CRÓNICA
Valencia

Hablan los vecinos de Javier, el okupa conflictivo que "se ponía del revés" con las drogas y quiso "matar a todos los frailes"

En Puerto de Sagunto, su pueblo, aún se preguntan por qué recorrió 13 kilómetros con la intención de «matar a todos los frailes» del Monasterio de Santo Espíritu del Monte, en Gilet

El Monasterio de Santo Espíritu del Monte de Gilet, donde se produjo el ataque.
El Monasterio de Santo Espíritu del Monte de Gilet, donde se produjo el ataque.DAVID GONZÁLEZ / ARABA PRESS
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Javier B. C., detenido como presunto agresor de cinco monjes franciscanos en el Monasterio de Santo Espíritu del Monte, tuvo que trasladarse unos 13 kilómetros, desde Puerto de Sagunto a Gilet (Valencia), para cumplir su objetivo: «Matar a todos los frailes». Por fortuna, no acabó con la vida de los siete religiosos que allí residen. Pero sí logró su cometido con Fray Juan Antonio, que murió el pasado martes por culpa de los fuertes golpes que recibió en la cabeza. El monje asesinado a los 76 años estuvo en el hospital desde el sábado por la mañana (día de la tragedia) hasta el martes por la tarde, momento en que su «mínima actividad cerebral» pasó a ser nula.

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El presunto asesino es de Puerto de Sagunto y tiene 46 años. Por la zona lo conocen, aunque sea «de vista», por sus característicos brazos tatuados y complexión fuerte. Las mismas descripciones que los religiosos ofrecieron a la Guardia Civil y que permitieron identificarlo y atraparlo en la madrugada del domingo en un piso okupado en el mismo municipio valenciano, según informaron medios locales. Al preguntar por él se desatan miradas cómplices y risas. «Es un personaje», sentencia un hombre de la misma edad que Javier. Por el pueblo coinciden en que era consumidor habitual de estupefacientes. La misma persona señala que «se ha metido lo que no está en los escritos» y que «se ponía del revés con las drogas». Indican, además, que «llevaba años» consumiendo.

A su vez, lo describen como un hombre «tranquilo», «agradable», que «siempre que pasa, te saluda». Sin embargo, uno de sus conocidos reconoce que «cuando se ponía mucho, montaba gresca». También indican que tiene una familia «buena y trabajadora». A él, de hecho, suelen llamarlo por su apellido por las calles de Puerto de Sagunto. Un vecino del edificio donde residió confirma que tenía «brotes psicóticos», que «la familia lo sabía», que «destrozaba las casas en las que estaba» y que «la policía ya estaba avisada». El detenido, según detalla el mismo vecino, vivió en el ático de la finca hasta que el banco lo desalojó. Allí también vive uno de sus hermanos mayores. Este periódico intentó conversar con él. Sin embargo, a través del telefonillo manifestó que no tenía «nada que decir».

Cómo ocupación de Javier se mencionan varios trabajos. «Hace muchos años estuvo en una empresa de trabajo temporal que empaqueta bobinas en las fábricas», comparte el mismo vecino. Otro habitante comenta que trabajó un tiempo en un restaurante de pollo asado. Varios aseguran que mayormente trabajaba como mecánico. El último empleo que se le conoció fue como operario en una empresa de maquinaria. Allí confirman que «cumplía con sus funciones» y que estuvo empleado por temporadas. Su último contrato rescindió el 31 de julio de este año.

Otro vecino de Puerto de Sagunto, amigo de su hermano, comparte una anécdota en la que el sospechoso quiso defender a su mujer porque, según este vecino, «cuidaba de la gente». Pero ha trascendido que el presunto asesino tenía antecedentes por violencia de género. En el pueblo señalan que «está divorciado». De momento, está siendo investigado por delitos de homicidio, uno de ellos consumado, tres delitos de lesiones y un delito de allanamiento. Se encuentra en prisión provisional sin fianza.