El 28 de marzo de 1979, la planta de energía nuclear Three Mile Island, situada en una isla en el río Susquehanna en el estado de Pensilvania, sufrió una fusión parcial del núcleo del reactor. A pesar de que no hubo víctimas mortales, se trata del peor accidente nuclear registrado en Estados Unidos. La central, que siguió operando hasta 2019, volverá próximamente a ponerse en funcionamiento después de Constellation firmase un acuerdo de suministro con Microsoft para alimentar sus centros de datos con electricidad libre de emisiones de gases de efecto invernadero. La nuclear ya es considerada una fuente verde hasta en la taxonomía europea y el mundo se divide entre quienes construyen nuevas centrales -especialmente modulares-, quienes prolongan la vida de sus reactores y quienes, como España, optan por el 'apagón' ante el avance de tecnologías que no deben preocuparse por el peligro que suponen sus residuos.
Aunque pueda resultar paradójico, la nuclear y las renovables se complementan bien en un mix como el español y, al mismo tiempo, resulta difícil sustituir una por otras, y viceversa, por una característica clave: su intermitencia. Los reactores, que en lo que va de año son la segunda fuente de generación eléctrica en España, funcionan en el entorno del 90% de las horas del año, mientras que la eólica y la fotovoltaica dependen del viento y del sol.
Sin embargo, la nuclear es mucho menos regulable; hay ciertos parámetros, pero parar por completo una central supone no contar con su producción durante un tiempo, hasta que vuelve a ponerse en marcha, y por seguridad tampoco puede reducirse en gran medida su aportación. Los paneles y los molinos, por su parte, pueden conectarse y desconectarse en función de las necesidades del sistema, al igual que la hidráulica (que se ve afectada por sequías, eso sí).
Pero el apagón nuclear, que ocurrirá de forma paulatina entre 2027 y 2035, supondrá un cambio importante en la generación eléctrica en España. La principal consecuencia será que, mientras se desarrollan e instalan sistemas de almacenamiento como baterías, centrales de bombeo o llega el hidrógeno verde, habrá que recurrir al gas cuando el sistema se tensione y no haya fuentes renovables disponibles, lo que será especialmente notable en las tardes y noches de verano, cuando caiga la producción fotovoltaica y haya picos de demanda eléctrica por la refrigeración. En este sentido, el esperado aumento del consumo por la electrificación supondrá un reto adicional.
Ocurrió algo parecido con el cierre de las centrales térmicas de carbón: entre 2018 y 2019, pasaron de generar el 14,3% de la electricidad al 4,9%, según datos de Red Eléctrica. En ese mismo intervalo, el ciclo combinado pasó del 11,5% al 21,2%, mientras que el resto de fuentes se mantuvieron en porcentajes muy similares entre un año y otro. Ahora la situación es algo diferente, ya que el apagón nuclear será escalonado y hay mucha más potencia instalada de fuentes renovables, especialmente de solar fotovoltaica. Pero cuando no estén disponibles, el sistema dependerá del gas.
También influye que, aunque se hable de sustituir una fuente por otra, la realidad es que son muy diferentes y esto añade retos adicionales a la ya compleja gestión que realiza el operador, Redeia. La solar, por ejemplo, es muy predecible y tiene picos esperados, aunque desaparece por las noches; la hidráulica y el ciclo combinado son mucho más regulables, pero dependen de materias primas no exentas de polémica como son el agua y el gas (que España cada vez importa con más frecuencia de Rusia). Mientras, la nuclear, que tiene detrás el perenne asterisco de sus residuos, está en funcionamiento más tiempo que ninguna otra fuente del mix.
En teoría, durante el día la fotovoltaica podría asumir sin problemas la producción nuclear, especialmente durante los periodos con tantas horas de sol como el verano. Sin embargo, la clave para el sistema no es solo esa generación, sino la seguridad de suministro, el hecho de que siempre esté ahí. El sistema debe ser redundante y, en este sentido, la nuclear es una base muy difícil de sustituir. De ahí que las tecnológicas hayan puesto en su punto de mira su generación para sus centros de datos hambrientos de energía.
