CRÓNICA
"Mentalidad infantil"

Amigas de alquiler a 50 euros la hora y con clientela femenina: el reverso de la epidemia de soledad y 'kodokushi' que asola a Japón

Más de 68.000 personas mueren al año completamente solas. "Mucha gente es incapaz de conectarse con los demás", dice el dueño de una agencia con 10.000 clientes que pagan por que alguien se haga pasar por su mejor amiga

Las "amigas de alquiler" de la empresa de Maki Abe posan haciendo la forma de un corazón.
Las "amigas de alquiler" de la empresa de Maki Abe posan haciendo la forma de un corazón.EM
PREMIUM
Actualizado

Maki Abe cuenta que más de 10.000 personas han contratado los servicios de alquiler de amigas que su agencia lleva procurando durante 15 años en Tokio. Tiene un amplio catálogo con todo tipo de perfiles y edades: jóvenes amantes del anime y manga, chicas deportistas, artistas, psicólogas, enfermeras, ávidas lectoras, abuelas cocineras, amas de casa... Por alrededor de 50 euros la hora, el cliente puede elegir a alguna de las 300 empleadas que Abe tiene en nómina para que se haga pasar por su mejor amiga.

Al lado de la estación de tren de Shinjuku, uno de los barrios más animados de la capital japonesa, se encuentra la oficina de Client Partners, la empresa que Abe abrió en 2009 porque se dio cuenta de que había un negocio en el alquiler de amigos en un país que lleva demasiado tiempo sacudido por una epidemia de soledad que empeora cada año.

«La sociedad japonesa parece ordenada en la superficie, pero alberga internamente una mentalidad muy infantil que es una causa importante de la soledad. Hay una fachada social que muchos japoneses usan para esconder sus dificultades a la hora de expresar sus emociones en público. Mucha gente anhela ser comprendida y amada, son incapaces de conectarse genuinamente con los demás», explica Abe, de 45 años.

Desde la agencia aseguran que el 60% de sus clientes, de japoneses que alquilan amigas, son mujeres. «Muchas adultas no han alcanzado la madurez plena, rompen las conexiones familiares y los lazos comunitarios, y se sienten muy aisladas. Pueden pasar por la vida incapaces de expresar su verdadero yo, dejando vacíos emocionales sin llenar», continúa.

Imágenes del catálogo de la agencia de amigas Client Partners.
Imágenes del catálogo de la agencia de amigas Client Partners.EM

En Tokio, la ciudad más poblada del mundo, hogar de más de 35 millones de personas, viven muchos japoneses que se sienten muy solos. Algunos buscan compañía en la agencia que alquila amigas. Otros acuden por las noches a los conocidos como «clubes de anfitriones», bares en los que el coste de la consumición incluye una charla con el trabajador que está detrás de la barra. Incluso hay alguna cafetería donde mujeres y hombres pagan por recibir abrazos.

En Akihabara, el distrito de la electrónica, abrió hace más de una década un local en el que por 1.000 yenes (alrededor de seis euros) el cliente puede acurrucarse en los brazos de una joven que le da palmaditas en la espalda durante tres minutos. Si prefiere echarse una cabezadita durante cinco minutos en el regazo de una joven trabajadora que va vestida de colegiala, el precio sube a 2.000 yenes.

Hace tres años, tras varias encuestas estatales que indicaban que cuatro de cada diez japoneses se sienten solos, sumado al alarmante aumento de los suicidios durante la pandemia, el Gobierno, siguiendo el ejemplo del Reino Unido en 2018, decidió abrir el Ministerio de la Soledad para tratar el aislamiento social como un grave problema de salud pública. Uno de los principales cometidos actualmente de los funcionarios de este ministerio es resolver el gran drama social de los ancianos que mueren solos en sus casas.

Hace tiempo que en Japón se viralizó la palabra kodokushi (literalmente significa «muerte solitaria») para hacer referencia al creciente fenómeno de personas que mueren solas, sobre todo mayores de 65 años, cuyos cuerpos no son descubiertos hasta bastante después. La ciudad de Matsudo, en la prefectura de Chiba, fue la primera en alertar de este fenómeno cuando las autoridades descubrieron el cadáver de un anciano que llevaba tres años muerto en su casa y nadie se había nada cuenta.

En Tokio cada vez abren más empresas que se dedican a limpiar las casas tras los fallecimientos de estos ancianos solitarios y tratar de alquilar o vender después sus viviendas, nada sencillo en una cultura tan supersticiosa como la japonesa, donde muchas familias mantienen la arraigada creencia de que el espíritu del difunto puede vagar por la casa durante mucho tiempo.

Las autoridades japonesas estiman que este año más de 68.000 personas mayores morirán solas en sus casas. Hace 12 años, la cifra apenas superaba las 25.000 en la gran economía más envejecida del mundo, donde, en estos momentos, casi el 30% de una población de 125 millones tiene más de 65 años.

Los japoneses también cuentan con una palabra para describir otro de sus preocupantes fenómenos sociales en torno a la soledad: los hikikomori, personas que nunca salen de casa, que viven totalmente aisladas del mundo exterior, sin pisar la calle, sin hablar cara a cara con nadie. Según los informes oficiales, actualmente hay casi millón y medio de personas de entre 15 y 62 años que viven en Japón recluidas voluntariamente en sus casas.

«Es un fenómeno con el que llevamos lidiando en Japón muchos años. Lo que pasa es que se ha vuelto más visible y ha empeorado tras la pandemia, que ha dejado más traumas y todo tipo de miedos, incluso mucho miedo a la libertad», explicaban a este periódico dos voluntarios que trabajan en Tokio en un programa coordinado por el Ministerio de la Soledad que intenta ayudar a los hikikomori para que salgan fuera de su pozo de soledad.

Cuando estos hikikomori se reintegran en la sociedad, algunos tratan de recuperar sus habilidades sociales ensayando con las amigas de alquiler que ofrece Client Partners. «Nuestro personal femenino acompaña al cliente haciendo diversas actividades (cocinar, ejercicio, escuchar música...). En Japón, el problema de la soledad se está extendiendo y cada vez más personas necesitan servicios como el nuestro», explican desde la agencia.

El pasado mes de abril, el Gobierno japonés promulgó una ley que obliga a las administraciones locales a formar consejos regionales que incluyan grupos de apoyo para personas solitarias. En una cafetería de Roppongi, un barrio al sur de Tokio, uno de estos grupos organiza cada semana cursos de pastelería y juegos de mesa para vecinos solitarios. Las actividades están supervisadas por trabajadores sociales como Yuki, una funcionaria de 34 años que participa en estos programas desde que su primo, un adolescente que vivía recluido como los hikikomori, se suicidó hace un par de años.

«La soledad, más que una condición social, se ha convertido en algunos casos en una enfermedad que padecen personas de todos los grupos demográficos. Nosotros, a través de estos grupos de ayuda, además de las reuniones y actividades, ofrecemos una atención telefónica las 24 horas del día y trabajamos con las ONG y con el sector privado para intentar reconectar a las personas aisladas con la comunidad», explica Yuki.

Grupos de ayuda, un Ministerio de la Soledad, bares donde se paga por poder conversar con los camareros, cafeterías que alquilan abrazos y empresas que alquilan amigos. La otra cara de un envejecido Japón que está muy falto de afecto