Elena era la fan número uno de MasterChef de esta edición. Una concursante que intentó hasta en seis ocasiones entrar en el concurso para cumplir su sueño, pero que no ha sido hasta la edición 13 cuando el destino quiso que darle la oportunidad. Por eso es complicado entender, aunque es justo decir que pocas veces ha habido un concursante con el sentido de la justicia como ella, que no desvelase antes a los jueces y al programa el problema de salud que le ha llevado a que su sueños se haya derrumbado como un castillo de naipes convirtiéndose en la cuarta expulsada de MasterChef 13.
La concursante navarra, la cual en tan sólo cuatro programas que se han emitido en esta edición ha sido una de las aspirantes que siempre tuvo claro que entrar en MasterChef suponía darlo todo, dio anoche una lección de justicia, de honradez y de honestidad jamás vista en el talent culinario. Sí, le costó su expulsión, pero fue una decisión que ella tomó porque ella quería jugar con las mismas cartas que su compañeros. Haber desvelado el problema de salud que le impide tener sentido del gusto y del olfato para Elena era como traicionarse a sí mismo.
Su sentido de la honestidad y su amor por MasterChef no le permitieron contar lo que realmente le ocurría. Aún así ha durado hasta el programa cuatro, tiene la posibilidad de la repesca y se va siendo una de las aspirantes más honradas de la historia de MasterChef. ¿Demasiado? Habrá quien piense que tendría que haberlo contado, pues un cocinero que no huele ni tiene gusto es como un gato sin siete vidas. Sí, así es, pero Elena quería concursar como cualquier otra persona. ¿Se equivocó? Para seguir, sí; para ella y su conciencia, no.
Sorprendió mucho anoche su expulsión no sólo por ser de todos los aspirantes de la edición la que más veces había insistido en que MasterChef era su sueño, sino porque realmente y pese a esa falta de olfato y gusto, Elena cocinaba realmente bien. De hecho, en la primera prueba de la noche en la que los aspirantes se tuvieron que enfrentar a los temidos duelos de MasterChef, Elena sorprendió en el primer duelo y en el segundo, quedándose a las puertas del duelo final.
La metedura de pata de Blanca Romero en MasterChef
Los aspirantes tenían que cocinar primero una crepe salada, después una crepe dulce y, por último, una crepe suzette. En el primer duelo cayeron unos cuantos y si hubiera sido por los jueces hubieran caído más, pues sólo consiguieron realizar una buena crepe cuatro de ellos, mientras que el resto o se quedaron en el regulín regulán o directamente eran un desastre. En el segundo duelo, los que quedaron se pusieron las pilas y sorprendió Ismael, el GEO que desde que la semana pasada estuviera a punto de ser expulsada se ha puesto las pilas y va disparado, nos guste más o nos guste menos. Fue el único capáz de hacer una crepe suzette. Se enfrentó a Bea que, sorprendentemente y pese a ser una de las peores del primer duelo, llegó hasta el duelo final, donde se enfrentaron a la ganadora de MasterChef 12, Ángela, por el pin de la inmunidad. ¿Llegará algún día en que unos aspirantes hagan un plato mejor que un ganador o ganadora? Ya sabemos que la respuesta, de momento, es no, pero mientras tanto la primera prueba de la noche se alargó más de una hora.
Claro que sin alargarse esa hora no hubiéramos tenido a Blanca Romero cargándose la cata secreta ni metiendo la pata hasta el corvejón. Los jueces se marcharon durante el cocinado para no saber de quién era cada plato. En su lugar se quedaron Blanca Romero y Toñi Moreno que anduvieron por las cocinas cuales moscas cojoneras. Antes de que los jueces se sentaran a probar los platos les dejaron muy claro a los tres duelistas que no podían dar ni una sola pista de quién era el autor de cada plato. Pues los aspirantes no dieron ni una sola pista, pero Blanca Romero fue probar la tarta de manzana de Bea y soltar un "eres un pesado, deja a la chavala, tampoco te pases. Está muy buena, Bea" que destapó todo el pastel, y nunca mejor dicho. Llevándose las manos a la cara y asegurando que hoy no cobraba un duro, Blanca Romero dejó el lapsus encima de la mesa. Tampoco iba a cambiar mucho la cosa, pues estaba claro que iba a ganar Ángela, pero ahí queda eso.
