ESPAÑA
Análisis

Todo lo que esconde el pacto Junts-PSOE para la gente "de fuera"

El acuerdo migratorio es ambiguo y establece la lengua como eje único de la asimilación

Sánchez entrando en el Palacio de La Moncloa junto al presidente de la Generalitat de Cataluña, Salvador Illa.
Sánchez entrando en el Palacio de La Moncloa junto al presidente de la Generalitat de Cataluña, Salvador Illa.EFE
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Como suele ocurrir, la exposición de motivos tiene el tono, la profundidad y los errores de concordancia de una redacción de 3º de la ESO: «El fenómeno migratorio impacta de lleno en las sociedades europeas y conlleva cambios y transformaciones para los cuales los Gobiernos han de estar siempre preparados, y afrontarlo de manera responsable». ¿He dicho 3º de la ESO? Demasiado optimista. Siguen una serie de lugares comunes: una Europa con una tasa de natalidad en desplome y las crisis en Sudamérica y África «convierten a la Unión Europea en un espacio necesitado y atractivo a la vez para la inmigración». Por supuesto, la inmigración es un desafío «al cual hay que dar respuesta apostando por una migración regular, ordenada y segura, que ponga en el centro los derechos humanos». Porque claro, los migrantes (que sospecho son los mismos que los «inmigrantes» del párrafo anterior) aportan a la cultura y la economía de un país, pero también tienen la costumbre de usar el autobús y acudir al médico cuando les duele algo. Y aquí es donde empieza a notarse la mano de Junts: hemos de andar con ojo para «evitar posibles efectos que puedan representar un riesgo para la convivencia y la cohesión social».

Aquí empieza a asomar eso que la izquierda (cuando no lo dice Junts) denuncia como el paradigma seguritista, es decir, el enfoque que en materia de política migratoria prioriza la seguridad por encima de los derechos o la integración. Y lo hace porque considera que los inmigrantes constituyen un riesgo para la seguridad de la población autóctona. Se ve mejor en el siguiente fragmento:

«Catalunya apuesta por un modelo de gestión basado en el establecimiento de una serie de derechos inclusivos, pero también de unos deberes claros, tanto por parte de las personas que llegan a nuestra tierra como por parte de la sociedad catalana que los acoge»

La identificación de la inmigración con la criminalidad es típica de la extrema derecha, y suele alimentarse con discursos alarmistas. Quizá por eso le sienta tan bien al nacionalismo, que de por sí es un grito de alarma. La preocupación por la seguridad que destila el texto no se circunscribe a los delitos que sospechan que los inmigrantes pueden cometer. El principal motivo por el que el nacionalista teme al inmigrante no es el crimen, sino la contaminación cultural:

«Este marco de derechos y deberes debe ser el elemento clave que vertebre el compromiso de integración y de respeto a los valores cívicos y conocimientos lingüísticos y culturales que definen nuestra sociedad (...) Un nuevo contrato social atractivo para estas personas recién llegadas que, por un lado, debe servir para protegerlas ante la potencial vulneración de sus derechos y brindarles más oportunidades, así como para proteger la cohesión de la sociedad de acogida, su lengua y su cultura»

He leído que Junts firma esta Proposición de ley para sacudirse la competencia de Alliança Catalana, como si su interés por la inmigración fuera sobrevenido y no un rasgo esencial (y esencialista) desde que se llamaba CiU. Entonces el nacionalismo comenzó a forjar la leyenda de Cataluña como tierra de acogida, pero llamar «inmigrante» a quienes vienen de otra rincón de tu mismo país no parece muy hospitalario. Tampoco calificaría de acogedora ninguna tierra que exige la asimilación cultural -que no la integración- para disfrutar de una ciudadanía plena.

«Catalunya siempre ha sido un territorio fronterizo que ha acogido a mucha población procedente de fuera y ha tenido la capacidad de integrar a la catalanidad a estos recién llegados ofreciéndoles un futuro mejor»

Fíjense qué bien empleado ese «población procedente de fuera». Jugar con la ambigüedad para no saber si se refiere a gente venida de Argelia o de Jaén. Tanto da, lo importante es que son de fuera. Observen el juego con los porcentajes:.

«Actualmente, según datos del Instituto de Estadística de Catalunya, el 18% de la población catalana tiene nacionalidad extranjera y si nos fijamos en el lugar de nacimiento este porcentaje se eleva hasta el 25,1%»

Ese 25% de residentes con «lugar de nacimiento extranjero», ¿a quiénes se refieren? La delegación de las competencias de inmigración resultará un recurso más para imponer la asimilación cultural, cuyo eje único es la lengua. Y por eso se resalta:

«A lo expresado anteriormente se añade, en el caso de Catalunya, el impacto que representa para la lengua catalana, que la Ley Orgánica del Estatuto de Catalunya declara que es su lengua propia»

No hay nada nuevo en el etnicismo que destilan estas palabras; lo novedoso es que forman parte del redactado de una Ley Orgánica del Reino de España.

En el artículo 8 se aborda la seguridad en aeropuertos y puertos. Se encomienda a los Mossos «el ejercicio de todas las funciones comunes en los puertos y aeropuertos». Dirán que es una concesión simbólica, que junto a los Mossos estarán Guardia Civil y Policía Nacional, como siempre. Puede ser, pero lo simbólico es importante para aquellos cuyo fin es la geminación en el imaginario colectivo de una comunidad nacional independiente. Las fronteras de España que pertenezcan a Cataluña tendrán un color distinto que el resto de fronteras. Esta presencia será posible por la dotación mencionada en la Disposición Adicional segunda, que prevé un incremento en la dotación de efectivos Mossos d Esquadra en 26.800 hasta el año 2032.

Por un momento he recordado esa parte de la sentencia del procés que hablaba (a mi juicio con buen criterio) de ensoñación: en 2017, sin el control de fronteras, puertos, aeropuertos y otras infraestructuras críticas, la consecución de la independencia era una quimera. El día de mañana, con un cuerpo armado con el doble de efectivos, y desplegados en esos enclaves estratégicos, quién sabe.