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Aunque la historia oficial de la propia marca la descubre como una luminaria que permanece al acecho, como haría por instinto cualquier gato, la lámpara Gatto recuerda más bien a un globo aerostático que en cualquier momento puede izar el vuelo de la manera más inesperada y silenciosa.
De hecho, su especial forma es prácticamente igual que los globos de lino y papel que la corte de Luis XVI descubrió en las fiestas palaciegas para asombro de sus súbditos. Hubo entonces quien manifestó sus temores al uso humano de semejante aparato volador dada su escasa maniobrabilidad. En cualquier caso, sus descubridores, los hermanos Joseph y Étienne Montgolfier, lo presentaron como el mecanismo perfecto para solucionar de una manera eficaz la limpieza de las chimeneas de los palacios franceses.
Un experimento de resultados inesperados
No fue, sin embargo, hasta los años 60 cuando los hermanos Castiglioni, Achille y Pier, expertos maestros del diseño en clave luminosa, dieron forma a la lámpara Gatto, un modelo armado en alambre sobre una base de acero que aparecía recubierta de un material semitraslúcido de fibra de vidrio y laca de caucho, denominado cocoon e importado de Estados Unidos por Arturo Eisenkeil (creador de la firma Flos), y con el que se hicieron los primeros modelos.
La luz que proyectan desde entonces, y a pesar de la mejora de los materiales, resulta totalmente atmosférica, crea un ambiente completamente acogedor y su discreto color blanquecino la convierte en una pieza delicada y totalmente efímera. No es hasta cuando se ilumina cuando su verdadera presencia resulta espectacular. Los Castiglioni supieron desde el primer momento del gran diseño que habían conseguido con Gatto, un modelo que hoy en día ya abraza la categoría de icono y cuyo diseño permanece inalterable y fiel a sus primeros modelos.
Los arriesgados años 60
Los 60 fueron arriesgados en cuanto al diseño porque era un momento completamente abierto a descubrir todo tipo de piezas de formas nuevas y diferentes, y porque los nuevos materiales (como las resinas o el plástico) encontraron un hueco para descubrir todas sus posibilidades de trabajo y de ahorro.
Debemos recordar que muchos de los grandes diseños experimentales de la época transformaron el interiorismo, un tanto rancio y anclado en el pasado, y dieron un enorme salto con esta renovación de materiales, lo que permitió, entre otras cosas, una mayor producción con mejores ideas.
Un modelo que se adapta a todos los ambientes
Es precisamente lo sencillo de su diseño (en sus dos versiones: normal y mini) el aspecto que mejor define esta lámpara, sobre todo porque no resulta tan llamativo como para focalizar la atención allí donde se coloque y porque se mimetiza igual de bien en una estantería metálica completamente formal que sobre un aparador escandinavo de los años 50.
En ambas ubicaciones permite la adaptabilidad total. Cabe señalar, además, que los modelos originales de los años 60, prácticamente desaparecidos y muy solicitados, han llegado a superar en algunas subastas los 3.000 € por elemento.
Un modelo sin copias
Lo sorprendente, pasado el tiempo, es la nula existencia de modelos de otras marcas que se inspiren en esta forma o de falsificaciones propiamente dichas, como ha ocurrido con muchos de los diseños creados por los hermanos Castiglioni (como el caso del modelo Arco, por ejemplo).
Y también resulta curioso que la propia productora no haya incorporado a la colección modelos en una versión de techo o de suelo y sea el de sobremesa el único modelo de la colección. Desde Flos aseguran que los propios Castiglioni estudiaron esta posibilidad, pero que la desecharon porque se desvirtuaba el espíritu original de Gatto.
Ain así, sólo algunas productoras se han atrevido, sobre todo dirigidas al público infantil, a incluir en sus colecciones lámparas con forma de globo aerostático tal cual. Es el caso de los modelos Hot Air Baloon, de Westwing, y del creado por Litfad.