Llegó la prueba de exteriores en la que MasterChef se trasladó a Plasencia para realizar un cocinado solidario en el que por primera vez en la historia del talent culinario no se vio a los comensales (es aquel recorte que han implementado esta edición para reducir la duración del programa) y en el que Raquel Sánchez Silva, ex aspirante de MasterChef Celebrity y plancentina iba a ser la encargada de elegir a los capitanes: Iago, al frente del equipo azul, y Clara, al frente del equipo rojo. Pero poco duraría la alegría en la casa del pobre, pues en mitad del cocinado los jueces obligaron a los capitanes a cambiarse de cocina y a partir de aquí todo se fue al traste.
El "lamentable" comportamiento de los aspirantes de MasterChef
El equipo azul no recibió a Clara, la última en llegar a MasterChef 13 con los brazos abiertos. Pasaron olímpicamente de ella, especialmente Víctor, hasta el punto que Jordi Cruz en la valoración final tuvo que llamarle la atención y ponerse en modo Jordi Cruz, el castigador. "La actitud del equipo azul como grupo ha sido bastante nefasta. Me parece una actitud lamentable como compañeros. Entiendo que te descuadre, porque querías que estuviera tu amiguito, pero aquí hemos venido a jugar. Si estoy de capitana, también es tu tarea ponerme al día de las elaboraciones", comentó Clara. Jordi Cruz le dio la razón, pero también le advirtió que no supo imponer su autoridad. "Yo he preguntado en voz alta varias veces y no se me ha contestado. No sé por qué ha sido. Creo que estaban muy amoldados a Yago y no les ha venido muy bien el cambio", insistió la valenciana. De nada sirvió, pues el equipo azul, junto a Iago, capitán del rojo se colocaron los delantales negros.
Y llegó la prueba en la que el olfato y el gusto, precisamente, iban a ser claves. Los delantales negros tenían que cocinar un plato libre donde el ajo fuera el protagonista y en el que tenían que integrar los extraños ingredientes que Pocholo Martínez-Bordiú, ex aspirante Celebrity, les fue repartiendo. Víctor, Clara y Elena fueron los tres peores y llegó el momento de que los jueces eligiesen al expulsado: Elena.
En el balconcillo, Iago lloraba desconsoladamente. "Me quedo muy solo", les decía a los jueces, pues había entablado un férreo vínculo con la navarra. La sorpresa, aparte de las lágrimas, llegó cuando los jueces le explicaron a Elena que su plató estaba completamente "desequilibrado". Demasiado ajo, demasiado fuerte, demasiado de todo... Pepe Rodríguez le preguntó si lo había probado y es cuando Elena dejó a cuadros a MasterChef y a los jueces: "Pensé que lo tenía. No tengo sentido del gusto ni sentido del olfato porque me operé de pólipos en la nariz y lo perdí hace treinta años". "Nos lo tenías que haber dicho y te hubiéramos ayudado. No te hubiéramos ayudado, pero te lo hubiéramos corregido", le señaló Pepe Rodríguez. Pues no. Para Elena eso no hubiese sido justo.
"No me parecía justo ni correcto. Yo creo que cocino con otro sentido que me hacen ver los platos diferentes y a la gente le gusta. Hoy he fallado, pero estoy feliz porque he cumplido un sueño", afirmó Elena entre lágrimas. Elena se quedó sin su sueño, pero dio una lección en MasterChef que pocas veces se va a volver a repetir.