Recuperar las centrales es posible, pero no barato: Constellation invertirá 1.600 millones para dar una nueva vida a la central de Three Mile Island. En España, en cualquier caso, la agenda de cierre prevé también el desmantelamiento del parque -para el que todas las centrales pagan una tasa a Enresa-, por lo que sería prácticamente imposible que retomasen las operaciones. De hecho, aunque el apagón comenzará en 2027, si no hay cambios, muy pronto se pondrán en marcha los primeros movimientos y se detendrá la compra de combustible o la formación de nuevos trabajadores.
Por ello, en España la nuclear aboga más por aumentar la vida útil de sus reactores y se apoyan en ejemplos como el de la planta estadounidense de North Anna, situada en Richmond (Virginia) y gemela de Almaraz (Cáceres), que recientemente renovó su licencia de operación 20 años adicionales hasta los 80 y sus unidades estarán en funcionamiento hasta 2058 y 2060. Cada año se invierten unos 200 millones en tareas de mantenimiento y actualizaciones en el parque español, cuya primera central en echar el cierre será, precisamente, Almaraz.
"Con el cese de las centrales nucleares no solamente está el dejar de producir energía nuclear en las siete unidades que tenemos, sino que también significa que en el futuro habrá una pérdida de conocimiento, de capacidades", ilustra Ignacio Araluce, presidente de Foro Nuclear. "Si se abandona la energía nuclear, gran parte del conocimiento huirá fuera, a otros países, porque aquí no habrá negocio, no habrá puestos de trabajo en el campo nuclear... Habrá una fuga de conocimiento en España", incide el directivo. Esto cobra especial relevancia en un momento en el que surge un nuevo mercado, el de los reactores modulares, en el que España tendrá más difícil competir.
Nuclear marina
"Al ser reactores modulares, la potencia es elegible", explica Manuel Fernández Ordóñez, licenciado en Física de Partículas por la Universidad de Santiago y doctor en Física Nuclear. Hay varios países que se plantean esta solución, entre ellos, Italia, cuyo ministro de Medio Ambiente y Seguridad Energética, Gilberto Pichetto Fratin, detalló recientemente que esperan que esta fuente cubra en torno al 11% del consumo de electricidad del país en 2050.
A pesar de que estos SMR se ven ahora como el futuro de la nuclear, la realidad es que la tecnología existe desde hace tiempo: es la que utilizan los buques o submarinos de propulsión atómica. Y es en mares y océanos donde podrían encontrar una nueva rama, aunque no necesariamente en la sala de máquinas de un transatlántico, sino también como una suerte de batería portátil a muy gran escala.
El Akademik Lomonosov ruso, ya en funcionamiento, sirve para proporcionar electricidad (tiene 70 MW de potencia) a una zona remota de Siberia donde no habría sido posible -o, al menos, sencillo- construir una central. Otro uso podría ser acudir al rescate de zonas devastadas por desastres naturales y conectarse al sistema para dar luz o para alimentar desaladoras. Además de Rusia, países como Argentina, Canadá, Corea del Sur, Estados Unidos o China tienen proyectos en fase de desarrollo y de construcción. "Pueden ser muy interesantes, por ejemplo, para dar electricidad a islas, explotaciones mineras en Alaska que no están conectadas a la red eléctrica", enumera Fernández Ordóñez. Suponen una alternativa más potente a los generadores diésel que, además, no sólo no emite CO2, sino que no depende del suministro constante de combustible.
Francisco del Pozo, portavoz de Greenpeace, considera que la nuclear no debería considerarse una solución, tampoco en su forma modular. "El SMR sigue siendo caro y siendo lento de implementar respecto a la nueva energía renovable, que se despliega rápido y es barata y mucho más segura".
El ecologista alude a varios problemas intrínsecos a la nuclear como los residuos, con un horizonte temporal de milenios, y el peligro que suponen también los accidentes. Pero apunta también el freno que supone una tecnología -que considera mucho menos barata de lo que presume el sector- para otras tecnologías verdes. Como solución, más allá de la promesa del hidrógeno y las baterías, propone también un cambio de planteamiento: "Eficiencia, suficiencia y renovables". "A lo mejor queremos relocalizar industrias de manera que sea menos necesario el transporte marítimo", explica, y moverse a menor velocidad.