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Deslumbra hoy por su parterre, sus esculturas de mármol, su ría recuperada o por albergar el cedro que más antigüedad atesora de Madrid, pero más bien es la historia que esconde entre sus jardines y palacios lo que convierte la Finca de Vista Alegre en única. Como destacan Miguel Lasso de la Vega, gerente de la Fundación Arquitectura COAM, y Alberto Sanz, responsable del Servicio Histórico del COAM, «sin conocimiento no hay valoración posible». En un ligero paseo, quizá no sea tan evidente percibir que estos terrenos de Carabanchel acogieron en el siglo XVII dos fábricas del jabón que usaban las lavanderas en el Manzanares o un casino y una casa de baños en 1824 o un gabinete de aves disecadas y la propia sala de baños de la reina, en los tiempos de María Cristina de Borbón, o un fumoir de estética alhambrista, tras la adquisición de la finca por parte del Marqués de Salamanca en 1859, que terminó en aula escolar, hoy ya vestigio decorativo, o un colegio de huérfanas a principios del XX o unos quirófanos para la recuperación de inválidos. Por ello, la exposición Vista Alegre. De quinta recreativa a paraíso urbano, que ya se puede visitar hasta mayo del próximo año en la Estufa Grande -espacio cultural de la Comunidad de Madrid desde el pasado agosto-, va más allá del mero afán documentalista.
«Saber lo que fue Vista Alegre y que muchos espacios arquitectónicos o paisajísticos se pueden recuperar, devolviéndole su esplendor para disfrute de los madrileños, pero también de los que vengan de fuera, resulta fundamental para valorarla y para protegerla», explican sus comisarios [sus jardines son Bien de Interés Cultural desde 2018]. «No hay que olvidar que es la finca recreativa más importante que se configura en el siglo XIX en los alrededores de Madrid».
Ahí marcó su apogeo, como el edén particular de la alta sociedad madrileña, aunque las más de 58 fotografías recopiladas, algunas inéditas, no sólo testimonian las tantas vidas de la quinta. También la convierten en un símbolo de la transformación urbanística de Los Carabancheles y de la capital, así como de los cambios en las costumbres madrileñas, y que no pretende limitarse al estudio de lo pretérito. «Esta exposición es un primer hito que muestra la evolución de la finca y, de este modo, contribuye a un mejor conocimiento, desde luego por la sociedad, por el vecindario, pero también al servicio de los técnicos encargados de su recuperación», señalan Lasso de la Vega y Sanz, que han rastreado en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, en la Fototeca del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), en el Archivo del Ejército del Aire o en el del antiguo Asilo de Reeducación de Inválidos, «el fondo más novedoso y muy valioso», al que han dedicado meses.
La muestra, hilada en una disposición cronológica de cuatro etapas, refleja «el esfuerzo por conformar un archivo documental sobre la finca, en este caso a través de las fotografías, tomando como partida las tesis doctorales y publicaciones ya existentes», detallan , «lo cual debería seguir con nuevos trabajos de investigación y recopilación documental que ayuden a resolver muchas incógnitas sobre su historia que todavía se mantienen».
Aunque la intención que resuena bajo esta exhibición, organizada por las consejerías de Cultura, Turismo y Deporte y la de Economía, Hacienda y Empleo, también es contribuir a la salvaguarda y la reparación del patrimonio. Como arquitectos, el descubrimiento más llamativo con el que se toparon fue que «muchos de los espacios arquitectónicos más singulares de los palacios se conservaban hasta hace no muchos años y que algunos se pueden restituir, especialmente en el Palacio Nuevo del Marqués de Salamanca, pero también en muchos otros elementos arquitectónicos a su servicio o en el jardín», desvelan.
Pese a que «hay en cambio edificios o espacios que ya no se pueden recuperar, pero al menos es necesario saber cómo fueron», prosiguen, la finca aún puede dar de sí a futuro. «El uso del Palacio Viejo o la Casa Bella Vista merece una revisión, concretamente la rehabilitación en aquel de la capilla y el teatro, aunque son posteriores, siendo ya colegio, pero tienen bastante interés». Además, «es necesario identificar qué conservar en los añadidos del siglo XX y qué no en todo el perímetro de la finca y es fundamental buscar un uso para el Palacio Nuevo, una vez rehabilitado». Como buena gata, Vista Alegre va camino de las siete vidas.