- Estrenó 'Esencia', pero pasaron unas poquitas de cosas. Tantas como una pandemia, dos hijos... Y nos dejó a medias, con un 'coitus interruptus' que ahora nos va a recompensar. ¿Cómo piensa hacerlo, señor Cortés?
- Por razones obvias me desconecté. Pero ahora quiero que, tras representarla el próximo 21 de marzo en Fuenlabrada (Madrid), esta obra viaje por todo el planeta.
- Palabra de gitano.
- A mí me hacen mucha gracia los que anuncian «gira mundial», van a Miami y vuelven. Si yo digo que vamos a todo el mundo, vamos a ir a todo el mundo, incluido África. Y mis giras duran dos, tres o cuatro años.
- Con tanto biberón y a estas edades, porque, reconozcámoslo, ya no es usted un chaval, ¿no le da un poco de cansera?
- Yo adoro esta nueva vida de criar a mis hijos, pero soy artista, a mí me salieron los dientes en un escenario, es mi manera de comunicarme con el mundo y necesito volver.
- ¿Morirá pues como Lola Flores, con la bata de cola puesta?
- Si me pilla en el escenario, seré feliz.
- Y, en esencia, ¿qué es Esencia?
- Esencia es, precisamente, la esencia de todas las obras que he creado, mi perfume como artista. Esa fusión de estilos que me inventé en su día y que todo el mundo me criticaba.
- Sí, berrinches le cayeron unos cuantos. Pero ya tiene usted una buena colección de paraguas...
- Hace 30 años me ponían verde porque me vestía de Armani y ahora todo el mundo anda loco por ir de alta costura.
- Y lo de llevar falda... menudo chaparrón.
- Cuando me puse falda en Pasión Gitana tenía un sentido, no lo hice por crear ninguna polémica. Los gitanos somos descendientes de los hindúes, y en los antiguos rituales primitivos, los hechiceros bailaban alrededor del fuego con una falda típica. Ese fue mi homenaje Pero yo tenía muy claro lo que quería, y llevar un moño, ponerme una falda o una bata de cola de 14 metros estaba por encima de cualquier prejuicio. Y ahora la falda es lo más. Mira las dragas. Y otra cosa: mi familia gitana siempre estuvo muy orgullosa de que rompiese, y no hay mejor colchón que ese.
- Ha dicho usted que la danza no es ni masculina ni femenina.
- El arte es ambiguo.
- ¿Cómo se lleva usted con el feminismo? Y aquí abrimos el melón del millón de dólares...
- Es que la palabra está un poco pervertida. Entiendo que la mujer esté dolida después de todos estos siglos de machismo insoportable. Pero responsabilizar al hombre actual de esos agravios, o culparme a mí de eso... Yo estoy a favor del fifty-fifty. Ni menos, ni más.
- ¿Sigue pensando que aquí no se le ha reconocido como debería? Aquel pique de que no termina de ser profeta en su tierra...
- No es un pique. Pero te voy a ser muy sincero. Si tú vienes conmigo a una rueda de prensa en Nueva York y ves la cantidad de medios que hay, parece que ha llegado una estrella mundial. Es la locura. Y cuando la hago en Madrid... pues no es lo mismo.
- ¿Y eso por qué pasa?
- Dímelo tú. Esa es la pregunta del millón.
- ¿Le enfada?
- A estas alturas, ya no. Tengo 55 años, he dado siete vueltas al mundo, soy uno de los españoles más universales vivo o muerto la Historia... Pero, joe, a veces pienso: «Soy Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, según la Unesco, ¿qué más tengo que hacer?».
- Anda, como la pizza napolitana.
- Ríete, pero soy como un monumento andante. He sido el primer español que ha actuado en la Casa Blanca, en los Oscar, en los Nobel de la Paz...
- También le digo: igual es mejor que le conozcan en Nueva York que en Tomelloso, con todo mi cariño a la diversidad local.
