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La alarma saltó entre los guardias fronterizos la tarde después de la fuga. «Cinco tíos muy peligrosos se han fugado de una cárcel en Portugal», fue el mensaje que llegó a decenas de guardias civiles de Huelva, Badajoz, Salamanca, Pontevedra, Zamora... Se lo enviaban sus colegas portugueses al otro lado de La Raya. Era la tarde del sábado 7 de septiembre. «Pueden estar camino de España, amigo. Son peligrosos. Si puedes difundir con tus compañeros de la Guardia Civil para que estén con atención... Siguen en un Mercedes negro y un Volvo negro, matrícula desconocida».
Desde entonces, y ya han pasado ocho días este domingo, no hay rastro del secuestrador y narco portuguésFabio Fernandes Santos; del ladrón y falsificador georgiano Shergili Farjiani; del torturador, también portugués, Fernando Ferreira (el abuelo del grupo), del también ladrón y torturador británico Mark Cameron, ni del asesino Rodolfo Lohrmann, nacido en Argentina.
El mismo día de la evasión, la ministra de Justicia de Portugal, Rita Júdice, anunció la emisión de órdenes europeas de detención y entrega de los cinco presos fugados de la prisión de Vale dos Judeus, en Alcoentre, a 70 kilómetros al norte de Lisboa. «La fuga ha quedado grabada. Está totalmente registrada en los sistemas de videovigilancia», añadió la ministra.
«Es más que probable que alguno haya podido cruzar ya a España», admite un agente español en contacto con la policía judicial del país vecino. «Si han recibido ayuda tras la fuga, como todo parece indicar, ahora pueden estar en cualquier punto de nuestro país... o de Europa. Por el perfil que tienen, dinero y recursos no deben de faltarles».
A mitad de semana, varios vecinos creyeron ver a uno de los prófugos en tierras onubenses. Decían haber reconocido a Fabio Fernandes por sus tatuajes y su barba en una zona próxima a la playa de Isla Canela, en el municipio de Ayamonte (Huelva). Cuando una patrulla de guardias civiles acudió a la zona señalada, no había rastro de este traficante, conocido como el terror del Algarve, la región costera del sur de Portugal que se encuentra justo al otro lado de la frontera de donde dijeron haberlo visto. Se desconoce si fue una falsa alarma o si, por el contrario, el prófugo logró esfumarse.
La fuga: 39 minutos de vértigo
La revisión minuciosa del contenido de siete cámaras de videovigilancia del penal —son las que captaron con detalle la secuencia de la evasión— señalan el posible origen de la fuga en las 09.22 horas del pasado sábado. En ese momento, un preso que pudo haber sido cómplice de los fugados se puso a tender la ropa en el patio del pabellón B de Vale dos Judeus, según explican a Crónica fuentes de la investigación.
Lo hizo de tal modo que tapó un tiro de visión clave, con el presunto fin de facilitar que uno de sus compañeros de módulo, Fernando Ferreira, pudiera escalar un muro y saltar a otro patio colindante. Ferreira, condenado a 25 años de prisión por varios delitos, debía cumplir pena hasta mayo de 2048, tal y como reza en su ficha carcelaria, a la que este suplemento tiene acceso junto con las cuatro restantes de sus compañeros de fuga.
La videovigilancia del interior del penal recoge la imagen de Fernando Ferreira llevándose la mano a una oreja la mayor parte del tiempo. Los investigadores sospechan que usaba auriculares inalámbricos de un teléfono móvil para estar en contacto con personas situadas en el exterior del penal. 14 minutos después del salto de Ferreira, y como si de una escena espejo se tratara, otro recluso se puso a tender en otro patio, donde se encontraban los restantes fugitivos.
El medio portugués SIC Noticias informó de la existencia de otras imágenes que muestran a un recluso colocando un contenedor de basura junto a la pared y, minutos después, este trampolín fue utilizado con ayuda de una cuerda.
Las fuentes consultadas detallan que a las 9.54 horas, el funcionario de la prisión encargado de la videovigilancia hasta ese momento fue relevado. Un minuto después, tres hombres con el rostro cubierto y con uniforme militar cruzaron las rejas del perímetro externo del penal, que habían sido cortadas. A las 9.57, ayudado por una sábana sujeta a la reja de una ventana, se escapa el primer recluso. Dos minutos más tarde, sus cuatro compañeros.
Para llegar hasta la calle contaron con la ayuda de dos escaleras que les facilitaron los encapuchados. A las 10.01 ya han escapado. 69 minutos más tarde, a las 11.10 horas, y sin que nadie de la seguridad del penal alertara, un recluso dio la voz de alarma. Cinco de sus compañeros más peligrosos se habían fugado sin que nadie moviera un dedo.
El director general de Reinserción y Servicios Penitenciarios (DGRSP) del país vecino, Rui Abrunhosa Gonçalves, dimitió el martes, 72 horas después de la fuga. Era demasiada la presión por la notable acumulación de fallos en el sistema. Los prófugos se marcharon en horario de visitas. De los 50 puestos de vigilancia, sólo 33 estaban operativos y una única persona supervisaba las 200 cámaras que vigilaban a los 560 presos que en ese momento albergaba el penal. Además, la valla perimetral, electrificada, se encontraba desactivada porque, de lo contrario, dejaba las instalaciones de la prisión sin energía.
El abogado del Sindicato Nacional del Cuerpo de Guardias Penitenciarios, Pedro Proença, reveló tras la fuga que se encontró un refugio junto al muro de la prisión de Vale de Judeus que habría sido utilizado por los tres cómplices. Proença añadió que estos tres ayudantes «evidentemente tienen entrenamiento militar» y aseguró que podrían formar parte de «unidades de fuerzas militares especiales» ya que, según este sindicalista, las cámaras de seguridad muestran que realizaron un «acercamiento táctico» hasta el muro de la prisión.
El refugio encontrado sugiere que los cómplices pasaron varias horas cerca del muro de la prisión, escondiéndose allí durante la noche. En el lugar se encontraron latas de refrescos, recogidas por la Policía Judicial para analizar posibles evidencias biológicas.
Sobre los cinco fugados, Luis Neves, director de la Policía Judicial portuguesa, dijo que se trata de personas «peligrosas», con un carácter «violento» y «capaces de matar para continuar en libertad».
El argentino Rodolfo Lohrmann cuenta con el currículo más violento. Tiene 61 años y protagonizó uno de los crímenes más conocidos de las últimas décadas en su país. Está acusado de secuestrar y asesinar al joven Christian Schaerer, que desapareció hace ya 23 años — el 21 de septiembre de 2001—. Este estudiante de 21 años volvía a su casa en Corrientes, al nordeste del país, cuando se topó con la banda de secuestradores liderada por Lohrmann.
Accedieron al garaje de su vivienda antes de que se cerrase el portón y lo metieron en un coche. Pidieron cinco millones de dólares a cambio de su liberación, aunque acabaron aceptando los 277.000 que su madre entregó en un bolso. El chico nunca apareció. Lohrmann y su principal socio, José Potrillo Maidana, escaparon de su país. En Portugal contaban con identidades falsas. Se dedicaron a robar bancos y asaltar blindados. Fueron detenidos en 2017.