF. "Es un conocimiento que tenemos y un factor a tener en cuenta para que extremes la precaución en zonas de mucho tránsito, y que trabajes más en las prácticas de prevención, porque te ha crecido más la hierba. Este año seguramente van a ser particularmente importante porque se acumula una biomasa que es muy inflamable, tienes mucho combustible", apunta este experto en gestión de bosques, que destaca no obstante si no hubiera llovido como lo ha hecho, las condiciones serían muy secas y también habría riesgo de incendios.
Como señala González Pan, "muchos gobiernos regionales son plenamente conscientes de que estos periodos de lluvias les van a hacer incrementar las zonas preventivas ante los incendios, un 95% de los cuales son causados por la acción humana".
Entre las actuaciones que habría que poner en marcha a medida que se vaya secando la vegetación, destaca "extremar las precauciones junto a las infraestructuras como carreteras o vías de ferrocarril, y alrededor de urbanizaciones y viviendas, eliminado la vegetación que pueda propagar el fuego y dejando una zona de amortiguamiento".
Aprovechamiento del agua
Otro factor a tener en cuenta a la hora de valorar el impacto de estas intensas lluvias es el estado del suelo: "Si hay un periodo de sequía muy prolongado, no sólo la vegetación es menos exuberante; el suelo se empobrece en materia orgánica. Cuando llega la lluvia intensa, ha perdido su capacidad de absorber agua, su estructura es más débil, lo que impide que el agua sea tan aprovechada. Las precipitaciones extremas arrastran escorrentía y se llevan los primeros centímetros de suelo, que son los más fértiles", señala Sara Marañón Jiménez, doctora en Ecología por la Universidad de Granada e investigadora en ecología y edafología en el CREAF.
Esto es algo que "suele ocurrir después del verano, con las primeras lluvias tras la sequía, o tras un incendio de alta intensidad, que consume la vegetación y elimina la cubierta protectora del suelo, lo que provoca que la lluvia intensa arrastre cenizas y sedimentos". Por ello, señala la también profesora de la UAB, "estas lluvias intensas van a beneficiar a los suelos que no habían perdido su capacidad de infiltración de la precipitación". Y lograr que un suelo dañado vuelva a acumular materia orgánica, advierte, es un proceso muy lento, hacen falta décadas; por eso es muy importante que el suelo sea un microorganismo vivo".
Cataluña precisamente se está recuperando de una sequía de larga duración: "Ha llovido y estamos mejor, bienvenidas estas lluvias porque teníamos un déficit hídrico muy fuerte en los bosques. Pero hay que ser conscientes de que la tendencia es al aumento de temperaturas y. aunque tengamos lluvias puntuales, a medio plazo las condiciones de sequía en Cataluña seguirán existiendo", señala Francisco Lloret. "El cambio climático provoca mayor fluctuación, tanto de precipitación como de temperatura. Si hace más calor en verano, la vegetación y los árboles necesitan más agua, y ésta se acaba antes".
'Una bendición para la agricultura'
Aunque en las zonas en las que ha llovido torrencialmente se han perdido cosechas en marcha y han quedado anegados campos de cultivo, esta inyección de agua va a ser "una bendición para la agricultura", sobre todo para las cosechas de cereales", según González Pan.
Desde la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA), admiten que estas lluvias van a ser beneficiosas para el sector ganadero, para los cultivos en secano en particular, y les van a permitir ahorrar en riego, pero hay preocupación "por posibles daños a causa del exceso de humedad en la floración". También van a ser positivas para cultivos como las patatas, las alcachofas y otras hortalizas, aunque podrían tener un efecto negativo si en los próximos días las temperaturas subieran de manera drástica.
En lo que respecta a los destrozos que han sufrido en la Comunidad Valenciana, destacan que estas lluvias han impactado sobre todo en las cebollas, afectando al 80% de la cosecha. En cítricos, "solo hay que lamentar daños puntuales en algunas variedades de naranjas y mandarinas que estaban maduras y a punto de ser recolectadas", señalan en un comunicado.
"Como dice el refrán, nunca llueve a gusto de todos, pero para la agricultura estas lluvias van a ser beneficiosas. Naturalmente hay que implementar los mecanismos de solidaridad y ayudas para los agricultores a los que se les han fastidiado las cosechas, pero globalmente veníamos de una etapa con muchos cultivos muertos y este año las perspectivas son mejores", argumenta Lloret.
Y es que como reflexiona González Pan, "las inundaciones tienen su papel en los ecosistemas. El río vuelve a su origen natural, nos reclama su espacio; otra cosa es que a nosotros nos perjudique o nos moleste porque hemos construido muchas casas y huertas cerca".