- Pero a mí, como gitano nacido en España, me da rabia que no se me reconozca aquí, después de más de 40 años de carrera, como se me reconoce fuera.
- ¿Igual que ha tocado techo, ha tocado fondo?
- Los artistas tenemos altibajos. Puedes estar actuando para un millón de personas en la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, que lo he hecho, y decir: «Soy el rey del mambo». Y luego pasar apuros para llenar un teatro. Y la grandeza del ser humano no es el éxito. Es estar vivo, es estar aquí y ahora. Cuando eres el Joaquín que sale en la CNN, todo el mundo se pega a ti. Pero cuando estás en un hospital lleno de cables, ahí solo ves a cuatro o cinco personas. Ay, amigo.
- ¿Y lo bien que sienta hacer criba? Dejas la agenda del móvil como un solar. Pura delicia.
- Hace dos años, tras un susto que resultó ser una neumonía mal curada que no fue a más, estuve ingresado e hice una buena limpieza. Sí.
- ¿Ha llegado a pasar apuros para llegar a fin de mes?
- Yo he ganado muchísimo, muchísimo dinero, pero lo he reinvertido en mi carrera. Y no te tenido bancos ni mecenas, así que he pasado épocas apretao, pero gracias a Dios nunca me ha faltado un plato de comida en la mesa, ni a mí ni a los míos. Y también he tenido cinco coches y los he vendido todos de golpe: me fui a hacer un hospital a Haití con mi fundación y, al volver a Madrid, al verlos todos aparcados en el garaje muertos de asco, se me caía la cara de vergüenza.
- ¿Cada vez es más difícil montar un espectáculo en España? ¿Acaso estamos sometidos a la dictadura de El rey León (y que Mufasa me perdone)?
- Culturalmente estamos muy lejos de otros países, y el Gobierno dice, dice y dice, pero no hace nada. Y no hay que irse muy lejos, ¿eh?; ahí está Portugal. El Rey León es una superproducción norteamericana que ha invertido 35 millones de euros en exportar ese producto. Yo soy un bailaor, no una multinacional, y contra eso ni puedo, ni quiero competir. Yo no tengo tengo 35 millones, ni 10, pero ofrezco raza, vida, sudor.... me ofrezco a mí mismo.
- Se habla mucho de las juergas flamencas (ahí están las fiestas de Lola Flores). ¿Ha sido usted muy golfo? Se lo pregunto por aquello de alimentar el mito.
- La fiesta nos ha gustado mucho a todos, pero a mí las drogas no. Siempre he pensado; «¿Y si las pruebo y me gustan?». Y eso que las he visto de todos los colores desde bien chiquito. No fumo, bebo poco... Y a mí Lola Flores, ya que hemos hablado antes de ella, me llevaba de la mano de pequeño. He estado en sus fiestas, cómo no. He disfrutado, pero sin pasarme.
- Y famoso, lo ha sido usted un rato. Huir en un maletero, japonesas colándose en su suite...
- Sí, todo eso me ha pasado. Eso y más. Es que yo he llegado a sitios donde el único español al que conocían era Julio Iglesias. Me pusieron la coletilla de latin lover, llegaba yo allì a mis veintipocos años con el pelo largo, el hotel se llenaba de niñas y no tan niñas... Por seguridad, me tenía que registrar con el nombre en clave de Peter Pan porque era una locura, casi peligroso. Pero a mí sólo me ha interesado mi arte. Todo eso de la prensa del corazón... nada de nada.
- Terminemos con un defecto y una virtud, a modo de epitafio de diván.
- El orgullo me ha hecho mucho bien... pero también me ha hecho mucho mal.
Una pregunta impertinente
¿Cuál es la pregunta más impertinente que le han hecho nunca? ¿Y qué contestó?
Una vez, tras terminar una función en el Royal Albert Hall de Londres, estaban todos en el camerino y no sé quién me dijo: «Pero tú no eres español, ¿no?». No podían creer que alguien de aquí hubiese montado un musical con esa calidad. «Pues sí, soy español... y gitano».